En los sesentas, Rachel Carson escribió Primavera silenciosa (1962): una de las obras más influyentes sobre protección ambiental que se ha escrito. Su mensaje se volvió viral, mucho antes de que se popularizara ese concepto. En 2018 Greta Thurnberg, con tan solo 15 años, desafió a líderes mundiales a tomar acciones inmediatas para actuar ante los compromisos que, tres años antes, Christiana Figueres había logrado negociar y plasmar en el Acuerdo de París.
Mujeres ejemplares, fuertes y apasionadas. ¿Salvarán las superheroínas como ellas a nuestro planeta del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación? ¿Qué rol jugamos las demás mujeres, las de a pie, en la búsqueda de un mundo más sostenible? ¿Debería quitarnos el impulso el entorno político actual, hostil hacia la sostenibilidad, propiciado por políticos como Trump? ¿Qué oportunidades tenemos las mujeres de desarrollarnos como líderes en este campo?
Nuestra relación ancestral con la naturaleza
“Las mujeres se preocupan por el aprovisionamiento material y energético, no porque les guste particularmente esa tarea ni por predisposición genética, sino por un papel social que así lo determina. Si no hay agua, si no hay combustible para cocinar, las mujeres deben buscar la solución”. La cita pertenece a un ensayo titulado Cambiar las gafas para mirar el mundo (2011), que explora el papel de las mujeres en la defensa de la naturaleza.
De acuerdo con este ensayo, las mujeres protegen aquello que, de forma directa, les permite la supervivencia: los bosques, el agua, las parcelas comunitarias o la vida humana, y son conscientes de que el deterioro de estos recursos significa el deterioro de su vida y la de los suyos. Al cuidar y ser responsables de sus hijos y de sus casas, han desarrollado conocimientos relativos a la salud, la cohesión comunitaria, la educación y la defensa del medio natural que permita la vida. Sin naturaleza no hay vida y, en consecuencia, no hay familia, ni comunidad.
En un libro titulado El ecologismo de los pobres (2009) el economista español Joan Martínez Alier ofrece un ejemplo de estos vínculos y cuenta que un grupo de mujeres de la comunidad peruana de Tapuc, que se oponían a que las parcelas heredadas de sus abuelos fueran sembradas de eucaliptos porque no podrían alimentar a sus hijos con las hojas de esa planta. Señalaban, además, que donde crece el eucalipto, “el suelo se empobrece y no sirve ni para sembrar cebollas”.
Las mujeres han sido desde siempre y pueden ser, aún más, protagonistas en el camino hacia la sostenibilidad. Esto no debería conducir a sumar la categoría “ambiente” a la lista de tareas de cuido de las mujeres, o a instrumentalizarlas como las nuevas “salvadoras de la sostenibilidad”. Como afirman Lyla Mehta y Melissa Leach en relación con los roles femeninos contemporáneos, en el libro Por qué las mujeres salvarán el planeta (2015), es necesario “reconocer y respetar sus conocimientos, derechos y capacidades, así como la integridad de sus cuerpos, y asegurarse de que el papel que desempeñan encaja con los derechos y el control sobre los recursos y con su poder de decisión”.
Nuestras carreras en sostenibilidad
Por otro lado, ¿cómo lidiamos las mujeres que nos dedicamos a la sostenibilidad con este contexto negativo, en el que un sector considerable de la clase política expresa a menudo un total desprecio por este tema? ¿Son todavía nuestras carreras profesionales y nuestros trabajos espacios propicios para que las mujeres pongamos en práctica nuestro interés en la sostenibilidad?
Según un reporte de LinkedIn de noviembre del año pasado, entre el 2023 y el 2024 la demanda por talento verde se había duplicado a nivel mundial. Además, indicaba que esta demanda continuaría, a pesar de las medidas que se vislumbraban tras el inicio del nuevo gobierno de Trump. Señalaba que, si esta tendencia continuaba hasta el 2030, uno de cada cinco puestos verdes no contaría con personas candidatas con las habilidades adecuadas.
Es decir, en principio, habrá trabajo en exceso para hombres y mujeres en materia de sostenibilidad. Trabajo para todas y todos. En Por qué las mujeres salvarán el planeta, Christiana Figueres afirma: “no creo que las mujeres vayan a salvar el planeta por sí solas. Mujeres y hombres tenemos que unir fuerzas y maximizar nuestro potencial conjunto y colectivo para mejorar el mundo. Creo que la complementariedad de los enfoques que los dos géneros podemos aportar es exactamente lo que necesitamos. No podemos avanzar de manera significativa con un solo enfoque. Necesitamos un equilibrio. Necesitamos singularidades, tanto masculinas como femeninas”.
Las mujeres tenemos una relación ancestral con la naturaleza. Claramente las mujeres no somos iguales y no todas sentimos la misma pasión por proteger al planeta. Sin embargo, a pesar de que corren tiempos difíciles, el contexto para las apasionadas y los apasionados por la sostenibilidad es muy favorable. Cada vez son más necesarios los profesionales en esta materia y, en aún mayor medida, cada día resultan más valiosas las personas que estén dispuestas a escuchar, a llegar a acuerdos y a influir a otros para proteger nuestro único hogar. Nuestro planeta.
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