En ningún deporte, nadie ganó creyendo que iba a perder. Nuestro enfoque y atención determinan el proceso y muchas veces también el resultado. Sobre todo, determinan las actitudes con las que le hacemos frente a un emprendimiento.
Hay excelencia cuantitativa y cualitativa. La primera es la que busca medir el grado de desempeño en nuestro quehacer. La segunda es la que determina la forma como nos vinculamos con nuestro proceso de crecer al tamaño de los desafíos que anhelamos superar.
Todos tenemos chispa emprendedora aunque a veces no produzca llama. Puede ser que no tenga combustible o que haya un desperfecto corregible. Todos tenemos vocación, interés, derecho de producir llamas y de transformar nuestro entorno dejándolo mejor de lo que lo encontramos.Esa es nuestra naturaleza aunque tengamos baja autoestima por haber fallado antes. No importa: todos tenemos ese atributo de transformar la chispa en fuego para cambiar el mundo.
Todas las personas que están leyendo esto sienten que, en algún aspecto de sus vidas, hay un fuego que no están pudiendo encender o mantener encendido. Puede ser un tema de salud, de educación, o financiero. Nosotros crecemos al tamaño de nuestros obstáculos, en parte gracias a nuestra chispa emprendedora y, en parte, gracias a cómo se presenta la energía necesaria para que eso suceda.
Podemos hacer un mapeo energético de lo que nos rodea para analizar lo que está impidiendo que esa chispa encienda el fuego. Esa energía no la cosechamos ni la perseguimos ni la atraemos. Esa energía está presente y, con ella, la chispa enciende, la llama transforma el entorno y crecemos al nivel del desafío que queremos superar.
Todos tenemos experiencias donde esa chispa sí ha funcionado. Deberíamos empezar por estudiar en cuáles episodios de nuestras vidas sí tuvimos éxito porque ahí hubo una confluencia energética de nuestra disposición y de nuestros dispositivos para transformar el entorno. En algo, en algún momento, ya hemos obrado con excelencia.
La excelencia es diferente a la perfección y al mejoramiento continuo. Este último se conoce con el término japonés kaizen por el que vamos mejorando de manera gradual, poco a poco, cada día, en cada aspecto de lo que hacemos. La perfección es una aspiración actitudinal de que cada pequeño esfuerzo lo hacemos con la mente puesta en nuestra intención. Es muy diferente del perfeccionismo, que pretende ajustar los resultados a un estándar perfecto. Eso es ineficaz, consume mucha energía y produce abundante frustración.
Escuche el episodio 258 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “La chispa de la excelencia”.
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Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.