Yo viví en carne propia los beneficios que el fútbol puede brindar. El deporte no solo me formó como atleta, sino como persona. Me enseñó disciplina, me dio un propósito, me alejó de los caminos fáciles y me abrió puertas que cambiaron mi vida. Esa experiencia me marcó para siempre, y hoy me impulsa a trabajar para que más niños y niñas en Costa Rica puedan acceder a esas mismas oportunidades.
El fútbol me lo dio todo: identidad, valores y una forma de entender la vida. Pero una vez finalizada mi carrera como jugador profesional, supe que ese legado no podía quedarse solo en mí. Gracias a la confianza de los fundadores de la Fundación Fútbol por mi país, David y Gally Mayer, llevo cinco años liderando un proyecto que lleva ese mismo espíritu a donde más se necesita: las comunidades vulnerables de Costa Rica.
Una fundación que cambia realidades
Desde su creación, la Fundación Fútbol por mi país ha impactado positivamente en la vida niños y niñas, hoy trabajamos con más de 700 participantes en ocho comunidades del país. Bajo una metodología centrada en el “Deporte para el Desarrollo”, cada sesión es mucho más que una práctica deportiva: es una oportunidad para formar personas de bien para la comunidad. Nuestro objetivo es que cada participante se convierta en alguien íntegro, empático, y sobre todo, un líder local comprometido con generar un cambio positivo en su entorno.
Este proceso no sería posible sin el trabajo cercano y humano de nuestros siete entrenadores comunitarios, quienes día a día acompañan, orientan y motivan a los participantes, tanto dentro como fuera de la cancha. Más que técnicos, son referentes y agentes de cambio local.
Como decía Billy Graham: "Un entrenador impacta más vidas en un año que una persona común en toda su vida". Esta frase resuena profundamente en mi labor diaria, y me recuerda a todos los entrenadores que marcaron mi camino. Aprovecho estas líneas para agradecerles profundamente. Les debo gran parte de lo que soy hoy, y les tengo un respeto inmenso por lo que me enseñaron dentro y fuera de la cancha.
Contexto nacional: por qué este trabajo es urgente
En Costa Rica, 1 de cada 3 niños y niñas vive en pobreza, y alrededor del 5 % en pobreza extrema. El acceso educativo también enfrenta desafíos: un impactante 33 % de menores no recibe una educación regular. Además, casi la mitad (46 %) ha sufrido maltrato físico o psicológico y aproximadamente el 30 % presenta sobrepeso u obesidad (Reporte anual de UNICEF sobre nuestro país, 2020, Ministerio de Salud).
Estos datos reflejan realidades que van más allá de cifras: son reflejo de hogares con necesidades, de entornos en los que el acceso a recursos, el cuidado emocional y el apoyo educativo no siempre están garantizados. Frente a ello, el deporte emerge como una herramienta de acción integral: fomenta la salud física, combate el sedentarismo, promueve la disciplina, refuerza la autoestima y combate los efectos del maltrato y la desigualdad.
Mi aporte al país, desde lo que más amo
Costa Rica necesita nuevas formas de construir tejido social, y estoy convencido de que el deporte puede y debe ser parte fundamental de esa solución. Como director de esta fundación, mi compromiso ha sido fortalecer este modelo, formar líderes locales, acompañar a las familias y demostrar que invertir en niñez es invertir en futuro.
Desde la coordinación con escuelas, comités de deporte y líderes comunitarios, hasta programas con enfoque psicosocial, he puesto mi experiencia, mi energía y mi vocación al servicio de una causa justa: que todos los niños y niñas, sin importar dónde nacieron, puedan crecer con dignidad, apoyo y esperanza.
Construir futuro desde lo colectivo
Nada de esto habría sido posible sin un equipo comprometido, aliados estratégicos, y sobre todo, las comunidades que nos abren las puertas. El impacto logrado es fruto de una red de confianza y trabajo compartido. Pero no podemos quedarnos ahí.
Sueño con que este trabajo sea el punto de partida de un movimiento nacional de “Deporte para el Desarrollo”. Un movimiento donde exjugadores, entrenadores, dirigentes, federaciones, instituciones y clubes unan capacidades para transformar más vidas. El fútbol y el deporte en general tienen el poder de sanar, unir y educar. Si lo jugamos con propósito, podemos cambiar realidades.
El fútbol tiene el poder de transformar vidas, pero necesitamos jugar en equipo fuera de la cancha. Si lo usamos con propósito, podemos cambiar vidas. Hoy más que nunca, Costa Rica necesita que pongamos el corazón, el talento y la cancha al servicio del bien común.
Yo ya estoy en la cancha, y estoy listo para construir ese movimiento junto a quienes compartan este mismo sueño.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.