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La brecha salarial de género es la diferencia existente entre lo que ganan en promedio los hombres y las mujeres que desempeñan trabajos similares o de igual categoría. En términos simples, esta brecha muestra que, generalmente, las mujeres reciben salarios más bajos que los hombres, aunque realicen las mismas tareas, tengan igual formación académica o experiencia laboral.

La primera vez que tuve conocimiento de este término me pregunte, ¿y por qué razón alguien le pagaría menos a una persona únicamente en razón de su género?

En el ámbito laboral, la respuesta a esa inquietud no siempre es tan clara. Es importante aclarar que esta diferencia no siempre responde únicamente a discriminación directa. También puede estar relacionada con factores como el acceso limitado a posiciones gerenciales para las mujeres, responsabilidades familiares no compartidas de manera equitativa, o prejuicios en el proceso de contratación y promoción interna. De hecho, en una ocasión, la razón en una empresa se encontraba en la “consideración” que las jefaturas tenían hacia sus compañeras a la hora de asignar jornada extraordinaria, por considerar que las labores de hogar o familiares debían ya ser extenuantes.

La existencia de esta brecha salarial representa un desafío importante para las empresas, ya que afecta la equidad laboral y puede generar riesgos legales y reputacionales significativos, por lo que es crucial tomar medidas internas orientadas a identificarla y corregirla. Como vimos en el caso de ejemplo, a veces implica temas culturales más que la intención de discriminar.

Un informe reciente de la OCDE clasifica a Costa Rica como el cuarto país de la Organización con menor brecha salarial, sin embargo un 4,2% es aún un número que se puede mejorar, en atención a la equidad en temas de compensación y beneficios.

En nuestra experiencia no todas las empresas hacen un mapeo de esta brecha y en ocasiones puede existir en la organización pero no existe una estrategia para mejorar el indicador o erradicar la diferencia del todo.

Y es que este indicador no representa menor cosa:

  • Las mujeres que perciben salarios inferiores ven disminuido su poder adquisitivo, lo que limita su capacidad para acceder a bienes y servicios, ahorrar, invertir y mejorar su calidad de vida. Esta situación afecta no solo a las mujeres, sino también a sus familias, incrementando el riesgo de pobreza y vulnerabilidad económica.
  • La subutilización del talento femenino debido a la brecha salarial y otras formas de discriminación laboral implica una pérdida significativa de productividad. Al no aprovechar plenamente las habilidades y competencias de las mujeres, las economías nacionales experimentan un crecimiento económico menor al potencial. Por ejemplo, se estima que la brecha de género laboral puede representar una pérdida económica de entre el 5% y el 30% del PIB, dependiendo del país.
  • Los menores ingresos a lo largo de la vida laboral de las mujeres se traducen en pensiones más bajas, aumentando el riesgo de pobreza en la tercera edad. En Europa, el 22% de las mujeres mayores de 65 años están en riesgo de pobreza, en comparación con el 16% de los hombres.
  • La desigualdad de género en el mercado laboral puede afectar negativamente el desempeño económico de un país. La subutilización del talento femenino y su menor participación en el mercado laboral implican una pérdida de potencial productivo y, por ende, un menor crecimiento del PIB.

En el marco del mes en que se conmemora el Día Internacional de la Mujer, ¿cuenta su empresa con indicadores para atacar este problema?

Este artículo fue escrito por Alejandro Trejos G., experto en Derecho Laboral