
Muchas de las sustancias que se liberan de los vapeadores tienen propiedades que pueden alterar la función del ADN y favorecer la aparición de mutaciones o alteración de genes.
Vapear es toda una realidad en el país. De acuerdo con cifras de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), las atenciones por trastornos asociados al vapeo pasaron de 13 en el 2021 a alrededor 2950 tres años después.
Los datos no mienten. La VII Encuesta Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas en Población de Estudiantes de Educación Secundaria del 2024, por parte del Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA), reflejó un claro comportamiento en el uso de vapeo en general; tres de cada diez estudiantes lo habían usado alguna vez; el 21,2% lo usó en el transcurso del último año y el 12,3% en algún momento en el último mes.
Sin embargo, este consumo del vapeo refleja otra realidad: sus efectos para la salud. Estos conllevan desde implicaciones cardiovasculares, pulmonares y generar alteraciones en el ADN de aquella persona que vapea.
La Dra. Gloriana Loría Chavarría, neumóloga pediátrica, recuerda que la misma encuesta del IAFA, destacó que la edad promedio para comenzar a vapear es a los 13 años. Un dato más que preocupante, por las consecuencias que eso puede traer en un período de edad temprano, ya que el cerebro se encuentra en un proceso de desarrollo y maduración, por lo que es más susceptible a los efectos de sustancias exógenas como la nicotina y van a presentar un mayor potencial de adicción.
“Los vapeadores se han vuelto populares por múltiples razones. En primer lugar, está la percepción de que son menos dañinos que los cigarrillos, luego, tienen presentaciones muy atractivas especialmente para los jóvenes y las estrategias de mercadeo se han enfocado en promocionarlos como una práctica segura y moderna. También se pueden utilizar de forma discreta y en lugares públicos y eventos sociales”, explicó la Dra. Loría Chavarría.
Los efectos
La especialista detalló que, a nivel cardiovascular, la nicotina y otros componentes de los cigarrillos electrónicos producen aumento de la frecuencia cardíaca y la presión arterial. Además, se ha descrito que puede aumentar la rigidez de los vasos sanguíneos y estos podrían aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas a futuro.
A nivel pulmonar, el vapeo puede producir síntomas agudos como tos, flemas, falta de aire, irritación de garganta, bronquitis y aumentar el riesgo de exacerbaciones de asma.
“También se ha descrito una condición muy seria llamada EVALI, en la que se produce una inflamación pulmonar grave secundaria al uso de vapeadores y que puede ameritar manejo de cuidados intensivos y tener secuelas posteriores”, manifestó la Dra. Loría Chavarría.
Como tercera implicación a la salud, la especialista destaca que muchas de las sustancias que se liberan de los vapeadores tienen propiedades que pueden alterar la función del ADN y favorecer la aparición de mutaciones o alteración de genes.
Vapear puede ser tan dañino como fumar, por ello, no es tan fácil revertir los efectos que esta práctica provoca, ya que dependerá de varios factores que influyen como la edad, otras enfermedades de fondo asociadas, tiempo que utilizó el vapeo, tipo de vapeador, gravedad del daño ya producido, ente otros. No hay un tiempo específico en el que se pueden revertir los efectos, y algunos pueden ser irreversibles.
“Lo más importante es dejar de vapear lo antes posible. Se recomienda acompañar el proceso de cesación de vapeo con una adecuada dieta, ejercicio regular, actividades para mejorar la salud mental, apoyo psicológico, familiar y médico”, concluyó la especialista.
Este tema se desarrolló en el cuarto día del Congreso Médico Nacional 2025 que se está llevando a cabo en La Fortuna de San Carlos, en la que también se realizarán importantes simposios y charlas como:
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