Para la Alcaldía de Santa Ana ir a Israel en tiempos de guerra es Business as Usual
"No participen en las obras infructuosas de la oscuridad, sino más bien denúncienlas."
— Efesios 5:11
La embajada de Israel en Costa Rica ha invitado a más de una docena de alcaldías a participar en MuniWorld 2025, que se llevará a cabo en Tel Aviv del 17 al 19 de junio. Gracias a la filtración del plan de viaje, sabemos también que los munícipes no solo asistirán al “brainstorming” —una simple lluvia de ideas—, sino que visitarán un kibutz, recorrerán Tkuma (que solía ser parte de Gaza), Sderot, otro pueblo ubicado a apenas 840 metros de la Franja, donde se ha instalado un punto de observación hacia la Franja de Gaza, esto entre otros lugares. En otras palabras, van de excursión. Los salarios los paga el pueblo costarricense. El viaje, un régimen acusado de crímenes de guerra. Y que quede claro: tres días de brainstorming no equivalen a una capacitación. Son dos conceptos muy distintos.
Resulta ser, que el alcalde de Santa Ana, Juan José Vargas Fallas, insiste en que el viaje de la vicealcaldesa a Israel siga adelante. Vargas Fallas lidera un grupo que se llama Club de Paz, que además de tener obras de caridad en San José, y de proveer de alimentos, agua, luz, baño y ropa a los habitantes de calle del centro, organiza peregrinaciones a Tierra Santa (Israel). Juan José Vargas Fallas no es solo el alcalde de Santa Ana: también es predicador, con presencia activa en YouTube (con mas de 8,000 videos posteados), programas radiales y prédica regular en un salón de la Iglesia Católica de Calle 20 en la capital. Lidera el Club de Paz, oficialmente registrado como Asociación Misionera Club de Paz, una organización sin fines de lucro que —según su propia descripción en YouTube— está “integrada por personas amantes de la paz” y dedicada a “fomentar la conquista de la paz, a través de los medios de comunicación, conferencias y seminarios, visitas a las comunidades y obras sociales que dignifiquen al ser humano”.
Pero resulta inconcebible que el líder de una organización que dice buscar la paz y dignificar al ser humano apruebe un viaje financiado por un régimen acusado de crímenes de guerra y limpieza étnica. ¿Qué dignidad se defiende al visitar, en calidad oficial, a quien deja sin agua, sin luz y sin comida a millones de personas?
“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.”
— Mateo 5:9
En un momento en que Israel tiene como política de estado terminar con el pueblo palestino, de una vez por todas, donde la Corte Penal Internacional tienen orden de arresto para varios de sus dirigentes, la cúpula del gobierno local de Santa Ana va a Israel y ve esto como Business as Usual. Una peregrinación más. Esta vez “de a gratis”. “¡No se complique, viva feliz!” —ese es el lema del Club de Paz. Pero cuando la felicidad viene de la mano de la indiferencia, deja de ser paz y se convierte en complicidad.
“El que sabe hacer lo bueno y no lo hace, comete pecado.”
— Santiago 4:17
La incoherencia moral de ir a representar al cantón de Santa Ana a Tel Aviv en tiempos de guerra es evidente. La irresponsabilidad política de hacerlo en nombre de toda una comunidad también lo es. Y la toma de posición del concejo municipal y de la alcaldía a favor de un régimen acusado de genocidio no deja lugar a dudas. La inmoralidad de estos actos es inaceptable, injustificable y profundamente ofensiva.
Pero, más allá de todas estas fallas morales, hay algo que me llama aún más la atención: la abrumadora falta de solidaridad hacia el pueblo palestino. Sospecho que parte de esta indiferencia proviene de una creencia arraigada entre algunos: la idea de que los palestinos son todos musulmanes, y por tanto, ajenos, salvajes o incluso merecedores del castigo que Israel les impone bajo la excusa de "defensa propia".
Pero los palestinos son semitas, igual que los judíos. Y son diversos: hay palestinos musulmanes, sí, pero también católicos. Hay palestinos morenos, blancos, rubios, de ojos claros. Son seres humanos. Y la fe que predicamos exige verlos así.
“ Les doy un mandamiento nuevo: Ámense unos a otros; como yo los he amado, así también ámense los unos a los otros. El amor mutuo entre ustedes será el distintivo por el que todo el mundo los reconocerá como discípulos míos.”
— Juan 13: 34-35
Lo segundo que me llama la atención es la decisión de hacer turismo en un país gobernado por un régimen que deja a poblaciones enteras en situación de calle —una realidad que Juan José Vargas conoce bien—. Sin agua, sin luz, sin alimentos. ¿Qué tipo de capacitación puede ofrecer un régimen que priva deliberadamente de agua, electricidad y comida a las poblaciones que mantiene bajo ocupación?
El gobierno local de Santa Ana debería, como mínimo, mostrar solidaridad con un pueblo al que se intenta borrar del mapa. Y, más aún, debería oponerse abiertamente al régimen que lo está destruyendo.
“¡Lávense, límpiense! ¡Aparten de mi vista sus obras malvadas! ¡Dejen de hacer el mal! ¡Aprendan a hacer el bien! ¡Busquen la justicia y restituyan al oprimido! ¡Aboguen por el huérfano y defiendan a la viuda!». «Vengan, pongamos las cosas en claro», dice el SEÑOR.
— Isaías 1:16-17
Porque no hay paz verdadera si se construye sobre el sufrimiento de otros. Y mucho menos, si se viaja sobre sus ruinas.
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