Imaginemos por un momento que un país pierde sus archivos históricos. Desaparecen los tratados que definieron su soberanía, las cartas que relatan su evolución social, los manuscritos que narran su historia política y cultural. Sin estos documentos, ¿cómo podríamos reconstruir el pasado? ¿Cómo garantizar la transparencia y el acceso a la verdad?

Los archivos son mucho más que depósitos de documentos antiguos; son la memoria viva de una nación. En palabras del historiador Jacques Le Goff, “quien controla la memoria, controla el futuro”. No basta con resguardar estos documentos en cajas o estantes; es fundamental garantizar su conservación, digitalización y acceso para las generaciones presentes y futuras.

En Iberoamérica, la cooperación internacional ha sido clave para fortalecer la gestión documental y la preservación del patrimonio histórico. Un ejemplo destacado es el programa Iberarchivos, que desde 1998 ha financiado más de 1,431 proyectos en 23 países, promoviendo la digitalización de archivos y la formación de profesionales en archivística. Recientemente nuestro Archivo Nacional desarrolló la plataforma de capacitación en gestión de archivos y esta herramienta próximamente estará disponible para impartir un curso sobre gestión y preservación de documentos electrónicos para toda la región iberoamericana. 

Costa Rica tiene hoy una oportunidad de asumir la presidencia de Iberarchivos. Esto no solo consolidaría nuestro compromiso con la preservación de la memoria histórica, sino que nos permitiría liderar una agenda innovadora basada en la digitalización, la educación archivística y el uso de nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, para mejorar la gestión y acceso a la información.

Los archivos no deben ser vistos como lugares inaccesibles, sino como espacios dinámicos de aprendizaje y exploración. Una de las mejores maneras de acercar los documentos históricos a la ciudadanía es a través de exposiciones temporales, donde los archivos dejan de ser simples registros y se convierten en relatos visuales de nuestra historia.

Las exhibiciones pueden abordar temas como la evolución de la democracia, los derechos humanos o la historia cultural de nuestro país. Además, la integración de herramientas digitales, como la realidad aumentada o archivos interactivos, permitiría a más personas—especialmente jóvenes—acceder a nuestra memoria histórica de manera atractiva y educativa. Y acá vale la pena reconocer el trabajo tesonero del Archivo Nacional por generar exposiciones itinerantes que están viajando a las casas de la cultura del país, así como en los teatros, municipalidades y centros educativos del país, demostrando que el Archivo Nacional vive y genera valor a la cultura nacional. 

Preservar la memoria requiere profesionales capacitados en gestión documental. En este sentido, la educación en línea ha sido clave para ampliar el acceso a la formación en archivística, permitiendo que más personas adquieran conocimientos en conservación, digitalización y gestión de bases de datos.

Sin embargo, la revolución digital también plantea nuevos retos y oportunidades. La inteligencia artificial (IA) puede desempeñar un papel crucial en la organización y búsqueda de documentos históricos. Algoritmos avanzados pueden clasificar grandes volúmenes de información, facilitar la búsqueda de textos digitalizados y mejorar el acceso a archivos históricos mediante el reconocimiento óptico de caracteres (OCR).

Costa Rica debe apostar por la innovación en la gestión documental y administración de sus archivos. Implementar herramientas de IA en nuestros archivos nacionales no solo facilitaría el trabajo de los investigadores, sino que haría más accesible el patrimonio documental para toda la ciudadanía.

El resguardo del patrimonio documental no es solo una tarea técnica; es una responsabilidad con la identidad, la transparencia y la democracia. Nuestra memoria colectiva está en los archivos, y su preservación es fundamental para garantizar que la historia siga viva.

Asumir el liderazgo en Iberarchivos representaría una oportunidad única para consolidar políticas de digitalización, impulsar la formación en archivística y acercar los archivos a la sociedad. Porque, como bien decía el filósofo Paul Ricoeur, “la memoria es un campo de batalla, y los archivos son nuestras armas más poderosas”. Preservemos nuestra historia, no solo para recordar el pasado, sino para construir el futuro.

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