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La reciente oleada de aranceles y restricciones comerciales marca el regreso de un proteccionismo que creíamos superado. En este escenario, las empresas no pueden darse el lujo de esperar pasivamente a que se despeje la niebla geopolítica. La acción estratégica es más necesaria que nunca.

Desde que Estados Unidos anunció una nueva ronda de aranceles recíprocos el 2 de abril de 2025, el comercio global ha entrado en una fase de profunda inestabilidad. El arancel promedio ponderado estadounidense se disparó de un 2 % a más del 20 % en apenas diez días. Las respuestas no se hicieron esperar: China impuso aranceles del 125 %, mientras que más de 75 países han mostrado disposición a negociar, según la Casa Blanca.

Lo que está en juego no es menor. La incertidumbre se cierne sobre las decisiones empresariales, afectando desde las cadenas de suministro hasta la demanda del consumidor final. Algunas empresas ya han reaccionado con medidas tácticas, como establecer centros de comando geopolítico. Pero el verdadero reto es diseñar estrategias duraderas para navegar en esta nueva era del comercio.

La primera acción clave es analizar el posicionamiento competitivo de cada empresa. El impacto de los aranceles no es homogéneo: varía según país, industria, producto y geografía operativa. Evaluar cómo se ven afectados los costos propios frente a los de la competencia y de los productos sustitutos es esencial para definir si se deben proteger márgenes, expandir operaciones o ajustar precios. También hay que considerar si la posición relativa justifica ampliar producción o entrar a nuevos mercados.

La segunda dimensión es la demanda. Las empresas deben preguntarse cómo afectarán los cambios arancelarios el comportamiento del consumidor y del gasto empresarial o gubernamental. Analizar la elasticidad de la demanda se vuelve crítico cuando los aumentos de precios pueden volverse inevitables. Además, hay que observar si los mercados clave están alineados con corredores comerciales en expansión o en retroceso.

Una vez comprendidas estas variables, llega el momento de definir una postura estratégica. Algunas empresas están bien posicionadas para acelerar inversiones y capturar crecimiento. Otras deben proteger márgenes, reestructurar su estructura de costos o incluso racionalizar operaciones. Las estrategias deben ser flexibles, ajustables a escenarios que cambian rápidamente, y centradas en proteger lo esencial del negocio mientras se detectan nuevas oportunidades.

¿Y qué hacer ante la incertidumbre misma? Aunque predecir la dirección final de las políticas arancelarias es inviable, comprender las prioridades estructurales del gobierno estadounidense da pistas útiles. Seguridad nacional, reindustrialización y equilibrio comercial son los tres ejes rectores. Sectores como defensa, microelectrónica, automotriz y farmacéutico están en el centro de las decisiones. Las demás industrias, probablemente, serán utilizadas como fichas de negociación bilateral.

En este contexto, las preguntas clave para cualquier directivo deberían ser: ¿qué productos o unidades de negocio son resilientes ante múltiples escenarios? ¿Qué decisiones deben tomarse hoy y cuáles pueden esperar? ¿Dónde está el punto de inflexión en el que el costo de la inacción supera el riesgo de actuar?

La respuesta no será la misma para todos. Pero lo que sí es común es la urgencia de abordar este nuevo entorno con claridad estratégica. No basta con resistir: se trata de adaptarse, anticiparse y, cuando sea posible, liderar en medio de la transformación del comercio mundial.

Artículo coescrito por Cindy Levy y Shubham Singhal, de McKinsey & Company