En medio de rugidos, el presidente de la república, Rodrigo Chaves, afirmó al inicio de su discurso ante la Asamblea Legislativa haber acabado con los “informes llenos de humo”. Pero, como dice el proverbio, a veces estamos tan concentrados viendo la paja en el ojo ajeno, que no percibimos la gran viga que atraviesa el nuestro.

Y es que lo presenciado el pasado lunes 5 de mayo no fue simple humo, sino humarascales y fumarolas. A lo largo de su mensaje, el presidente combinó su ya característica narrativa combativa con una avalancha de cifras y proclamas en múltiples ámbitos —económicos, sociales, de infraestructura, seguridad, entre otros—, valiéndose de todas las herramientas de su staff escénico para las conferencias de los miércoles: «¡luces, cámaras y [poca] acción!».

Los guiones pomposos y el maquillaje exagerado evidenciaron la desconexión entre su discurso político y la realidad nacional, con afirmaciones temerarias, omisiones, falacias y juegos aritméticos cargados de autocomplacencia y manifiestos de orden electoral.

El presidente acierta al destacar modestos avances en reducción de la pobreza, inflación, empleo, confianza macroeconómica y culminación de obras heredadas de anteriores administraciones. Sin embargo, estos no resisten un análisis minucioso que permita demostrar su trascendencia real para alcanzar, como él mismo afirma, el “bienestar, seguridad y prosperidad para cada ciudadano de esta patria”. Veamos lo referente a las finanzas del Estado.

En su informe escrito señala que el manejo del superávit primario superó sus expectativas: “El superávit representa que los ingresos recibidos por el Gobierno fueron mayores a sus gastos…”. Si bien se alcanzó dicho superávit, ello ha sido a costa de disminuir la inversión social, afectando a las poblaciones en condición de riesgo y vulnerabilidad. Prueba de ello es el presupuesto del Ministerio de Educación Pública para 2025, que representó apenas el 4,7 % del producto interno bruto (PIB), uno de los más bajos de la historia. Esto impactó negativamente las partidas para la desatendida infraestructura educativa y el desarrollo de exitosos modelos como los colegios científicos y humanísticos.

El Programa Estado de la Nación advirtió, en su informe 2024, un estancamiento en la inversión pública del país, especialmente en las áreas de salud y educación. Como decimos popularmente: “se desvistió un santo para vestir otro”.

Otro ejemplo es el sistemático incumplimiento en la asignación de recursos al Fondo de Desarrollo Social y Asignaciones Familiares (Fodesaf). Gracias a la Sala Constitucional y al trámite expedito que dimos al VI Presupuesto Extraordinario 2024, se logró destinar una cifra cercana a 60.000 millones de colones para financiar becas, alimentación de personas menores de edad, atención a personas con discapacidad y dineros para la construcción de la añorada Torre de la Esperanza del Hospital Nacional de Niños.

En materia fiscal, el documento presume, en uno de sus acápites, de que “Mejoramos la recaudación”. Cuestión que no es del todo cierta. Durante el segundo semestre de 2024, el país registró una caída estrepitosa de los ingresos corrientes por un monto de 410.000 millones de colones, de los cuales 243.000 millones correspondieron a renta y 131.755 millones al impuesto al valor agregado (IVA). Este faltante debió ser cubierto en su totalidad mediante la emisión de títulos valores de deuda interna.

A esto se suma el fracaso en la implementación del programa Hacienda Digital. Este proyecto, por 156,6 millones de dólares, presentaba a diciembre de 2024 un avance financiero del 9,5% y un avance físico de apenas 23,6%. La Dirección de Crédito Público del mismo Ministerio de Hacienda calificó su desempeño como crítico. En total, se han tenido que pagar más de 2 millones de dólares en multas por líneas de crédito no utilizadas, fondos no desembolsados o retrasos en la ejecución.

También se anunció una reducción en la relación deuda/PIB. Pero debemos escrutar con mayor profundidad este supuesto “logro”. Primero, no se debe olvidar que la deuda pública ha crecido un 35% durante esta administración: pasó de 43.000 millones  de dólares en 2022 a 58.000 millones de dólares en 2024. La reducción del indicador no responde a una mayor amortización de deuda, sino a un mero cálculo aritmético. Al convertir cerca del 40% de la deuda que estaba en dólares a colones —utilizando un tipo de cambio entre ¢502 y ¢510 en lugar de ¢650—, la rebaja en la relación deuda/PIB obedece exclusivamente a la apreciación del colón en los últimos meses, con fuertes consecuencias para quienes viven del turismo o participan en los encadenamientos productivos del sector exportador.

No podemos dejar pasar sus declaraciones sobre que los diputados abandonaron “la meta patriótica”. Para 2025, el parlamento aprobó recursos adicionales por más de 17.446 millones de colones para seguridad, pero el Gobierno ha mostrado renuencia a ejecutarlos, a pesar de que la inseguridad es una preocupación ciudadana palpable. Igualmente, se aprobaron 26.000 de colones millones para el financiamiento de la educación pública, a fin de fortalecer becas, transporte, comedores escolares y el pago de servicios básicos. No obstante, el Ministerio de Hacienda tampoco ha mostrado voluntad para hacer efectivos dichos recursos.

Estamos, entonces, ante una política fiscal sin visión social, que puede parecer adecuada a los ojos privilegiados de algunos, pero que, en realidad, profundiza las duras condiciones de quienes hoy menos tienen.

El presidente también hizo alarde de mejoras en infraestructura, específicamente de “obras que cambian vidas”. Mencionó Taras-La Lima, en Cartago, la cual fue cercenada al pasar de cuatro a tres niveles. Sobrecostos, atrasos e incomodidades han sido la constante. Ni qué decir del Hospital de Cartago, al cual el presidente —abierta e incomprensiblemente— le declaró la guerra. Casos similares se repiten a lo largo y ancho del país. Por ejemplo, en el Programa de Emergencia para la Reconstrucción Integral y Resiliente de Infraestructura (PROERI), solo 18 de 502 proyectos (3,1%) se están ejecutando; 56 presentan inconsistencias, 41 muestran retrasos y 12 están en peligro inminente de ser excluidos por parte del Consejo Nacional de Vialidad (Convi).

La parafernalia no terminó ahí. El presidente afirmó que todo está validado por entidades como la OCDE, diciendo textualmente:

Aunque algunos quieran, [ríe] seguir haciendo el ridículo de desmentir nuestros logros poniendo en duda no solo las cifras oficiales, sino a entidades de talla mundial como la liga premier de los países más prósperos del mundo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)…”.

Si bien existen algunos aciertos, también hay numerosos desaciertos que la memoria presidencial omite selectivamente. Este organismo ha hecho ingentes llamados de atención en relación con las brechas de género en el empleo, el rezago en educación a todos los niveles, la escasa inclusión femenina en los campos de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM por sus siglas en inglés), la inversión en salud por debajo del promedio de la organización, las alertas ambientales, el deterioro de la infraestructura vial y el crecimiento económico acompañado de alta desigualdad e informalidad laboral. Si la OCDE es la “liga premier”, entonces estamos aplaudiendo permanecer en primera, y celebrando la media tabla.

El señor presidente debería esmerarse en gobernar con la misma dedicación que le imprime su equipo de comunicación audiovisual. Solo así podríamos valorar mejor su gestión en un verdadero Informe sobre los asuntos de la Administración y el estado político de la Nación, y no asistir a un penoso relato de un presidente que busca vestirse con ropajes heroicos, interpretando números con ábaco en mano y aritmética electoral.

Y es que, como él mismo dijo: “la verdad no peca, pero incomoda”. Así las cosas, “con los datos en la mano”, se lo decimos de frente.

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