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"No existe justificación alguna para la violencia contra un niño, niña o adolescente. Nunca. En ninguna circunstancia".

Cada 4 de junio, el mundo conmemora el Día Internacional de los Niños Víctimas Inocentes de Agresión, una fecha proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas para visibilizar el sufrimiento de millones de niñas y niños que han sido víctimas de conflictos armados, violencia doméstica, abuso sexual, negligencia y otras formas de maltrato. Sin embargo, más allá de esta fecha simbólica, la realidad es que la violencia contra la niñez sigue siendo una epidemia silenciada en muchos países, incluida Costa Rica.

Según el Informe Mundial sobre Violencia contra los Niños de la ONU, hasta 1.000 millones de niñas y niños entre 2 y 17 años han sufrido violencia física, sexual o emocional en el último año en el mundo. En el contexto nacional, el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) reportó en 2023 más de 60.000 denuncias por situaciones de riesgo o vulneración de derechos, de las cuales más de la mitad estaban relacionadas con negligencia, abuso físico y psicológico.

“La violencia infantil no siempre deja huellas visibles. Las cicatrices emocionales, la inseguridad, la culpa y el miedo suelen permanecer ocultos, pero acompañan al niño durante toda su vida”, advierte Álvaro Solano, director de la Escuela de Psicología de la Universidad Fidélitas. Y es que el daño no se limita a la infancia: trastornos de ansiedad, depresión, dificultades para establecer vínculos afectivos, bajo rendimiento escolar, adicciones e incluso conductas suicidas son algunas de las consecuencias a mediano y largo plazo.

¿Cómo se manifiesta la violencia infantil?

La violencia contra la niñez adopta múltiples formas, todas igualmente graves y con efectos devastadores:

  • Violencia física: golpes, empujones, quemaduras, halones de cabello o cualquier castigo corporal.
  • Violencia psicológica: insultos, humillaciones, amenazas, desvalorización o indiferencia emocional.
  • Negligencia: omisión de cuidados básicos como alimentación, salud, afecto, seguridad o escolaridad.
  • Abuso sexual: cualquier contacto o comportamiento sexual dirigido hacia un menor, con o sin contacto físico.

Solano destaca que "la negligencia emocional y la violencia psicológica, aunque menos visibles que los golpes, son profundamente dañinas. Dejan al niño -niña con una sensación constante de inseguridad, abandono y desprotección que impacta su desarrollo psicosocial y su capacidad para confiar en los demás".

El silencio también es violencia

Uno de los mayores desafíos es la normalización del maltrato y el silencio cómplice de muchos adultos. Muchas agresiones no son denunciadas por miedo, desconocimiento o porque se consideran parte de la “disciplina tradicional”. En este sentido, denunciar es un acto de amor y responsabilidad colectiva.

El Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha enfatizado que los Estados deben adoptar medidas urgentes para garantizar la protección integral de la niñez, incluida la capacitación de padres, docentes y profesionales en métodos de crianza respetuosa, así como la obligación de denunciar toda sospecha de maltrato.

¿Qué podemos hacer como sociedad?

Proteger a la niñez no es solo responsabilidad de las instituciones. Es un compromiso ético y humano que involucra a todos los actores sociales. Algunas acciones clave incluyen:

  • Fomentar espacios donde los niños y niñas puedan expresar sus emociones sin miedo ni juicio.
  • Enseñarles desde temprana edad que su cuerpo es suyo y que nadie tiene derecho a vulnerarlo.
  • Estar alerta a señales de alarma: cambios de conducta, retraimiento, miedo, pesadillas recurrentes, regresión en el desarrollo o disminución del rendimiento escolar.
  • Crear entornos seguros en el hogar, la escuela y la comunidad, basados en el respeto, la escucha activa y la protección.
  • Buscar ayuda profesional ante cualquier sospecha de abuso o maltrato.

Las niñas y los niños tienen derecho a vivir libres de violencia, a crecer en entornos que les garanticen seguridad, afecto y dignidad. Cada caso de maltrato infantil es un fracaso colectivo que nos interpela como sociedad.

Álvaro Solano enfatiza que “proteger a la niñez no es un acto caritativo, es un deber ético y legal. Debemos fortalecer las redes de apoyo, garantizar el acceso a la justicia y construir una cultura de respeto en la que ninguna forma de violencia sea tolerada ni justificada”.