Estamos ante un fenómeno desconocido que está causando un impacto degradante a nivel geopolítico y Latinoamérica no será la excepción. La forma como está conduciendo los asuntos públicos la actual administración estadounidense al mando del presidente Donald Trump está erosionando de manera acelerada la confianza que tomó décadas y generaciones edificar, sobre todo como resultado de la intervención de ese país para liberar a Europa del nazismo durante la segunda guerra mundial.
La diplomacia, como la conocíamos, era un protocolo común de comunicación que permitía el diálogo constructivo para el mayor provecho de las naciones del mundo. Al perderse la vía del diálogo, se pierde la capacidad de maximizar resultados de mutuo beneficio en el caso de las relaciones diplomáticas bilaterales. En el caso de la diplomacia multilateral, con mucha más razón la erosión de la confianza degrada la herramienta que había sido pieza clave en la reconstrucción de Europa y del planeta entero desde mediados del siglo XX.
Al erosionarse también el Estado de Derecho, se pierde la capacidad de predecir comportamientos que estén dentro de las normas jurídicas que se han establecido, según los procedimientos contenidos en ellas mismas. El derecho como invención humana es vivo, por lo tanto sujeto a cambios y reformas ocasionales utilizando los mecanismos que a través del mismo sistema jurídico se han promulgado para garantizar la estabilidad y el orden que promueven la confianza. Con ella intercambiamos intenciones, voluntades, bienes y servicios en nuestra comunidad local y global.
También, se derrumba de manera acelerada la solidaridad como institución como aporte civilizacional que refleja una estructura biológica que evolucionó en una especie social para el apoyo mutuo y colectivo. Sobre todo, para el sostén de las personas y comunidades en condición de vulnerabilidad. Podríamos pensar que hay sustitutos cercanos para cubrir esos faltantes que se están generando en los mecanismos institucionales de solidaridad internacional que existían hasta hace pocas semanas. Lo más preocupante no es la falta de recursos para hacerle frente a las necesidades de personas que viven en la abyecta miseria. Sino, la pérdida de la sensibilidad para pararnos en los pies del otro y ser más efectivos satisfaciendo sus necesidades humanas más básicas.
Mientras se profundiza la economía de la atención, que atrae a las personas a dedicar cada día más y más minutos a consumir los contenidos que otros publican en plataformas sociales, se genera un efecto degradante a nivel endocrinológico al forzar a nuestro organismo a producir grandes cantidades de hormonas, tales como la dopamina y el cortisol, de manera dilapidante.
En simultáneo, el sistema nervioso de cada persona entra en un modo de alerta continúa para el que fue diseñado en caso de la necesidad de luchar o huir ante una amenaza. Sin embargo, hoy no hay un enemigo claro contra el cual luchar ni un lugar seguro al cual huir. Además, somos más proclives al congelamiento y a la parálisis de nuestra acción, y más sujetos a la posibilidad de desmayarnos o desconectarnos de la realidad de manera subrepticia, y a consumir, de manera consciente o inconsciente, grandes cantidades de información falsa, diseñada y replicada con la intención de generar confusión y polarizar a la humanidad.
Para peores, se ha degradado de manera contundente la marca país estadounidense que representaba, a pesar de sus errores históricos, una garantía de que se obraba para un bien mayor siguiendo las reglas que todos habíamos acordado.
Esta era de la civilización parece llegar a su fin. Eso no significa que se termine ni la vida, ni el optimismo, ni nuestra capacidad de imaginar nuestros mejores sueños, ni la capacidad de construirlos de manera conjunta y colectiva. La mejor versión de la humanidad tendrá muchos elementos de lo que ya somos y verá mejorar algunos otros. Esa mejor versión está por venir.
Escuche el episodio 257 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Economía de la atención y sistema nervioso”.
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Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.