La prudencia siempre ha sido una de las cualidades más importantes en el ser humano, pues nos ha permitido evitar los problemas en los que nuestra impetuosa lengua pueda inmiscuir. Las personas que poseen esta capacidad son esenciales en la política, pueden manejar las peores noticias y exponerlas de una manera tan sublime, que hace cuestionarnos si son negativas. Eso sí, existe una delgada línea que separa la prudencia de la distorsión, pues son claramente antagónicos.
Aparte de esa dualidad entre prudencia e imprudencia, el ser humano también se ha caracterizado por ser el creador de los medios más perversos para eliminar a su prójimo. Desde las guerras, lanzas, guillotinas, pistolas, vacunas mortales, bombas de destrucción masiva hasta los campos de exterminio, forman parte de esa larga lista de dolor, que nuestra especie creó para torturar a otro individuo de su misma especie. Aunque lo intentemos negar, existe aún una tendencia a la crueldad.
Si se combinan ambos argumentos, se encuentra el último suceso que ha conmocionado a México. En días recientes se descubrió lo que, a todas luces, es un campo de exterminio administrado por un cártel de narcotraficantes en Teuchitlán, estado de Jalisco. Este deshonroso descubrimiento fue realizado por el colectivo “Guerreros Buscadores de Jalisco”, un grupo dedicado a buscar a familiares víctimas del crimen organizado y luchar contra esta violencia.
En cuestión de segundos los medios se enfocaron en el tema, publicando los detalles más cuestionables del suceso. Inicialmente, este lugar ya había sido allanado por las fuerzas de la ley, los cuales determinaron que no había ningún indicio del crimen organizado. Posterior a ese allanamiento, el cartel regresó a la propiedad y continuó operando como lo había hecho hasta entonces, exterminando seres humanos.
Al cuestionar a Sheinbaum sobre estos sucesos, utilizó toda la dialéctica posible para evitar emplear el término “campo de exterminio”. Negó las pruebas, consideró los testimonios de víctimas como simples exageraciones. Desde su perspectiva los artículos personales, los casi cuatrocientos zapatos, restos óseos y el horno crematorio, no es concluyente. En un ejercicio de oratoria exquisito explicó que deben esperar los estudios forenses, para llegar a la conclusión lógica, misma que decide obviar.
La presidenta en una relación de lealtades solicitó no culpar a AMLO por este descubrimiento deplorable. Afirmó que él no tiene la culpa, pues se intenta politizar el tema, lo cual sería inconveniente para el proceso. Paradójicamente, en ese mismo discurso afirmó que la culpa debería recaer en Genaro García Luna, exsecretario de seguridad pública acusado en Estados Unidos por narcotráfico. Asimismo, indicó que esa culpa la compartía con Felipe Calderón, por su infructífera “guerra contra el narco”, misma que llevó al país a un espiral de violencia inimaginable.
Sheinbaum intenta limpiar la imagen de México ante los ojos de la comunidad internacional, pues un suceso así no pasa desapercibido, especialmente ahora que Estados Unidos tiene su atención centrada en la política de seguridad de su gobierno. De algún modo, se puede partir bajo esa lógica que ella plantea. Cualquier persona estaría conforme con no utilizar el título de “campo de exterminio” tan a la ligera. Es necesario realizar una investigación forense profunda, nadie se opondría. Sin embargo, todavía queda una duda en el aire, si esto no es un campo de exterminio, ¿qué es lo que vimos?
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