
Orientadoras y orientadores piden dar un acompañamiento emocional adecuado a las personas menores de edad que están disfrutando de tiempo libre.
La llegada de las vacaciones de medio año significa una pausa en el curso lectivo, en la rutina y en la interacción social de las personas estudiantes. Sin embargo, este periodo tiene un impacto significativo en el estado emocional y social de la población estudiantil.
Por eso, el Colegio de Profesionales en Orientación (CPO) hace un llamado urgente a las familias, autoridades educativas y a la sociedad en general a no bajar la guardia en la vigilancia del al bienestar emocional de niñas, niños y adolescentes, especialmente de quienes enfrentan situaciones de bullying, riesgo social o dificultades emocionales.
Mónica Barquero, representante del CPO explica que “de manera positiva, podríamos entender una disminución del estrés académico, de la ansiedad y de la presión social en estas vacaciones, sin embargo, desde una incidencia negativa, podemos encontrar desigualdad en el acceso de oportunidades, aislamiento social o falta de actividades recreativas, lo que puede generar sentimientos de exclusión”.
La orientadora agrega que hay múltiples factores interrelacionados que impactan el bienestar las y los estudiantes, por ejemplo, la inseguridad alimentaria, porque existen menores que dependen del beneficio del servicio del comedor que se ve interrumpido en muchos centros educativos; además, la exposición a entornos violentos o negligentes, la desmotivación, pocos espacios seguros y la dificultad para acceder a servicios de apoyo.
Para quienes sufren de bullying, las vacaciones pueden tener una doble cara: por un lado, un alivio temporal y distancia con las personas violentadoras, lo que reduce el estrés, miedo o ansiedad. Es una oportunidad para trabajar en la recuperación del autoestima y el reconectarse con otras redes de apoyo como la familia.
Mientras que por otro lado, se generan sentimientos de ansiedad, invisibilidad, abandono o sobrepensar el pasado y el maltrato recibido.
Ante esto, la familia es clave en la detección temprana del riesgo de exclusión con indicadores como cambios en los estados de ánimo (apatía, tristeza, están más irritables), aislamiento social, evitación al hablar, resistencia o rechazo al tema educativo.
También se pueden encontrar síntomas físicos como dolor de cabeza o de estómago, náuseas, trastorno del sueño, cambio de apetito, descuido personal, conductas agresivas o evitativas, así como signos de baja autoestima.
Las personas profesionales en Orientación advierten que las consecuencias de la ausencia de un acompañamiento emocional oportuno en este periodo pueden ser, por ejemplo, el aumento de sentimientos de soledad o abandono, pues tienden a sentirse invisibilizados.
Además, se puede presentar un agravamiento de la salud mental, estudiantes con ansiedad y/o depresión, que pueden desembocar en ideación suicida o autolesiones y se da un mayor riesgo en la desvinculación académica. Por otro lado, se puede fomentar un silencio emocional, porque las personas menores de edad se reprimen y callan lo que están sintiendo y pensando.
“Es fundamental que exista una escucha activa, sin juzgar, validar lo que sienten y piensan las niñas, niños y adolescentes; mantener rutinas flexibles (para comer, dormir, el descanso, actividades recreativas lúdicas, etc), espacios de expresión emocional y el respeto a la diversidad”, asegura la representante del CPO.
Se recuerda a las familias que no se trata de hacer grandes cosas, sino de estar presentes con intención, ofrecer escucha y afecto; también es importante establecer conversaciones a partir de preguntas cotidianas, no tiene que ser un diálogo elaborado. Propiciar un hogar amoroso, esto, aunque sencillo, puede ser el mejor refugio emocional durante este tiempo libre de compromisos académicos.
Asimismo, las personas profesionales en Orientación recomiendan al sistema educativo, prepararse después del receso para identificar, acompañar y apoyar a quienes puedan volver más vulnerables emocional, social o académicamente.
“Las vacaciones no son una pausa del acompañamiento emocional. Son una oportunidad para fortalecer los vínculos, proteger a quienes más lo necesitan y construir entornos seguros y significativos para nuestras niñas, niños y adolescentes”, concluye Barquero.