Vivimos en una era de acceso ilimitado a la información, donde corremos a utilizar la inteligencia artificial (IA), pero nos olvidamos de conocernos a nosotros mismos. Esta aparente paradoja está ensanchando de manera acelerada la brecha entre el saber y el hacer, una desconexión incentivada por la digitalización y la omnipresencia de la IA. Estamos inundados de datos que no logramos procesar, clasificar ni interiorizar, mientras nuestras vidas se vacían de experiencias significativas.
Nuestra neocorteza cerebral, con sus 200.000 años de existencia, fue diseñada para activarse en modo de alerta ante un riesgo inminente. Sin embargo, nunca fue concebida para operar en un estado de alerta crónico. Este sobreestímulo constante, alimentado por la avalancha de información y la falta de acción, genera una fuente profunda de ansiedad. El disconfort es opcional; no debemos ni merecemos estar sujetos al agobiante estrés de nuestras circunstancias actuales.
Tenemos una capacidad de gestión versátil, creativa y robusta para diseñar sistemas que nos permitan aspirar a mayores niveles de bienestar y armonía. Esto implica reconocer que ciertas fuentes de información, como el tráfico vehicular, las noticias constantes y las redes sociales, pueden infligir diferentes formas de violencia a nuestro sistema nervioso, manteniéndolo en ese estado de alerta innecesario y desgastante.
La investigación científica explora tratamientos prometedores con el uso de sustancias psicodélicas – en específico, la psilocibina – que ofrecen resultados alentadores para restaurar el equilibrio mental y tratar padecimientos crónicos tales como el estrés postraumático. Esto subraya la urgencia de encontrar mecanismos que restauren nuestro sistema nervioso y nos permitan salir de ese ciclo de alerta constante.
La conexión es clara: sin salud mental, no hay felicidad. Sin un fuerte tejido social, la democracia se debilita. Y sin democracia, la paz se vuelve inalcanzable. Es fundamental que comencemos a cerrar la brecha entre lo que consumimos y lo que vivimos, priorizando nuestra salud mental y participando activamente en la construcción de una sociedad más equilibrada y pacífica.
¿Cómo podemos, a título individual y colectivo, comenzar a cerrar esta brecha y reclamar la paz mental que anhelamos?
Escuche el episodio 272 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “La creciente brecha entre el saber y el hacer”.
Suscríbase y síganos en nuestro canal de YouTube, en LinkedIn y en nuestra página web para recibir actualizaciones y entregas adicionales.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.