Costa Rica ha demostrado que el verdadero progreso no se mide únicamente en cifras macroeconómicas, sino en la capacidad de generar oportunidades, cerrar brechas sociales y construir un futuro más justo y sostenible. En este camino, las universidades públicas han sido protagonistas indiscutibles.

Desde mi experiencia como comunicador social en la Universidad Estatal a Distancia (UNED) en los últimos nueves meses he sido testigo de cómo este centro universitario ha canalizado los recursos destinados a la educación en proyectos que impactan directamente a las comunidades, fortaleciendo el tejido social y económico desde la base.

Uno de los programas más emblemáticos es UNED Impulsa, respaldado por el Sistema de Banca para el Desarrollo (SBD), que ha apoyado la creación de 31 emprendimientos en áreas como turismo, gastronomía, producción sostenible y tecnología. Más de 800 emprendedores han buscado apoyo en sus convocatorias, recibiendo capital semilla y asesoría estratégica para consolidar negocios que generan empleo, innovación y desarrollo local.

En alianza con el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), la UNED también ha brindado formación empresarial a emprendedores en distintas regiones del país. En Palmares, por ejemplo, 17 empresas iniciaron su capacitación con el curso de Modelo de Negocios, fortaleciendo sus capacidades para enfrentar los desafíos del mercado.

La educación también ha sido una herramienta para la inclusión con el Programa de Bachillerato para la Empleabilidad y el Emprendimiento (BEE), desarrollado junto al Ministerio de Educación Pública (MEP), ofrece una segunda oportunidad a personas que no lograron completar sus estudios secundarios entre 1988 y 2019. Gracias a esta iniciativa, cientos de costarricenses pueden obtener su título sin costo, con materiales accesibles en línea, mejorando así sus posibilidades de inserción laboral.

En el ámbito ambiental, la UNED ha liderado proyectos de gran impacto con la restauración de arrecifes coralinos en Isla Tortuga, con la siembra de 2.000 fragmentos de coral, ha contribuido a regenerar la vida marina y fortalecer la economía de comunidades costeras. Además, el proyecto “Árboles líquidos” ha desarrollado una alternativa innovadora contra la contaminación urbana, demostrando que 240 litros de microalgas pueden absorber tanto CO₂ como 20 árboles jóvenes.

En materia de equidad de género, la universidad ha graduado a 990 mujeres en disciplinas STEM en los últimos tres años, reafirmando que la educación superior es clave para cerrar brechas en ciencia y tecnología.

El compromiso con el bienestar social se refleja en el proyecto Ciudades Compasivas, desarrollado junto a la Fundación Partir con Dignidad y Coopenae, que capacita a cuidadores de pacientes terminales. En su fase piloto, 30 personas han recibido formación integral en atención paliativa, con el objetivo de extender este modelo a todo el país.

Desde la cooperación internacional, el proyecto VALORARROZ, en conjunto con universidades de Paraguay y España, ha impulsado un modelo de bioeconomía circular para valorizar la cascarilla de arroz, promoviendo sostenibilidad en la industria agrícola.

La UNED también ha liderado esfuerzos de conservación ambiental, como el monitoreo del jabirú —una de las aves más emblemáticas del país— durante más de 30 años, y la publicación de la Guía de plantas de importancia para las abejas en Costa Rica, que promueve la protección de polinizadores esenciales para los ecosistemas.

Invertir estratégica

La educación no es un gasto, es una inversión estratégica. Es la base sobre la cual se construyen sociedades más equitativas, economías más resilientes y democracias más sólidas. Las universidades públicas han demostrado con hechos que cada colón invertido en conocimiento se traduce en oportunidades, innovación y bienestar.

Costa Rica debe continuar apostando por la educación como su principal motor de desarrollo. No podemos permitir que la falta de financiamiento detenga el avance de miles de estudiantes, emprendedores e investigadores que hoy construyen el país.

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