Esta semana le correspondía a mi hija llevar un instrumento musical al maternal. Esto por motivo del Día Europeo de la Música, que es el 21 de junio. Como buen artista, en casa tengo un repertorio de instrumentos musicales para niños de entre 0 y 2 años. Llámese xilófono, piano y maracas. Cuando llegó la tarea del instrumento, me ilusioné mucho al pensar que, por primera vez, iba a tener un acercamiento en su centro educativo a la música.
Sin embargo, este no es su primer acercamiento a la música como tal, ni mucho menos a las artes en general. Desde que tenía cero meses, escuchábamos audiolibros y nos poníamos a componer música entre los dos. Me refiero a un conjunto de notas musicales que están lejos de ser una obra maestra, pero que estaban muy cercanas a fortalecer el vínculo padre-hija. De igual forma, The Secret Garden (El jardín secreto) se convirtió en el primer audiolibro que escuchó con apenas dos meses, seguido de las versiones de Harry Potter narradas por Carlos Ponce. Y es que mi objetivo es compartirle esa felicidad que las artes me transmiten a mí desde siempre.
Fue así como esta semana llegó a su clase con su piano de juguete a celebrar y compartir con sus compañeros. Al salir y recogerla, puse música para celebrar el acontecimiento. Empero, lo que me sorprendió fue escucharla hablar conmigo sobre el tema ese mismo día. “Papá, no quelo múkala”, fue lo que me alcanzó a decir mientras yo me rajaba en una nota alta cantando Solo como amigos de Los Alegrísimos. ¡Qué va! En mi creciente ilusión no alcancé a pensar que tal vez le gusta la música, mas no como su papá la expone a la misma. Que tampoco soy mal cantante, pero que la hija lo calle a uno… hiere el ego.
Al final, mi consejo de esta semana es que busquen la forma de exponer a sus retoños a las artes, que en el largo plazo los hará seres humanos cultos. Para cerrar, llegué a la conclusión de seguir dedicándome a la escritura y agotar toda posibilidad de una carrera artística en el canto. Eso se lo dejo a mi esposa, que sí le hace, y quizás a mi hija. Yo solo ahorro, que uno nunca sabe si se le mete ir a Juilliard algún día. Si eso pasa, para variar, la culpa será del arte.