DeCine: Las películas del País de las Maravillas

El mundo aún tiene magia, nuestra propia vida supongo, es magia.

El domingo anterior, mientras me encontraba en una zona rural hondureña, al final de la tarde, luego de algunos minutos de silencio eléctrico, un trueno dio inicio a una tormenta huracanada. No habían pasado 30 segundos de diluvio cuando escuché cantos acercándose, y al asomarme por la ventana vi venir bajo la frenética lluvia un río de gente empapada tras una cruz cantando a todo pulmón. Cuando perdí de vista a la procesión, agradecí vivir en Macondo, nuestro País de las Maravillas.

Cien años de soledad (Netflix)

Antes de ver la serie, está de más decir que recomiendo infinitamente leer la novela, y antes que ver cualquier película o serie, si por algún motivo difícil de explicar aún no ha leído Cien años de soledad, pues ordene su vida, póngase con Dios, detenga sus otras actividades de ocio, y una vez la termine de leer y experimente el milagro de ese texto, retome entonces sus otras actividades. Ahora bien, usted que ya leyó y releyó este monumento de libro, dése la oportunidad de ver la serie. Acá no se escatimaron recursos, realizar la serie fue una empresa monumental, y si consumimos las grandes odiseas europeas y gringas, no veo ningún motivo por el cual no darle una oportunidad al relato total del trópico latinoamericano.

Esa noche de lluvia tuve fiebre y vómito; eso, más estar solo en un lugar alejado, fue caldo de cultivo para el delirio. Tuve diálogos incoherentes, temores sobredimensionados y otros eventos desafortunados que usted prefiere no conocer. Esas noches y madrugadas febriles se sienten como atravesar el bosque del gato Cheshire: dan miedo, no avanzan y dejan una sensación de extrañeza que solo cura el amanecer.

La ciénaga (Prime Video)

En esta película argentina de Lucrecia Martel, el argumento importa menos que la atmósfera. Sucede poco y, sin embargo, es profundamente inquietante. En ella, Mecha —una mujer herida y llena de prejuicios— pasa el verano junto a su esposo enfermo en una casa muy venida a menos en la ruralidad. Mientras tanto, su prima, más humilde pero igualmente atrapada, vive en el pueblo cercano con su familia. Ambas mujeres están rodeadas de hijos que deambulan, hacen ruido, están en todas partes, se suman al tedio. Existe entre algunos familiares tensión sexual culpable y no resuelta, hay ventiladores, hace calor, todo está húmedo y pronto va a llover. En esta película experimentamos, por medio de una puesta en escena magistral, cómo el malestar del alma de una familia se materializa en el calor asfixiante de una casa en la que no pasa nada. Es una obra maestra, recomendadísima.

De regreso en Costa Rica, la lluvia que había empezado en Siguatepeque continuaba en San José. Centroamérica, tan pequeña… tan grande, como dice el eslogan. Todo se inundó; de hecho, el barrio en donde vivo también colapsó por la lluvia y, mientras eso sucedía, yo veía el show de los miércoles sintiéndome como Alicia en la fiesta del té.

Elefante blanco (Netflix)

La peli retrata la vida cotidiana en una de las villas marginadas de Buenos Aires, construida alrededor de los restos de una catedral que nunca se terminó. En este escenario de abandono estatal y violencia estructural (como otras miles de comunidades latinoamericanas), dos curas católicos —uno de ellos es Ricardo Darín, razón suficiente para ver la película— intentan sostener un proyecto social.
La película no los retrata como héroes; la narración es más bien seca y directa sobre lo que implica intentar hacer el bien en un sistema donde la violencia y la precariedad son estructurales (de nuevo, como en otras miles de comunidades latinoamericanas). Los personajes no son mártires ni salvadores; son profesionales desgastados, como muchos de los trabajadores humanitarios que he conocido a lo largo de mi vida.

En fin, Latinoamérica es El País de las Maravillas y usted es Latinoamérica. Estas recomendaciones nos retratan bastante bien, espero las disfruten. Gracias por leerme y hasta el próximo capítulo.