Tras la Segunda Guerra Mundial, Costa Rica recibió a decenas de judíos que, habiendo perdido todo en el Holocausto, encontraron aquí un refugio seguro para reconstruir sus vidas. Se asentaron, trabajaron, construyeron sus familias, sus casas y su comunidad. Lo hicieron en paz, protegidos por un país que no los mandaría a la guerra ni los discriminaría por su religión. Sembraron, arraigaron raíces y florecieron. Los judíos en Costa Rica han estado seguros y viven bien.
En este momento histórico de tanta violencia y crueldad, surge una pregunta incómoda: ¿dónde están hoy esas voces, que conocen, en carne o en memoria, lo que significa ser perseguido, encerrado, desplazado y asesinado? ¿Por qué no se oyen? ¿Por qué parecieran ser solo observadores de la tragedia que sucede en su segunda patria, Israel?[1] ¿O por qué, con total libertad de expresión, no expresan públicamente la indignación ante la situación creada por el gobierno de Netanyahu, ante el horror de la muerte continua del pueblo palestino? ¿Acaso la historia y la vida en Costa Rica no les enseñaron nada? ¿Dónde están quienes conocen el valor de ser reconocidos como humanos, incluso cuando todo conspira para deshumanizar?
Cuando lo hace un gobierno que afirma actuar “en nombre del pueblo judío”, es fundamental que las voces judías críticas se hagan oír porque tienen el legítimo derecho, y a menudo el deber moral, de deslindarse públicamente de acciones perpetradas en su nombre[2]. Elie Wiesel, escritor judío, sobreviviente del Holocausto, lo puso en estos términos:
Debemos tomar partido. La neutralidad beneficia al opresor, nunca a la víctima. El silencio alienta al verdugo, nunca al verdugado. A veces debemos intervenir. Cuando vidas humanas están en peligro, cuando la dignidad humana está amenazada, las fronteras nacionales y las sensibilidades dejan de importar. Dondequiera que hombres y mujeres sean perseguidos por su raza, religión o ideas políticas, ese lugar debe —en ese momento—convertirse en el centro del universo.”
Indignarse ante las masacres es parte de defender el ‘Nunca más’. Nunca más un holocausto para nadie. Pero pareciera que, ante el silencio, le aceptan a Netanyahu la “Solución Final” de Palestina. No se puede hablar de victoria pasándole por encima al cuerpo de un niño muerto que buscaba comida. No puede ser, pienso, que no se vean en el espejo cuando ven a un palestino y la comodidad no los interpele a expresar su desacuerdo.
No se trata de exigir una postura única, ni de reducir a la comunidad judía a una sola voz. De hecho, dentro y fuera de Israel, muchísimas voces judías se han levantado horrorizadas e indignadas. Desde organizaciones como B’Tselem —quien hoy ponía un dolorosísimo y chocante “Nuestro Genocidio” en su página principal (btselem.org)—, hasta rabinos, escritores, historiadores y sobrevivientes de la Shoah, pasando por exmilitares, que denuncian el genocidio en Gaza como una traición a la memoria histórica del pueblo judío.
En cambio, en Costa Rica, el silencio ha predominado.
Antes del ataque terrorista del 7 de octubre de 2023, el mundo veía con ojos favorables a Israel, una democracia con la cuestión palestina como piedra en el zapato. Hoy en día, los sentimientos han cambiado respecto al país y su gobierno, que en los últimos 660 días ha deslegitimado su causa, perdido adherentes y simpatizantes, y borrado físicamente una ciudad del mapa, Khan Yunis. Ni en el genocidio ruandés, ni en el yugoslavo, ni en el camboyano, ni siquiera en la Segunda Guerra Mundial se arrasó una ciudad con la intención absoluta de reemplazarla con población nueva.
Los judíos costarricenses no podrán negar, como lo hicieron en su tiempo los vecinos de los campos de concentración, que no sabían. Tampoco podrán hablar de la Shoah sin mencionar el genocidio palestino. Simplemente no será posible porque todos lo habremos visto en tiempo real. Si pregunto por los judíos de nuestro país, ¿dónde están sus voces? Es porque el genocidio se comete en su nombre, en este preciso momento. De lo que quede -o no- de Gaza, ustedes, los judíos, serán considerados responsables, estén de acuerdo o no. De nuevo, el gobierno de Netanyahu y sus alianzas de extrema derecha se han encargado de que el mundo entero, desde gentes sencillas hasta reyes[3], hable ya no solo en solidaridad, sino en defensa de la supervivencia del pueblo palestino y de una Palestina libre de ocupación, de colonos y de muerte.
No me sorprendería que, sin más trámite, quienes rehúsen confrontar su propia complicidad me acusen de antisemita. Criticar al gobierno de Israel no es antisemitismo, ni cuestionar el sionismo político equivale a atacar el judaísmo. Al contrario, es reconociendo esa distinción que defendemos al judaísmo como una tradición ética, plural y profundamente solidaria.
[1] Aunque no todo costarricense de religión judía tendrá pasaporte israelí, el Estado de Israel les deja la puerta abierta a que así lo hagan, amparados en sus leyes constitutivas y de principio de retorno: Israel se define como Estado judío desde su Declaración de Independencia del 14 de mayo de 1948, en la que se proclamó la creación de un “Estado de los judíos” en la Tierra de Israel; la Ley del Retorno, aprobada el 5 de julio de 1950, que otorga a todo judío el derecho automático de inmigrar a Israel y adquirir la ciudadanía ; y la Ley Básica: Israel — Estado‑nación del pueblo judío, promulgada el 19 de julio de 2018, que consagra en su Artículo 1 el carácter exclusivo del derecho de autodeterminación nacional del pueblo judío. Estas legislaciones pueden ser consultadas en inglés en el sitio de la Knesset, parlamento del Estado de Israel: https://main.knesset.gov.il/en/activity/pages/basiclaws.aspx
[2] Elie Wiesel escritor judío y ganador del Premio Nobel de la Paz, en sus memorias escribe lo inadmisible del silencio (traducción mia): “Y entonces le expliqué cuán ingenuos fuimos, que el mundo sí lo sabía y permaneció en silencio. Y por eso juré nunca callarme dondequiera y cuandoquiera que seres humanos sufran humillación y dolor. Debemos tomar partido. La neutralidad beneficia al opresor, nunca a la víctima. El silencio alienta al verdugo, nunca al verdugado. A veces debemos intervenir. Cuando vidas humanas están en peligro, cuando la dignidad humana está amenazada, las fronteras nacionales y las sensibilidades dejan de importar. Dondequiera que hombres y mujeres sean perseguidos por su raza, religión o ideas políticas, ese lugar debe —en ese momento—convertirse en el centro del universo. Por supuesto, siendo yo un judío profundamente arraigado en la memoria y la tradición de mi pueblo, mi primera reacción está con los temores judíos, las necesidades judías, las crisis judías. Porque pertenezco a una generación traumatizada, a una generación que vivió el abandono y la soledad de nuestro pueblo. Sería antinatural para mí no hacer mías las prioridades judías: Israel, los judíos soviéticos, los judíos en países árabes… Pero otros también me importan. El apartheid es, a mi juicio, tan abominable como el antisemitismo. Para mí, el aislamiento de Andrei Sájarov es tanto una ignominia como el encarcelamiento de Joseph Begun o el exilio de Ida Nudel. Y lo mismo cabe para la negación del derecho de Solidarność y de su líder Lech Walesa a disentir. Y el interminable encarcelamiento de Nelson Mandela. (Night, pp. 116-117, 1958)
[3] El rey de los Belgas, Felipe , en el día nacional de Bélgica pidió un cese del genocidio y de la crisis humanitaria. https://www.youtube.com/shorts/harW8rHg5Jc
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