Hablar de transición energética implica remontarnos a más de una década atrás, cuando en el 2011, por iniciativa del Secretario General de las Naciones Unidas, se lanzó la plataforma Sustainable Energy for All (SE4ALL). Esta iniciativa busca involucrar gobiernos, empresas y sociedad civil para lograr tres objetivos clave: garantizar el acceso universal a servicios energéticos modernos, duplicar la tasa mundial de mejora de la eficiencia energética y aumentar significativamente la participación de energías renovables en la matriz energética global.
No es casualidad que dos mujeres hayan estado al frente de esta organización. Entre 2015 y 2019, Rachel Kyte lideró SE4ALL con la convicción de que el acceso a energía asequible, confiable y sostenible es fundamental para combatir la pobreza y el cambio climático. Por su parte en 2019, Damilola Ogunbiyi asumió el cargo con la visión de cerrar las brechas de acceso a la energía y demostrar que una transición hacia fuentes limpias es posible.
Ambas líderes, además de poseer gran conocimiento técnico en el sector energético, son conscientes de que la falta de acceso a energía limpia impacta de manera directa a las mujeres en todo el mundo. Son ellas quienes tradicionalmente administran los hogares, gestionan el presupuesto familiar y buscan reducir el desperdicio de recursos. Esta realidad hace que la transición energética no sólo sea un asunto ambiental o económico, sino también de equidad de género.
El liderazgo femenino en la agenda global
Resulta importante saber que el año 2015 marcó un antes y un después en la historia de la sostenibilidad, ya que en septiembre de ese año, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un plan de acción con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Poco después, en diciembre, se alcanzó el Acuerdo de París, un hito en la lucha contra el cambio climático. Acciones donde destacadas mujeres tuvieron un rol clave.
El concepto de desarrollo sostenible no es nuevo y su origen está vinculado a otra mujer clave: Gro Harlem Brundtland, conocida como la “madre del desarrollo sostenible”. Como presidenta de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas, en 1987 Harlem introdujo este enfoque en su informe “Nuestro futuro común”, sentando las bases para la Agenda 2030.
El liderazgo femenino también estuvo presente en la negociación del Acuerdo de París, cuando Christiana Figueres, una de las figuras más influyentes en la acción climática global, tuvo a su cargo dirigir las conversaciones que permitieron este acuerdo sin precedentes. Como Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) entre 2010 y 2016, Figueres desempeñó un papel determinante para lograr el consenso internacional en torno a la reducción de emisiones de carbono.
Mujeres en la transición energética: una realidad que debe fortalecerse
El liderazgo femenino en el sector energético no se limita al ámbito internacional. A nivel nacional, figuras como Gloria Villa de la Portilla y Laura Lizano han desempeñado roles clave en la política energética. Villa, desde la Dirección Sectorial de Energía en el Ministerio de Ambiente y Energía, impulsó iniciativas en favor de las energías renovables, la seguridad energética y el acceso universal. Por su parte, Lizano, como directora de la Secretaria de Planificación del Subsector Energía (SEPSE) en el MINAE , promovió la Estrategia Nacional de Redes Eléctricas Inteligentes y la Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde, ambas tomando en cuenta a las partes interesadas del sector por medio de procesos participativos.
Sin embargo, aunque las mujeres han desempeñado papeles fundamentales en la transición energética, aún enfrentan barreras para acceder a posiciones de liderazgo. Un claro ejemplo fue lo que concluimos mientras lideré el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) durante la estrategia impulsada para el período comprendido entre 2019-2023, cuando establecimos los ODS como eje central de nuestras acciones. En particular, al analizar el ODS 5, que promueve la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, nos permitió conocer que en esa institución el 72% de los puestos de jefaturas eran ocupados por hombres, mientras que sólo el 28% lo lideraban mujeres.
A fin de reducir la brecha de género en los cargos de liderazgo, promovimos concursos internos para equilibrar la distribución de jefaturas y direcciones. Sin embargo, nos encontramos con un obstáculo inesperado: la baja participación de mujeres. Al indagar las razones, muchas expresaron que, aunque cumplían los requisitos, no se postulaban porque el ascenso implicaba más responsabilidades sin un respaldo en sus hogares. Además, identificamos que el procedimiento de ascensos en la institución es subjetivo y queda a discreción de la jefatura inmediata, lo que ha limitado históricamente las oportunidades de crecimiento para las mujeres. En consecuencia, la falta de equidad en la distribución de las tareas domésticas y de crianza sigue siendo un factor determinante que restringe su desarrollo profesional.
Hacia un futuro más equitativo y sostenible
En conclusión, para que más mujeres incursionen en el sector energético y asuman roles de liderazgo, es imprescindible avanzar en dos frentes. En primer lugar, en el ámbito familiar y social, debe haber una distribución equitativa de las responsabilidades del hogar. Además, en el ámbito institucional, las empresas y organizaciones deben establecer procedimientos de ascenso claros y transparentes que faciliten la participación femenina en posiciones estratégicas.
Las mujeres han sido protagonistas en la transición energética global y seguirán siéndolo. Su liderazgo es fundamental para garantizar un futuro más sostenible, equitativo y próspero para todas las personas. Es momento de seguir impulsando cambios estructurales que permitan su plena participación en este proceso transformador.
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