
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Envoy Magazine
A medida que la inteligencia artificial (IA) transforma rápidamente los sistemas de conocimiento, las estructuras de gobernanza y las trayectorias del desarrollo global, surge una pregunta fundamental: ¿Quién posee los algoritmos que están dando forma a nuestro futuro colectivo? Hasta la fecha, el desarrollo de la IA ha estado en gran medida concentrado en manos de unas pocas corporaciones y países poderosos, predominantemente en el Norte Global. Sin embargo, cada vez son más las voces —especialmente desde el Sur Global— que exigen un enfoque multilateral, basado en los derechos humanos, que se centre en el interés público, la equidad y la transparencia.
La urgencia de este cambio está ganando impulso en los niveles más altos de la gobernanza global. En un hito histórico, la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) adoptó el “Pacto para el Futuro”, que incluye el Pacto Digital Global (PDG), un marco orientado a promover una cooperación digital inclusiva, ética y responsable. Además, la Resolución 79/1 de la AGNU hace un llamado a establecer un Panel Científico Internacional Independiente y Multidisciplinario sobre la IA, así como a lanzar un Diálogo Global sobre la Gobernanza de la IA —ambos pasos clave hacia la reimaginación de la IA como un bien público global y no como un activo de propiedad exclusiva.
Actualmente, el desarrollo de los Modelos de Lenguaje de Gran Escala (LLM, por sus siglas en inglés) y otros sistemas avanzados de IA sigue concentrado de forma abrumadora en el Norte Global. Estos modelos son entrenados, gobernados y desplegados dentro de contextos culturales, políticos y económicos limitados, lo cual a menudo refuerza desigualdades históricas. Mientras tanto, los países del Sur Global permanecen en una posición de dependencia digital, con escasa influencia sobre el diseño y la aplicación de estas tecnologías. Esta creciente asimetría amenaza con convertir a la IA en una nueva forma de colonialismo tecnológico, donde las comunidades marginadas se convierten en receptoras pasivas de herramientas que ni reflejan sus realidades ni responden a sus necesidades.
Paradójicamente, gran parte de los datos utilizados para entrenar estos sistemas de IA provienen precisamente del Sur Global, ya sea a través de interacciones en redes sociales, monitoreo ambiental o infraestructuras públicas. Sin embargo, las regiones que generan estos datos rara vez se benefician del valor que producen. Si la IA respondiera realmente a las necesidades y realidades del Sur Global —incorporando sus dimensiones lingüísticas, culturales y de desarrollo— podría convertirse en un catalizador de equidad, sostenibilidad y autodeterminación.
Esa es la visión que impulsa a Poseidon-AI, fundada no en Silicon Valley, sino en Singapur, corazón de los sistemas alimentarios costeros y la acuicultura asiática. Poseidon-AI integra IA, aprendizaje automático y tecnologías de Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés) para apoyar la acuicultura climáticamente resiliente y la agricultura sostenible, especialmente en el sudeste asiático y China, donde se produce cerca del 90% del marisco mundial. En estas regiones, el aumento de las temperaturas amenaza la supervivencia de especies acuáticas poiquilotermas (de sangre fría), mientras que el uso excesivo de antibióticos, la contaminación por microplásticos y la disminución de la calidad del agua son preocupaciones cada vez más urgentes. Poseidon-AI trabaja directamente con productores locales, comunidades y gobiernos para implementar herramientas de IA adaptadas a desafíos reales: desde la detección temprana de enfermedades hasta el monitoreo del agua y la conservación de la biodiversidad, asegurando que la tecnología funcione en favor de las personas y los ecosistemas que más la necesitan.
No obstante, el verdadero impacto de Poseidon-AI se hizo evidente durante la pandemia de COVID-19, cuando las cadenas de suministro globales se vieron interrumpidas, las medidas de cuarentena fueron severas y muchas comunidades marginadas quedaron rezagadas. En respuesta, Poseidon-AI desplegó sus Sistemas Integrados de Acuicultura (IAS, por sus siglas en inglés) para apoyar a comunidades indígenas y vulnerables en Costa Rica, y colaboró en prácticas sostenibles de cultivo arroz-peces en Ghana. Estos sistemas emplearon captación de agua de lluvia, tejas de arcilla, energía solar y algoritmos de monitoreo asistidos por IA para ayudar a las comunidades a producir sus propios alimentos de manera sostenible, e incluso generar ingresos con la producción excedente. A pesar de desafíos como las barreras lingüísticas, costumbres alimentarias tradicionales, el acceso limitado a agua limpia y energía, y estructuras sociales patriarcales, el enfoque personalizado y centrado en la comunidad de Poseidon-AI permitió superar estos obstáculos mediante tecnología innovadora y culturalmente sensible.
El respaldo de diversas instituciones hizo esto posible, entre ellas el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés) y socios nacionales como el Banco Nacional. Tal vez el momento más simbólico fue la visita de la Vicesecretaria General de las Naciones Unidas, Amina Mohammed, al territorio indígena de Talamanca, Costa Rica. Con la ayuda de una traductora, conversó con mujeres y niñas locales—algunas de las cuales, por primera vez en sus vidas, cultivaban tomates usando únicamente agua de lluvia, invernaderos de tejas de arcilla y técnicas asistidas por IA. Fue un momento definitorio para Poseidon-AI y un ejemplo contundente de cómo la innovación inclusiva puede empoderar incluso a las comunidades más remotas y desatendidas.
Años después, el impulso continúa creciendo. Las agencias de la ONU ya están trazando el camino a seguir: el PNUD apoya Infraestructuras Digitales Públicas (DPI, por sus siglas en inglés) que priorizan sistemas digitales de código abierto y de interés público en el centro de la gobernanza y la prestación de servicios. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés) ha reforzado esta visión mediante su Recomendación sobre la Ética de la Inteligencia Artificial, adoptada por más de 190 Estados Miembros, que establece el primer marco global que subraya los derechos humanos, la inclusión y el diálogo intercultural. Por su parte, el Instituto de las Naciones Unidas para Formación Profesional e Investigaciones (UNITAR, por sus siglas en inglés) está ampliando la alfabetización sobre IA y gobernanza entre responsables políticos y actores de la sociedad civil en los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID), los Países Menos Adelantados (PMA) y zonas afectadas por conflictos, precisamente donde la inclusión en IA puede tener impactos transformadores.
La Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) también está desempeñando un papel crucial al reunir a actores globales para desarrollar normas sobre IA, fomentar la interoperabilidad y garantizar que la infraestructura de telecomunicaciones—un requisito previo para el despliegue de la IA—sea accesible, segura e inclusiva. A través de iniciativas como AI for Good, la UIT conecta a innovadores, responsables políticos y comunidades—especialmente en países en desarrollo—para garantizar que las tecnologías de IA se utilicen en favor del desarrollo sostenible y con impacto real. Su labor complementa los esfuerzos del PNUD, la UNESCO y UNITAR al proporcionar la columna vertebral digital necesaria para respaldar la equidad en IA a lo largo de distintas geografías.
Para desbloquear el verdadero potencial de la IA para la humanidad, debemos avanzar hacia un Común de la IA: un ecosistema compartido globalmente de recursos de IA abiertos, éticos e inclusivos, gobernados en función del interés público. Así como protegemos el aire limpio, la salud pública y la investigación científica, la IA—especialmente en sus aplicaciones en educación, agricultura, conservación y servicios públicos—debe ser tratada como un bien común. Esto implica priorizar modelos de código abierto, invertir en conjuntos de datos cultural y lingüísticamente diversos, y desarrollar estructuras de gobernanza participativas que empoderen a las comunidades—y no solo a las corporaciones—a dar forma a los sistemas de IA que influirán en su futuro.
Este no es un llamado a frenar la innovación, sino una exigencia para democratizarla. Si se guía por la justicia y la inclusión, la IA puede ayudar a cerrar—y no a ampliar—las brechas de nuestro mundo. Y como demuestra la historia de Poseidon-AI, cuando la innovación se fundamenta en la equidad, la sostenibilidad y el liderazgo comunitario, incluso las tecnologías más avanzadas pueden amplificar las voces más olvidadas de la humanidad.
Este artículo fue escrito por Amaj Rahimi-Midani, científico ambiental costarricense-iraní y fundador de Poseidon-AI.