La naturaleza del poder en la democracia es efímera, no puede ser de otra manera cuando esta depende de la voluntad de los electores y es deseable que sea así; pues si se buscara la permanencia de una persona, o grupo en el ejercicio del poder, en lugar de la alternancia, el sistema de gobierno sería otro y no en el que los políticos deben persuadir a la mayoría sobre la conveniencia de sus propuestas y capacidad para ejecutarlas.

Por lo tanto, bien cabe calificar como antidemocrática cualquier pretensión que procure la osadía de concentrar el poder nuevamente en manos de uno o de unos. Nuevamente, porque cada cierto tiempo la humanidad ha tenido que padecer los horribles efectos de la concentración del poder en manos de uno o de unos que se atribuyeron la creación, aplicación y ejecución de las leyes, ya sea a través de monarquías o de regímenes totales.

Esta concentración es un padecimiento para la libertad intrínseca con la que nacemos los seres humanos para decidir sobre los aspectos propios que inciden en nuestra realización personal. En libertad podemos elegir a quien amar, en dónde vivir, en qué trabajar, qué estudiar, a dónde ir, por quién votar, etc. O bien, tenemos la posibilidad de luchar por los derechos que creemos merecer. En los regímenes totales únicamente se puede hacer lo que el poder permite que se haga.

También es una afrenta para el bienestar colectivo, pues el régimen prioriza su supervivencia por encima de las necesidades de la población: se reducen los presupuestos para atender las necesidades de las personas estudiantes, de los enfermos, de los pobres, de las mujeres, de los vulnerables y los recursos se concentran en aquellas de mayor visibilidad que redunden en la legitimación de su poder; además de procurar a toda costa los recursos para sostener el Estado que ocupan.

Retóricamente se muestra una abundancia que no llega a los desposeídos, a éstos únicamente se les da la oportunidad de vengarse de aquellos a quienes el régimen presenta como enemigos públicos con el propósito de granjear su apoyo mientras toman las estructuras del Poder para someter posteriormente a todos.

La concentración del poder surgió como un sistema de gobierno basado en el terror y el vasallaje, en la recaudación impositiva de los regímenes totales sobre las actividades económicas de las personas para el sostenimiento de sus privilegios y algunos sueñan con esos excesos financiados por los demás. Sueñan con vivir en palacios y los sueños de los demás no existen; los que procuran la concentración del poder son fuertes con los débiles y serviles con los que son más poderosos que ellos.

Tejen sus alianzas nacionales e internacionales de tal forma que su permanencia sea una necesidad para sus socios, al punto de representar un mal necesario para los objetivos de las potencias que los patrocinan, por eso, aunque internamente los nuevos vasallos del régimen (otrora ciudadanos de Repúblicas libres) quieran recuperar su libertad, no lo consiguen.

Los que quieren la concentración del poder, únicamente procuran los cambios que beneficien la profundización del régimen: buscan desaparecer los mecanismos de control sobre los presupuestos públicos para poder robar sin ser detectados, cambian las leyes que impiden el ejercicio perpetuo del poder y finalmente toman la justicia para administrarla a su antojo en contra de sus enemigos y desde luego nunca contra ellos mismos.

Las obras de los regímenes totales son bien conocidas: campos de concentración, expropiación o incautación de la propiedad privada, adoctrinamiento social, ideologización de las fuerzas policiales, supresión de la cultura, persecución contra la libertad de prensa, de empresa y de culto, proscripción del reconocimiento legal a la diversidad política y social, etc.

Frente a ello, la humanidad ha respondido exitosamente con el diseño de instituciones que impiden que tales flagelos contra la humanidad sean llevados a cabo, esto son las Repúblicas, que impidiendo la concentración del poder otorga el máximo decisor al conjunto de las personas para que ejerzan la designación del gobierno y su cambio, esto es la soberanía popular y así mismo escojan la forma de organizar a la sociedad y satisfacer sus necesidades, esto es el contrato social.

Ambos pilares fundamentales de la vida en libertad están contenidos en la Constitución Política y las leyes que indican las atribuciones y limitaciones de cada Poder, así el que gobierna no puede legislar, el que legisla no puede gobernar y el que ejecuta la ley no puede crearla. Esto es indispensable para que se respete la libertad de los individuos, de tal forma que si un poder del Estado actúa groseramente sobre los derechos de alguien, éste puede apelar a los demás para exigir la vigilancia de los mismos y el respeto de su cumplimiento.

Esto provoca el nacimiento de lo que conocemos como instituciones democráticas: los parlamentos, los gobiernos centrales, los tribunales de justicia y electorales, las defensorías del pueblo, los órganos contralores; pero también posibilita la organización social, política y económica de los ciudadanos permitiendo la creación de asociaciones, fundaciones, sindicatos, cooperativas, empresas, cámaras empresariales, partidos políticos, etc.

Lo que busca la organización cada vez más especializada de la sociedad es justamente desconcentrar el poder, otorgando a las instituciones que se van creando ciertos grados de autonomía, e incluso se crean gobiernos territoriales autónomos con el fin de limitar cada vez más la capacidad clientelar del Estado (esto es la dependencia estatal que tienen las personas para satisfacer sus necesidades).

Las obras de los regímenes democráticos también son ampliamente conocidas: Universidades independientes, sistemas sanitarios y de seguridad social, derechos laborales, respeto a la propiedad privada, respeto a los derechos humanos, libertad de prensa, de empresa y de culto, desarrollo sostenible, etc.

Entonces por qué algunas personas escogen el retorno a las cavernas en lugar de la vida republicana y la democracia. La respuesta no es demasiado complicada: por la corrupción y falta de acuerdos que posibiliten la solvencia de sus necesidades, ya que el hecho de que exista una institucionalidad y no una unipersonalidad en el ejercicio del poder ralentiza la toma de decisiones.

Claro que es más fácil obedecer que dialogar, por supuesto que una persona puede actuar más rápido que el conjunto de un parlamento o instituciones de gobierno, pero no seamos incautos, quienes quieren la concentración del poder, la quieren para su beneficio, no para el bienestar colectivo ni para solucionar los problemas de la economía y el desarrollo.

Frente a la corrupción y la falta de acuerdo lo que tenemos que hacer es asumir un compromiso con nuestra ciudadanía y entender que si no nos metemos en política, la política se mete con nosotros, que el cambio se da a través de llegar a los puestos que existen en las instituciones que no nos responden para cambiarlas, para reformarlas o para quitarlas y crear otras.

En Costa Rica debemos procurar el cambio que posibilite disminuir, en primer lugar, la pobreza y la desigualdad. En nuestra sociedad cada vez somos más los que notamos el incremento en el costo de atender nuestras necesidades más básicas, al tiempo que observamos el desarrollo de otra Costa Rica de la que no somos parte. Necesitamos un cambio en la forma en la que el Estado interviene en las actividades oligopólicas que nos empobrecen, necesitamos un cambio en la forma de administrar la hacienda pública para que los recursos lleguen a las escuelas, a los colegios y a los hospitales, clínicas y EBAIS que atienden las necesidades de los más vulnerables.

Necesitamos cambiar la forma en la que se atienden las necesidades de seguridad frente a los flagelos del crimen organizado, invirtiendo en más policías, mejor equipo táctico y tecnológico para combatir el crimen y tratar la invasión que enfrentamos en territorio nacional como lo que es: una invasión de fuerzas paramilitares extranjeras y locales en territorio nacional.

Necesitamos un cambio en la forma en que el gobierno defiende el interés nacional en el entorno internacional, procurando el bienestar colectivo en las negociaciones con las potencias. Necesitamos mejores acuerdos con los orígenes de nuestras importaciones, cadenas de abastecimiento más eficientes y políticas públicas que procuren la participación de empresas costarricenses en los negocios globales.

Necesitamos proteger la biodiversidad para garantizar nuestra existencia y quitar de la toma decisiones sobre el medio ambiente a personas que no se preocupan por el futuro que nos van a dejar porque no van a vivir las consecuencias de tomarlas. Necesitamos que la planificación de la movilidad de personas y mercancías en el territorio nacional se haga con conciencia sobre el impacto que estás actividades tienen en la calidad del aire que respiramos.

Necesitamos reactivar la capacidad agrícola de nuestro país mediante el cultivo sostenible de nuevas industrias agrícolas como el cáñamo y el bambú que le permita a los agricultores costarricenses seguir ocupando sus tierras para la producción.

Necesitamos detener los efectos adversos de la gentrificación y los aumentos en el costo de la vivienda en Costa Rica para que las nuevas familias costarricenses tengan acceso a la independencia y a la realización personal. Necesitamos reactivar y transformar la política pública de vivienda digna.

En Costa Rica necesitamos un cambio, no hacer posibles los delirios de una élite fascista que siente tanto desprecio por la concordia con la que hemos construido nuestra identidad nacional.  No existe tal cosa como la “dictadura de la mayoría” o “la dictadura del pueblo”, eso son locuras de una aspirante a emperatriz, paisana justamente de Kuzco el personaje que protagoniza la película homónima a este artículo de opinión.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.