Los bancos: esos lugares con guardias de seguridad, detectores de metales, cajas fuertes y auditores; sitios que resguardan nuestro dinero y que se sostienen sobre la fragilidad de una confianza cada vez más escasa.
El dinero: esa construcción social que usamos para asignar valor, que se crea, se gana, se pierde o se acumula, y que incluso llega a definir el éxito o el fracaso de una vida.
En 1855, el jefe indígena Noah Sealth escribió al presidente de Estados Unidos:
Solo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado, el último pez atrapado, te darás cuenta de que no se puede comer dinero”.
Hoy, con una extracción de recursos naturales que duplica cada año la capacidad de regeneración del planeta Tierra, y con seis de los nueve límites planetarios ya rebasados, estamos increíblemente cerca de llegar al punto de no retorno.
Frente a esta realidad irrefutable desde la ciencia, propongo que Costa Rica dé un paso al frente e impulse un nuevo Sistema Bancario Nacional, uno que esté alineado con las necesidades humanas de ese futuro cercano. Aquí presento la propuesta de articulación de ocho bancos que, más que metáforas, deberían convertirse en pilares estratégicos de una política de Estado que nos prepare para sortear los retos del próximo decenio:
- El Banco de Semillas: El Banco de Semillas Forestales (BSF) ya existe en Costa Rica, está en el CATIE (Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza), fue creado desde 1967 para contribuir al intercambio e investigación de semillas en la región latinoamericana. Es impostergable invertir tanto en la seguridad como en la soberanía alimentarias, revisar a fondo las dietas de la población costarricense a la luz de la disponibilidad real de nutrientes y los riesgos del calentamiento global, la pérdida de biodiversidad y de suelos fértiles. Sin buenas semillas, no habrá buena comida, y sin alimentos disponibles la inflación se dispara.
- El Banco de Alimentos: También existe; es una organización sin fines de lucro fundada en el 2012 que se dedica a recibir donaciones de las empresas privadas para proporcionar alimentos y productos de primera necesidad a personas que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad y pobreza, a través de alianzas con organizaciones sociales y comunitarias. Siendo el desperdicio de alimentos uno de los mayores problemas económicos, logísticos y morales de nuestro tiempo, es necesario el fortalecimiento del Banco de Alimentos pero con una visión que supere el asistencialismo y la filantropía, pues podría generar grandes ahorros, reducir pérdidas desde el campo hasta la mesa, y aumentar la cobertura para eliminar el hambre y la desnutrición en muchos hogares del país. Esta es una deuda urgente de honrar.
- El Banco de Sangre: Desde 1943, la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) es la entidad responsable del Banco Nacional de Sangre y de la Comisión de Sangre y Hemoderivados. A partir de ese momento, el país ha avanzado significativamente en la seguridad sanguínea y la donación voluntaria. Sin embargo, no existe una estrategia con visión y alcance nacional que evite que haya periodos de escasez que pongan en riesgo la vida de las personas. Esta estrategia debe incluir más educación, comunicación, infraestructura y conexión entre sectores públicos y privados. Hablemos de transfusiones, que son las más valiosas transferencias.
- El Banco de Textiles: Aún no existe, y representaría una amortización al problema ambiental de la producción excesiva de textiles en el mundo. Lo cierto es que, frente a los eventos trágicos como inundaciones, incendios o el aumento en las migraciones, se requiere un mejor uso de esos recursos textiles. Un Banco bien organizado promovería la donación, el reuso y la reparación, y podría representar alivio para familias víctimas de desastres o de escasos recursos económicos; además, podría evitarle al Estado gastos elevados en compras de insumos textiles en momentos de emergencia.
- El Banco de Miel: Tampoco existe aún. Es bien conocida la importancia de las abejas en la labor de polinización, pero, además, la miel que producen es un alimento con capacidad para durar mucho tiempo sin deteriorarse, incluso miles de años, debido a su bajo contenido de agua, alta concentración de azúcares, su pH ácido, y enzimas que tienen propiedades antibacterianas y antimicrobianas. En tiempos de escases de alimentos, la miel podría suplir una buena parte de las necesidades calóricas de la población. Eso sí, se deben incorporar prácticas regenerativas, para no afectar en sobremanera el bienestar de las abejas. La humanidad estará por siempre en deuda con ellas.
- El Banco de Hongos: También en la lista de creación. Dada la reducción de tierras disponibles y su fertilidad, el cultivo de hongos, específicamente las setas podría ser una pieza clave en la alimentación del futuro. Se cree que hay unas 100 mil especies en el mundo. Las setas son muy preciadas por su alto contenido proteico y de vitaminas y su casi total carencia de lípidos y carbohidratos. El consumo equilibrado de setas se ha asociado con beneficios para la salud, es fuente de vitamina D, reduce el riesgo de cáncer, regula la microbiota y el sistema inmunológico. Se pueden cultivar en espacios pequeños y con pocos insumos, lo cual resulta muy atractivo para una estrategia de reconversión productiva subsidiada por el Estado.
- El Banco de Microalgas: Costa Rica cuenta ya con un laboratorio de microalgas de alta tecnología producto de muchos años de riguroso trabajo académico en el Tecnológico de Costa Rica, con suficiente investigación y resultados para llevar adelante una gran industria de impacto global. Estos organismos unicelulares no solo capturan más dióxido de carbono que los árboles, sino que sus aplicaciones son amplísimas, desde fertilizantes, bioestimulantes de cultivos, en limpieza de aguas contaminadas, biocombustibles, alimentación de animales de domésticos, de granja y acuicultura; incluso para la alimentación humana, gracias a su alto contenido proteico. Sin lugar a dudas, una inversión segura.
- El Banco de Tiempo: El Banco del recurso más finito y valioso que tenemos. La creación del Banco de Tiempo vendría a articular un Programa Nacional de Voluntariado que vincule a la empresa privada, el sector público y la sociedad civil: organizaciones sin fines de lucro, fundaciones, grupos de ambientalistas, activistas y hasta medio millón de personas pensionadas, solo por mencionar algunos que podrían abrir su cuenta, realizar depósitos y retiros, y obtener altos beneficios a cambio de su tiempo. Con una visión estratégica y capacidad de negociación, miles de horas podrían dirigirse a atender necesidades urgentes del país en educación, cuido y protección ambiental y del agua, logrando un impacto superior al que se obtiene ahora con los recursos dispersos y mal invertidos.
Tejer este nuevo Sistema Bancario Nacional requiere capacidad de innovación y también dinero, sí, pero en una gestión que esté orientada al bien común y a una verdadera gestión del riesgo: la que fortalece la resiliencia de las comunidades y reduce la dependencia de cadenas de abastecimiento largas, frágiles y dominadas por muy pocos. El costo de no hacerlo, representará una deuda enorme con la generación de nuestros hijos e hijas.
Con este nuevo Sistema Bancario Nacional nuestras principales necesidades humanas estarían cubiertas. ¿Estará el país listo para una reforma que mueva grandes inversiones hacia un verdadero mercado de valores?
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