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La agricultura costarricense enfrenta hoy uno de los mayores desafíos de su historia reciente. A las ya complejas condiciones propias del clima tropical, altas temperaturas, lluvias intensas, humedad constante, se suma ahora un escenario marcado por la creciente variabilidad climática o cambio en los patrones que se conocían. Sequías prolongadas, eventos extremos cada vez más frecuentes y la proliferación de nuevas y viejas plagas y enfermedades están poniendo en riesgo la productividad de los cultivos y, con ello, la seguridad alimentaria de la población.

Frente a esta realidad, desde la Alianza para la Sostenibilidad Agrícola (ASA) creemos firmemente que es momento de fortalecer el uso técnico y responsable de todas las herramientas disponibles para proteger nuestra producción nacional. Entre ellas, los agroquímicos cuando se utilizan de forma regulada, científica, transparente y dentro de un programa de manejo integrado de plagas, desempeñan un papel clave para garantizar alimentos sanos, suficientes y accesibles.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), hasta un 40% de la producción agrícola mundial se pierde cada año por causa de plagas. En un país como Costa Rica, donde el clima favorece su aparición durante todo el año, ese porcentaje puede ser incluso mayor si no se implementan mecanismos de control adecuados.  El Instituto Meteorológico Nacional, en su área de Gestión de Desarrollo ya ha publicado información originada en Costa Rica donde incrementos en la temperatura en combinación con variaciones máximas o moderadas en la precipitación producen una disminución importante en los rendimientos de los cultivos.

A esto se suma el crecimiento constante de la población costarricense, que ya supera los cinco millones de habitantes. Satisfacer esa demanda alimentaria de manera sostenible exige mantener altos niveles de productividad y calidad en nuestras cosechas. Y para lograrlo, no podemos prescindir de las tecnologías agrícolas que han demostrado ser efectivas.

Los agroquímicos, lejos de ser enemigos del ambiente o de la salud, son aliados cuando se usan con conocimiento, supervisión técnica y bajo normas claras. En este sentido, me permito destacar tres beneficios concretos que ofrece su uso responsable en el contexto nacional:

  • Aumento de la producción de alimentos. El control de plagas y enfermedades en campo permite reducir significativamente las pérdidas y aumentar el rendimiento de los cultivos. Esto se traduce en más alimentos disponibles para el consumo interno y para la exportación, dos pilares fundamentales de nuestra economía agrícola.
  • Reducción del desperdicio agrícola. Proteger los cultivos desde la siembra hasta el almacenamiento disminuye el deterioro de los productos, mejora la eficiencia del sistema agroalimentario y reduce la presión sobre los recursos naturales.
  • Mejora en la calidad de los productos. Los alimentos que llegan a las mesas de los consumidores con mejor apariencia, sanidad y valor nutricional también son más competitivos en los mercados. Esto beneficia al consumidor y al productor por igual.

En momentos donde la agricultura se encuentra bajo el doble reto de alimentar a más personas y adaptarse al cambio climático, debemos alejarnos de los discursos que estigmatizan las herramientas y acercarnos más a la ciencia, a la regulación y a las buenas prácticas agrícolas.  Además, debemos de acelerar la utilización de las nuevas tecnologías como drones, inteligencia artificial, sensores, cámaras multiespectrales, etc., que acompañan la agricultura y contribuyen a hacer aún más eficiente y responsable la utilización de los agroquímicos,

La seguridad alimentaria no se logra eliminando opciones, sino asegurando que las que existen se usen correctamente. Como país, tenemos la capacidad técnica, los marcos regulatorios y el conocimiento para lograrlo. Sigamos trabajando por una agricultura que sea sostenible, sí, pero también productiva, rentable y capaz de responder a los desafíos del presente.

Escrito por: Jorge Cartín, director de la Alianza para la Sostenibilidad Agrícola (ASA).