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Estudio advierte rezago estructural en digitalización, baja adopción del teletrabajo y desigualdad tecnológica que podría dejar al país fuera del futuro laboral global.

Mientras el mundo avanza e innova hacia nuevas formas de empleo impulsadas por la inteligencia artificial (IA), la automatización y tecnologías como las interfaces cerebro-computadora, Costa Rica enfrenta desafíos estructurales y culturales que la ubican en una posición incómoda ante las nuevas demandas de los empleadores internacionales.

Así lo reveló Ronny Rosales Robles, investigador del Observatorio Nacional de Investigación en Ciencias Económicas de la Universidad Hispanoamericana (UH) en su artículoCosta Rica y la Próxima Ola Tecnológica: ¿Estamos Preparados para el Futuro del Trabajo?”, en el cual pone en evidencia una serie de obstáculos que limitan la capacidad nacional para adaptarse a los cambios que ya transforman el panorama laboral en economías más dinámicas. La metodología del estudio consistió en una revisión documental con análisis de datos oficiales y propone una serie de recomendaciones urgentes para revertir el rezago.

Entre las principales llamadas de atención, el investigador Ronny Rosales Robles señala que pese a la aparición y acceso a tecnologías emergentes “esta tendencia también ha traído consigo retos significativos. Entre ellos, se destacan la adaptación de la fuerza laboral y las instituciones a estas nuevas herramientas y el riesgo de que ciertos sectores se queden atrás en términos de acceso tecnológico, En el caso de Costa Rica, es el país peor rankeado según el índice de la OECD, DIGITAL GOVERNMENT INDEX:

Fuente: OECD, 2024, p. 13.

A esto se une que el país tiene una mala calidad de la infraestructura digital. Según la Base de Datos y Publicaciones Estadísticas de CEPALSTAT 2024, Costa Rica registra una velocidad de descarga inferior a los 21 Mbps, la más baja entre los países analizados en el informe, por debajo del promedio latinoamericano y muy lejos de economías como Chile o Uruguay, que superan los 35 Mbps. En comparación, Estados Unidos alcanza más de 75 Mbps.

Fuente: Gráfico tomado de este artículo publicado por el Dr. Roberto Jiménez.

Además, el acceso a la canasta básica digital —que incluye conexión a internet, dispositivos y servicios tecnológicos esenciales— requiere en promedio el 4,2% del ingreso mensual de una persona costarricense. Aunque no es el peor indicador regional, sigue siendo una carga significativa, especialmente para familias rurales o de bajos ingresos.

A criterio del investigador Ronny Rosales Robles esto nos plantea una doble limitación:

  • Por un lado, el acceso sigue siendo costoso para muchas familias.
  • Por otro, la calidad de ese acceso es deficiente, lo cual reduce su utilidad para actividades esenciales como educación virtual, teletrabajo, comercio electrónico o investigación.

"En este contexto, la brecha digital no solo es económica, sino también estructural y tecnológica, y afecta de forma más intensa a las personas de menores ingresos y de zonas rurales. Si el país aspira a una transformación digital inclusiva, debe garantizar conectividad asequible y de calidad, entendiendo que acceso sin velocidad no es acceso real”.

También, en este informe se menciona que, aunque Costa Rica ha regulado el teletrabajo desde 2019, la adopción real ha sido limitada. Solo el 10% de los trabajadores puede mantener esta modalidad, debido a limitaciones tecnológicas, resistencia empresarial y políticas organizativas ancladas en el control presencial.

Mientras países como Suecia o Canadá avanzan con reformas en sus modelos laborales para reducir jornadas y fomentar la productividad, Costa Rica plantea ampliarlas con proyectos como el 4x3, lo que contradice las mejores prácticas internacionales.

Otro de los vacíos que señala el autor es el impacto futuro de las interfaces cerebro-computadora (BCI). Estas tecnologías permiten controlar dispositivos mediante señales cerebrales y ya se aplican en procesos de neurorrehabilitación en países avanzados.

A pesar de su potencial transformador, Costa Rica no cuenta con marcos regulatorios, éticos ni técnicos para incorporar estas innovaciones. Tampoco existe un debate público serio sobre sus implicaciones laborales, sociales y humanas.

“Si bien las interfaces cerebro-máquina y la IA prometen mejorar la eficiencia y la productividad, también plantean dilemas éticos, como el posible aumento de la vigilancia laboral y la erosión de la privacidad de los trabajadores. Es necesario establecer marcos legales que garanticen la privacidad y la seguridad de los datos personales en entornos laborales”, detalló Rosales.

La respuesta de la educación costarricense frente a este nuevo orden económico, Rosales Robles menciona en su estudio el informe “Future of Jobs 2025” del Foro Económico Mundial, que identifica los empleos con mayor crecimiento: analistas de datos, ingenieros en inteligencia artificial, diseñadores UX/UI y especialistas en Big data. En contraste, ocupaciones tradicionales como cajeros, digitadores, recepcionistas y personal administrativo muestran una tendencia clara a la desaparición.

“La automatización y la inteligencia artificial ofrecen oportunidades significativas para aumentar la eficiencia, la productividad y la creación de nuevos modelos de negocio. Sin embargo, Costa Rica enfrenta desafíos críticos, como la falta de inversión en investigación y desarrollo, así como una desigualdad en el acceso a tecnologías avanzadas, especialmente en las zonas rurales. Esta brecha tecnológica limita la capacidad del país para competir en un mercado global cada vez más digitalizado”, advirtió Rosales Robles.

A pesar de esta transformación, el sistema educativo costarricense no está formando suficientes profesionales con habilidades digitales, pensamiento crítico o resiliencia tecnológica. La inversión pública y privada en formación dual y programas de reentrenamiento es baja, y la oferta académica permanece estática en muchos sectores. A esto se une que la transformación digital no es neutra. Las mujeres, los jóvenes y las personas fuera del Gran Área Metropolitana son los más afectados por la falta de acceso a tecnologías, capacitación y empleo remoto.

Precisamente, datos del Instituto de Estadísticas y Censos (INEC) y el Estado de la Nación muestran que la inactividad laboral aumentó incluso cuando el desempleo disminuyó, lo que evidencia un mercado que no se adapta a las nuevas formas de empleo. Además, el 44% de las personas que utilizan transporte público para llegar a sus trabajos gastan más de 3 horas al día en desplazamientos, tiempo que podría ser aprovechado si se promoviera el teletrabajo territorial con más decisión.

Para que Costa Rica pueda dar avanzar es necesario: inversión en infraestructura digital pública que incluya las zonas rurales, un rediseño del sistema educativo para integrar pensamiento computacional, habilidades blandas y formación continua, alianzas público-privadas para desarrollar programas de aprendizaje dual. También, establecer marcos regulatorios éticos y de protección de datos frente a tecnologías emergentes como las interfaces cerebro-computadora.

“El país está en una encrucijada. Si no se toman medidas para adaptarse a esta nueva realidad, las desigualdades tecnológicas y laborales podrían profundizarse, afectando la competitividad y el desarrollo humano. Por el contrario, si se adopta una actitud proactiva hacia el cambio, Costa Rica podría posicionarse como un referente en innovación y sostenibilidad en el entorno global”, concluyó el investigador.