El turismo se ha consolidado como uno de los motores económicos más dinámicos del siglo XXI. Sin embargo, en medio de la crisis climática y la creciente presión sobre los recursos naturales, el cuestionarse más que necesario es obligatorio: ¿Puede el turismo seguir creciendo sin comprometer la sostenibilidad del planeta? Esta encrucijada entre sostenibilidad y rentabilidad ilustra con claridad el debate sobre el futuro de la industria turística.
El turismo de masas, tal como lo conocemos, ha dejado huellas profundas en los ecosistemas y en las comunidades locales. Según ONU Turismo (2023), el sector representa cerca del 8 % de las emisiones globales de CO₂, impulsado en gran parte por los viajes aéreos y el consumo general desmedido de la infraestructura hotelera. Aunque la recuperación postpandemia ha reactivado la economía global, también ha reavivado los impactos ambientales y sociales que el modelo tradicional había intentado disimular.
Frente a este panorama, la sostenibilidad turística no puede limitarse a una etiqueta comercial. Debe convertirse en una transformación estructural. Autores como Bramwell y Lane (2011) señalan que el turismo sostenible implica una planificación participativa, donde las comunidades locales no sean simples espectadoras, sino protagonistas del desarrollo. Este cambio de paradigma demanda una visión ética que supere el enfoque puramente económico y coloque la vida humana y ambiental en el centro de las decisiones.
Algunos destinos han intentado dar pasos hacia ese futuro responsable. Islandia, por ejemplo, ha limitado el número de visitantes en áreas naturales protegidas para preservar sus ecosistemas frágiles. En Costa Rica, los programas de certificación para la sostenibilidad turística (CST) han servido como referencia internacional al promover prácticas de eficiencia energética, conservación de biodiversidad y participación comunitaria. Sin embargo, otros destinos que se autodenominan sostenibles han mostrado contradicciones: Bali y Venecia, por ejemplo, enfrentan una presión turística que amenaza su equilibrio ambiental y social, demostrando que la sostenibilidad no puede coexistir con la sobreexplotación. El turismo del futuro, por tanto, no debería medirse por la cantidad de visitantes o las tasas de ocupación, sino por la capacidad de generar bienestar integral. Manfred Max-Neef (1991) argumenta que el desarrollo debe centrarse en la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales por citar unas como subsistencia, afecto, participación y entendimiento, y no en el crecimiento ilimitado del capital. Este enfoque se ajusta de manera precisa al debate turístico contemporáneo: un turismo que enriquece sin destruir, que educa sin invadir y que genera experiencias auténticas sin transformar los territorios en productos.
Asimismo, el cambio climático obliga a repensar la movilidad y el consumo turístico. Iniciativas como el “slow tourism” o turismo lento, impulsadas por autores como Fullagar, Markwell y Wilson (2012), proponen experiencias más conscientes y locales, que reduzcan las emisiones y fortalezcan los vínculos entre el viajero y la comunidad. Estas tendencias, lejos de ser modas pasajeras, representan una nueva ética del viaje: una que privilegia el respeto, la equidad y la preservación.
En definitiva, el turismo del futuro deberá trascender la lógica de la rentabilidad inmediata. Apostar por la sostenibilidad no es un lujo, sino una necesidad ética, ambiental y social. Las empresas que comprendan esto no solo garantizarán su permanencia en el mercado, sino que se convertirán en agentes de cambio para un planeta que exige responsabilidad. Como afirma Adela Cortina (2021), la ética del turismo debe partir del reconocimiento del otro y del compromiso con el bien común. Solo así el turismo podrá seguir siendo un camino hacia el encuentro, no hacia la pérdida. Cada día se aproxima el momento que la lógica guiara a la mesura en el consumo, a retroceder en esa búsqueda ilimitada de confort y opulencia para solo unos pocos. Ya estamos viviendo minutos robados a los habitantes del planeta Tierra del futuro.
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