Leí con asombro el artículo publicado por Mía Fink, en el que, citando al desacreditado Ilan Pappé, sostiene que “el sionismo es antisemita” y que “nace del cristianismo”. No suelo responder a textos tan débiles en fundamento, pero cuando la desinformación se disfraza de análisis, el silencio se vuelve complicidad. Y en este caso, lo mínimo que merecen los lectores costarricenses —y la propia señorita Fink— es una aclaración basada en historia, no en ideología.

Para empezar, Ilan Pappé está totalmente desacreditado como político y como historiador. Medios lo han calificado como deshonesto y flojo intelectualmente. Después de lanzarse y no quedar electo como diputado del partido comunista de la Kneset en Israel, ha quedado para siempre resentido. Y ha logrado capitalizar ese resentimiento confundiendo la historia con militancia.

Por eso el texto de la señorita Fink me recuerda al viejo chiste del “experto” que visitó Israel por un solo día y luego escribió un libro titulado Israel: ayer, hoy y mañana. Pretender comprender tres mil quinientos años de historia, espiritualidad y conflicto con una sola lectura y un par de citas sueltas es, por decirlo suavemente, una falta de humildad intelectual. Ni eso, ni cambiarse de partidos, ni venderse como judía antisionista es la mejor forma de iniciar una carrera política.

En palabras sencillas, el sionismo es el movimiento de liberación nacional del pueblo judío. Oponerse solo al sionismo, mientras se apoyan los movimientos nacionales de todos los demás pueblos, es discriminar exclusivamente a los judíos. Y eso tiene un nombre: antisemitismo.

Mientras tanto, la mayoría de los sionistas que conozco apoyan la creación de un Estado palestino democrático, libre y sin terrorismo. Apoyan una vida digna para el pueblo palestino. Por eso, Israel permitía la entrada de decenas de miles de gazatíes a trabajar en Israel antes del 7 de octubre del 2023. Y ya sabemos qué ocurrió ese día.

Oponerse únicamente al Estado judío, en un mundo con decenas de Estados islámicos y varios cristianos, sí es antisemitismo, aunque se lo maquille de “opinión progresista”. El sionismo no busca la supremacía; busca supervivencia, como se lee claramente en la Declaración de Independencia de Israel del 14 de mayo de 1948.

Decir que el sionismo es cristiano es desconocer la esencia del judaísmo. Como movimiento político moderno surgió hace unos 150 años, junto a los movimientos nacionales del siglo XIX, pero el judaísmo siempre ha sido sionista.

Fueron los esclavos judíos liberados de Egipto quienes marcharon hacia la Tierra de Israel. Fue en Jerusalén donde se construyeron los dos Templos. La palabra Sion aparece decenas de veces en la Biblia. Desde hace más de 3 500 años los judíos rezamos mirando hacia Jerusalén, y desde la salida de Egipto, al concluir cada Séder de Pésaj, millones repetimos: “El próximo año en Jerusalén.”

No sé si Mía Fink es judía o no, y eso no es relevante. Yo sí lo soy. Lo evidente es que sus posturas reflejan desconocimiento profundo del judaísmo y del sionismo. Le dejo la puerta abierta y le extiendo la mano para que aprenda de verdad, no con autores desacreditados. Es muy joven todavía para ser tan dogmática y cerrar las puertas al diálogo.

Autodefinirse como “persona judía” para atacar al judaísmo es una contradicción que encaja mejor con la moda woke que con la tradición judía. En el mundo woke basta “creerse” algo para serlo; en el judaísmo, no. El judaísmo se vive, se estudia y se practica. Y esa práctica ha estado ligada a Israel desde los tiempos de Abraham y Moisés.

La simplificación de la señorita Fink hace parecer que el sionismo es uniforme. Para su sorpresa, no existe un solo sionismo. Hay sionismo religioso, socialista, liberal, revisionista, laborista y cultural. Generalizarlo como un movimiento único demuestra desconocimiento y una peligrosa simplificación. Reducirlo todo a un supuesto “sionismo supremacista” es repetir clichés y demuestra una vez más no haber leído lo suficiente.

No sé tampoco si la señorita Fink ha visitado Israel. Si lo hubiera hecho, habría visto a musulmanes disfrutando de las playas de Tel Aviv, y a jueces, soldados y médicos —judíos, cristianos, musulmanes y drusos— trabajando juntos en los mismos hospitales y tribunales. En Israel hay libertad religiosa real, no retórica. La acusación de “apartheid” es dogmática y falsa. Basta bajarse del avión en el aeropuerto Ben Gurión para comprobarlo.

La única coincidencia que tengo con la señorita Fink es que todo fundamentalismo religioso es peligroso. En eso coincidimos. Pero yo amplío la idea: todo fundamentalismo es peligroso, incluyendo el fundamentalismo woke. Y, lamentablemente, la señorita Fink parece defender los argumentos de una fundamentalista moderna, convencida de que su limitada lectura de un autor militante le da derecho a dictar cátedra sobre más de tres milenios de historia judía.

El sionismo alcanzó su objetivo en 1948 con la creación del Estado de Israel. Ojalá los esfuerzos palestinos se enfoquen en construir su propio Estado, y no en destruir el ajeno.

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