Cuando viajé a París al inicio del año, uno de los momentos más memorables fue cuando fui a ver la Catedral de Notre Dame. Cuando llegué al lugar, pensé en el gran incendio que había atravesado en el año 2019. Recuerdo bien que lo primero que se me vino a la cabeza respecto a este suceso fue la forma en la que, cuando bien se pudo haber dejado la catedral descuidada, destruida, o incluso derrumbarla, el pueblo francés eligió mantener su patrimonio histórico y darle las remodelaciones pertinentes para que subsistiese. Hoy, esa catedral sigue en pie, tal vez un poco diferente a lo que era antes, pero su esencia histórica se conserva y es honrada por las miles de personas que la visitan.

Desde esa visita, me quedé pensando en que, precisamente, este hecho podría ser una perfecta lección y metáfora para el ejercicio de la política, más específicamente para esas estructuras partidarias históricas que atraviesan grandes crisis y que están en la encrucijada entre si quedarse con la tradición o dirigirse hacia nuevos horizontes. Fue entonces donde, en el contexto de la crisis del Partido Liberación Nacional (PLN) en Costa Rica, pensé en que esta pequeña memoria sobre mi visita a Notre Dame, sería una buena forma para abrir este artículo en el que diré mi opinión sobre lo que creo necesita el PLN para sobrevivir de cara al 2026.

En enero de este año ingresé oficialmente al PLN. Sí, un partido al cual, incluso hoy en día, le critico muchísimos aspectos, pero le rescato algo fundamental que a mi opinión posee a diferencia del resto de agrupaciones políticas de nuestro país, y es precisamente esa base sólida tanto de experiencia gubernamental como de militancia que a través de la historia se han construido.

Sin dudas, el PLN ha tenido enormes aciertos y desaciertos. Dentro del liberacionismo ha habido y hay personajes nefastos, como también liderazgos positivos que han hecho y hacen aportes importantes al desarrollo de nuestro país. Entre más grande un partido, más diversos en términos de ejercicio político, estrategia y perspectiva pueden llegar a ser sus miembros. Y, sin embargo, esta diversidad de pensamiento no debe ser un obstáculo para que exista una solidez ideológica, ni tampoco debe ser una excusa para vender o abandonar los principios estatutarios o ideológicos del partido. De aquí va mi primer punto.

El primer punto clave que necesita el PLN para sobrevivir al 2026, es la solidez ideológica. Estamos en un contexto tanto nacional como global donde las ideologías juegan un rol ahora más que nunca trascendente dentro de la percepción de las personas votantes para la elección de sus representantes. Aunado a esto, si hay algo que sostiene a los partidos políticos, es su base axiológica e ideológica. No existe un partido político fuerte sin ideología fuerte. Un partido se cae cuando deja sus principios esenciales de lado. Y creo que ese ha sido un motivo por el cual el PLN ha caído tanto en las últimas elecciones: ya no es el partido socialdemócrata que dice ser.

Un partido que se define socialdemócrata, que es parte de la Internacional Socialista, y que aboga por el Estado Social y Democrático de Derecho debe ser consciente que su línea parte de los principios y valores del progresismo. Y sin embargo, en el partido existen muchas figuras conservadoras, e incluso personas que ni siquiera son socialdemócratas, y más bien, caen en categorías distintas, como lo es el neoliberalismo. Esta crisis y división entre liberacionistas socialdemócratas y no socialdemócratas no sólo rompe la cohesión partidaria, sino que debilita la solidez ideológica, y por tanto, la estructura partidaria.

Por lo anterior, la figura de don Álvaro Ramos como candidato me llena muchísimo de esperanza e ilusión. Don Álvaro, además de ser una persona sumamente preparada, brillante y experimentada, se ha posicionado acorde a los principios socialdemócratas en varias ocasiones, y eso es algo que creo puede traer muchísimos beneficios no solo al partido sino al progresismo costarricense y, por consiguiente, al desarrollo sostenible, democrático y humanista del país para todas las personas. Otro punto fuerte de don Álvaro es su cercanía con las personas jóvenes y el importante protagonismo que les ha brindado, lo cual me lleva a mi segundo punto.

El PLN requiere de caras jóvenes para sobrevivir a las elecciones. Y a su vez, que estas sean autónomas, progresistas e independientes.

Me preocupó mucho, por ejemplo, que en la elección de este año para la Presidencia de la Juventud, uno de los dos candidatos fuese una persona que aparte de estar muy cercana a dejar de ser una persona joven, también fuese sumamente alejada de lo que implica ser socialdemócrata, tal vez no diciendo esto explícitamente, pero posicionándose muy diferentemente a estos principios en determinadas ocasiones, por ejemplo, dándo su respaldo a la vía rápida de las jornadas de 12 horas. Sin embargo, quién resultó victorioso fue el candidato progresista, trayendo aires de esperanza y dando el mensaje que las juventudes liberacionistas se posicionan de forma progresista, sin obedecer a intereses particulares, y con autonomía.

De aquí parte el tercer punto: el PLN necesita saber a qué audiencia apelar. En la política, si intentamos caerle bien a todas las personas, aunque tengamos que poner nuestros principios de lado, no lograremos concretar una credibilidad sólida, ni tampoco obtendremos resultados positivos; más bien, tendremos señalamientos de tibieza. A esto mismo voy: el PLN debe saber, desde la conciencia de cuál es su ideología, hacia qué rumbo dirigirse.

Un error, siento yo, ha sido que, en las tres campañas anteriores, candidaturas han sido políticos tradicionales, parte de las élites costarricenses, que además han apelado a posturas conservadoras a punta de intentar ganar el apoyo neoliberal. Sin embargo, es importante recordar una cosa: quienes son de derecha en Costa Rica, poseen ya muchísimas opciones de las cuales elegir. El voto progresista, por otro lado, casi no posee opciones más allá del Partido Frente Amplio, el Partido Acción Ciudadana, o los partidos cantonales. Es aquí donde el PLN puede surgir como una fuerza política progresista auténtica que, desde esa línea, puede desmarcarse de lo tradicional o de lo que por muchos años el pueblo costarricense ya ha estado cansado de. Y claro, esto no implica en lo absoluto cerrar puentes de diálogo con sectores democráticos no progresistas. Hablar y escuchar no implica tener que negociar en lo que creemos.

Cuarto, y último punto clave: el PLN debe mirar hacia el futuro. Claro, hay figuras a lo interno que poseen muchísima experiencia política que se pueden escuchar. Al mismo tiempo, estas figuras deben entender que su ciclo, quizás, ya está culminando, y que es hora que se le pase la batuta a otras personas. Es aquí donde me parece fundamental que el PLN no se aferre a lo que fue. Sí, hay logros históricos, pero también fuertes y grandísimos errores presentes, a los cuales hay que prestar atención y corregir para propiciar el espacio para aciertos futuros que traigan frutos positivos no solo para el partido, sino para algo más importante: el bienestar y el progreso del país.

El PLN acertó, definitivamente, con don Álvaro Ramos. Ahora, de cara a la Asamblea Nacional para la elección de diputados y diputadas, el partido debe hacer hincapié en propuestas y personas jóvenes, progresistas, socialdemócratas, comprometidas con el cambio, conscientes y abiertas a la autocrítica, y sobre todo, comprometidas por una mejor Costa Rica donde las personas hacemos patria y construimos futuro.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.