Costa Rica ha sido ejemplo democrático en América Latina, esto es bien sabido, pero su prolongado bipartidismo y el control institucional cuestionan si esta democracia costarricense fue más aparente que real. ¿Está despertando de esa isla que somos finalmente el país?

En 1990, Mario Vargas Llosa sorprendió al mundo al afirmar que México vivía en una “dictadura perfecta”, refiriéndose al Partido Revolucionario Institucional (PRI). Aquel modelo, que mezclaba elecciones con un dominio absoluto del aparato institucional, sirve hoy como espejo para observar a Costa Rica desde otra perspectiva necesaria.

Durante más de 60 años, dos partidos políticos dominaron el escenario nacional: Liberación Nacional (PLN) y las unidades en su contra (Unión Nacional, Unificación Nacional, Coalición Unidad y la Unidad Social Cristiana). Construyeron el Estado costarricense moderno, sí, pero también controlaron el aparato institucional, nombraron magistrados, repartieron puestos a dedo y mantuvieron una democracia funcional, pero abundantemente clientelista.

Casos de corrupción como Cochinilla, Diamante o el cierre del Banco Anglo o los juicios Caja-Fischel e ICE-Alcatel o el Cementazo, muestran que, bajo esa democracia estable, se gestaba un deterioro paulatino de la ética pública, en detrimento del pueblo. A ello se suma una ciudadanía cada vez más desconectada y un Poder Judicial percibido como ineficiente: entre 2018 y 2020, la desconfianza hacia esta institución creció del 49% al 59%, según el Estado de la Nación, dato al que también podemos agregar el lapidario 15% de apoyo popular de Carlos Alvarado en el 2020.

Ante este panorama emergió un outsider político: Rodrigo Chaves. Un presidente que se debe de decir ha sido disruptivo y que sin lugar a dudas incomodó a la clase política tradicional con su estilo directo y cuestionamientos abiertos al sistema. Aunque polémico, su llegada expresa una necesidad latente de cambio.

Es curioso como la crítica al oficialismo por buscar una mayoría legislativa ha sido constante y sonante. Pero en 1986, el Partido Liberación Nacional (PLN) obtuvo 29 diputados y la Unidad 25. ¿Era entonces antidemocrático tener mayorías? ¿Por qué lo sería ahora? El problema parece ser menos sobre el fondo y más sobre la forma de quien lo hace. Los partidos tradicionales se han fragmentado, debilitado y son como muchos piensan, la crónica de una muerte anunciada, renuncias van y vienen. La izquierda no ha consolidado un proyecto viable. Los liberales tecnocráticos perdieron contacto con el pueblo. En cambio, nuevas fuerzas han surgido con discursos que, aunque incómodos para algunos, conectan con una ciudadanía frustrada, cansada y agotada.

Costa Rica necesita cambios estructurales, y lo he conversado con muchos desde hace varios años: reformar el Estado, reducir la burocracia, mejorar el sistema judicial y renovar la representación política. No podemos seguir creyendo que todo está bien mientras el país se hunde en la inercia institucional, en la burocracia intrascendente que detiene nuestro progreso.

Como dijo Isaac Felipe Azofeifa en 1970:

Las voces de alerta, los gritos de protesta… no inquietan a nadie… nuestro hombre sigue durmiendo tranquilo el sueño de sentirse inmune al desconcierto del siglo”.

Nuestra sociedad está despertando. La democracia costarricense, coterráneos, no está en peligro por querer transformarse considero; esta en peligro si se niega a cambiar, a adaptarse, a modernizarse, el cambio es la constante que permite a una nación el progreso. La política debe volver a su esencia: servir al pueblo.

No se trata de ser la Suiza centroamericana, como quisieron que fuéramos, idealizando nuestra cultura y generando un mentira histórica, se trata de ser una Costa Rica auténtica. La historia está en construcción, y somos parte de ella, la transformación de un país, que es necesaria, y justa debe de darse. ¿Se acerca pronto el amanecer que se ha esperado por mucho tiempo?

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.