Este año me siento particularmente inclinado a celebrar el Día del Artista Nacional, porque ser artista es algo que debe celebrarse siempre, en todo momento y en cualquier época del año.

A pesar de que existe una variedad enorme de expresiones artísticas, no puedo dejar de mencionar, como siempre, a mi propio gremio. El gremio nacional de escritores ha crecido notablemente en los últimos diez años. Me atrevo a acuñar el término de que somos la Generación del Renacimiento —con el temor de ser señalado por otros colegas—, pero es que somos escritores de una generación muy específica: hemos sido influenciados por cambios radicales a nivel global que han potenciado nuestra capacidad de contar historias. Somos una generación que ha puesto en la balanza la necesidad de traer más letras y más literatura a una sociedad carente de un bagaje amplio de escritores.

Por supuesto, las redes sociales han ayudado a darle visibilidad a estos autores, a quienes antes les tocaba “jugársela” como pudieran. Hoy, tenemos escritores que abordan géneros muy variados: algunos juegan con nuestra idiosincrasia, mientras que otros exploran historias originales que poco o nada tienen que ver con nuestra cultura, pero que aun así aportan.

La verdad es que me siento muy contento de pertenecer a un grupo de profesionales de las artes que aportan muchísimo cada día. Son artesanos de la palabra que nos hacen sentir esa suspensión de la realidad de una manera muy marcada y que nos traen una gran variedad de historias que necesitan ser contadas.

Sin embargo, y a pesar de las luces de esta historia, falta mucho trabajo por hacer. Necesitamos más incentivos para los escritores, mejor educación literaria en las escuelas, mayor visibilidad internacional para los autores locales, un programa de apoyo nacional por parte de las grandes librerías que hoy desangran las poquísimas ganancias de los escritores nacionales. Necesitamos más y mejores premios literarios en distintos géneros, crear un mercado literario intenso a nivel nacional… y así podría seguir todo el día.

Por hoy, celebremos que cada vez más artistas se suman a estas filas, porque ya lo decía don Pepe: ¿para qué tractores sin violines? Al final, siempre es fácil decir, como de costumbre, que la culpa es del arte.

Un saludo muy especial a mis colegas, con una mención especial a José Ricardo Carballo Villalobos, colega escritor, quien partió de este mundo el fin de semana pasado. Un artista completo que hacía reír con sus imitaciones y que nos deja un bonito legado literario.