En colaboración con:
Colaboración con agencia

Durante años, la educación virtual ha sido vista por muchos como una versión diluida de la presencialidad, donde bastaba con conectar una cámara, abrir una plataforma y hablar frente a una pantalla. Pero esa visión simplista ya no tiene cabida, la educación virtual de calidad va mucho más allá de una videollamada.

Primero, es fundamental entender que una clase transmitida en línea no es, por sí sola, educación virtual. La verdadera educación digital implica diseño pedagógico, planificación estratégica y uso adecuado de herramientas tecnológicas. No se trata solo de trasladar contenidos presenciales al mundo digital, sino de repensarlos desde su raíz para que funcionen en este nuevo entorno.

Una videollamada puede ser parte del proceso, pero no es el proceso en sí. La calidad en la educación virtual se construye desde la interactividad, la evaluación formativa, la personalización del aprendizaje y el acompañamiento constante; las plataformas digitales deben ser aliadas para fomentar la participación activa del estudiante.

Además, la formación docente cobra un papel central; no todo profesional preparado para enseñar en un aula tradicional está automáticamente capacitado para hacerlo en un entorno virtual. Se requieren competencias digitales, dominio de metodologías activas y, sobre todo, un cambio de mentalidad. 

El docente virtual es más un facilitador que un expositor; su rol es guiar, motivar y generar comunidad en un espacio donde el aislamiento puede ser un riesgo latente.

Por otro lado, la calidad educativa también está ligada a la equidad, no podemos hablar de buena educación virtual si no garantizamos el acceso a tecnología y conectividad. Esta modalidad tiene un gran potencial democratizador, pero solo si se enfrenta con seriedad la brecha digital.

La educación virtual es una modalidad que, bien implementada, puede ofrecer experiencias de aprendizaje flexibles, innovadoras y adaptadas a los desafíos del siglo XXI. Pero para lograrlo, debemos dejar atrás la visión reduccionista que la confunde con una simple videollamada.

Es momento de valorar la educación virtual en su justa dimensión: como un ecosistema complejo que requiere inversión, formación, planificación y compromiso. Solo así dejaremos de subestimar y comenzaremos a verla como una alternativa real y robusta dentro del panorama educativo.

Artículo escrito por Juan Pablo Cardozo, director general regional de la Universidad del Istmo y la Universidad San Marcos.