Los Principios Cristianos de Justicia Social, establecidos en el artículo 74 constitucional y en los artículos 1 y 422 del Código de Trabajo, no es otra cosa que la doctrina social de la Iglesia Católica. Nace en el siglo XIX“cuando se produce el encuentro del Evangelio y la sociedad industrial moderna, sus nuevas estructuras para producción de bienes de consumo, su nueva concepción de la sociedad, del Estado y de la autoridad, sus nuevas formas de trabajo y de propiedad”; encuentro y exigencias del mensaje evangélico con los distintos problemas que surgen en la sociedad humana. Es una doctrina moral-social, que señala los principios morales en busca de la paz, la justicia y la caridad entre los seres humanos. Su objetivo es interpretar las realidades del mundo.
Se desarrolla en varias Encíclicas: la Rerum Novarum (1891), del papa León XIII, encíclica programática; la Quadragesimo Anno (1931); la Mater et Magistra (1961); la Populorum Progressio (1967); la Laborem Exercens (1981); la Sollicitudo Rei Sociales (1987); la Centesimus Annus (1991); la Caritas in Veritate (2009), entre otros. Desarrolla sus propios principios fundamentales y criterios de juicio que iluminan todo su contenido, los cuales permiten emitir juicios sobre las situaciones, las estructuras y los sistemas sociales, además inspiran directrices para la acción y por lo tanto pueden servir como una fuente de inspiración para el legislador. “Viene a ser una fuente de unidad y de paz frente a los conflictos que surgen inevitablemente en el sector socioeconómico. De esta manera se pueden vivir las nuevas situaciones, sin degradar la dignidad trascendente de la persona humana ni en sí mismos ni en los adversarios, y orientarlos hacia una recta solución.”
La tradición de las encíclicas sociales en los tiempos modernos comienza, pues, con la Rerum Novarum de León 13, demostrando la preocupación de los papas por las cuestiones sociales y económicas.
Sobre esa línea, esta doctrina social ha tenido una visión antropológica más racional, óptima y justa de la persona, expuesta principalmente en la encíclica Laborem Exercens de Juan Pablo II. En ella se desarrolla una visión más humana del trabajo, caracterizándolo como “una dimensión fundamentalmente de la existencia del hombre en la tierra” y como “una actividad a desarrollar en el mundo”.
La persona humana es el sujeto propio del trabajo, “el cual sirve a la realización de su propia humanidad y al perfeccionamiento de su vocación personal”. Se aparta, radicalmente, de la estrecha visión del liberalismo y del socialismo donde “la persona es una parte del engranaje de la máquina de producción y se le ve apenas como su instrumento y objeto de consumo”. Apartándose, de esas abyectas y reduccionistas concepciones antropológicas del liberalismo y del socialismo, la doctrina social de la Iglesia coloca en su verdadero lugar al hombre y a la mujer trabajadores.
Expresa la encíclica Centesimus Annus: “Lo que constituye la trama y en cierto modo la guía (…) de toda la doctrina social de la Iglesia, es la correcta concepción de la persona humana y de su valor único.” Una dignidad que le viene de su imagen de Dios. León 13, con su encíclica programática Rerum Novarum, afrontó -expresa el actual papa León 14- “la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial; y hoy la Iglesia ofrece a todos su patrimonio de doctrina social para responder a otra revolución industrial y a los desarrollos de la inteligencia artificial, que traen nuevos desafíos para la defensa de la dignidad humana, la justicia y el trabajo”
En efecto, el mundo del trabajo es uno de los pilares que sostienen el tejido social. Por ello, esta doctrina social, nos permite considerar en el mundo moderno, la cuestión laboral y los derechos de los trabajadores a la luz de los profundos cambios provocados por las nuevas tecnologías. La encíclica Rerum Novarum, en la que el mensaje cristiano se encuentra con la modernidad, es un texto que habla también a los hombres y a las mujeres de hoy.
Frente a la flexibilización laboral, la ampliación de jornadas laborales o las contrataciones precarias, los derechos de los trabajadores siguen necesitando ser salvaguardados. Entre los riesgos asociados a las nuevas tecnologías, y a la inteligencia artificial, por ejemplo, están las nuevas formas de esclavitud y explotación laborales. Esto es crucial hoy, debemos comprender que la búsqueda del progreso no puede ignorar la dignidad de los trabajadores. Lo dicho en las encíclicas sociales, son reflexiones de actualidad que hay que releer en los tiempos actuales, marcados a menudo por fronteras no bien delimitadas entre el espacio laboral y la vida personal.
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