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En un mundo cada vez más dinámico y competitivo, hablar de innovación y emprendimiento, ya no es opcional; es una necesidad. Y en ese ecosistema, las Universidades tienen una responsabilidad estratégica que va mucho más allá de la formación académica tradicional. Deben continuar siendo motores de cambio, incubadoras de ideas y plataformas de transformación social, económica y tecnológica.

Durante décadas, nuestras universidades han demostrado solidez, pertinencia y calidad en la formación técnica y profesional.  Sin embargo, el contexto actual exige más capacidad para resolver problemas reales, visión para anticiparse a los desafíos del futuro y, sobre todo, disposición para asumir riesgos. Es en este punto donde la innovación y el emprendimiento deben consolidarse como pilares dinamizadores de la educación superior.

Hoy, no basta con formar profesionales que sepan ejecutar; necesitamos personas que sean capaces de crear. Las universidades deben fomentar una cultura de pensamiento crítico, creatividad, colaboración interdisciplinaria y resolución de problemas. Esto implica replantear los métodos de enseñanza, acercarse más a las necesidades del sector productivo y eliminar las barreras entre la academia y el mundo real.

Algunas universidades ya han dado pasos importantes e implementado programas de incubación, laboratorios de innovación, alianzas con empresas tecnológicas, centros de coworking y metodologías de enseñanza centradas en el aprendizaje activo son ejemplos de cómo la educación superior puede convertirse en un verdadero catalizador de emprendimientos con impacto, no obstante, el camino por recorrer aún es largo.

Es fundamental que exista una colaboración efectiva entre instituciones públicas y privadas, y que los marcos regulatorios permitan mayor flexibilidad para experimentar, equivocarse, aprender y mejorar. También es clave reconocer el rol del docente no solo como transmisor de conocimiento, sino como mentor de nuevas generaciones de emprendedores.

Costa Rica cuenta con talento humano, creatividad y una riqueza natural envidiable para posicionarse como un hub regional de innovación. Pero ese potencial solo se puede materializar si nuestras universidades asumen un rol activo y protagónico. Innovar es generar valor; y emprender es atreverse a cambiar la realidad.

En tiempos de acelerada transformación, la Universidad no puede limitarse a solo observar, debe ser líder y protagonista del desarrollo sostenible. La innovación y el emprendimiento, deben ser parte de su esencia y del corazón de su misión. 

Este artículo de opinión fue escrito por Marco Esquivel Barquero, MBA, MSc., rector Universidad San Marcos.