De primera entrada, hay que aclarar que, los especialistas no lo han definido como un síndrome, pero, a partir de la película “Django sin cadenas” (2012), del director Quentin Tarantino, se ha venido hablando de este “síndrome”. Para entenderlo con mayor facilidad, es ineludible hacer un brevísimo resumen de esta película. Como es sabido, los colonos ingleses, luego de asentarse en el territorio de Estados Unidos, tuvieron múltiples contratiempos, primero, la lucha con los legítimos propietarios del territorio, ni más ni menos, que las tribus indígenas, las cuales fueron masacradas, y despojadas de sus tierras. Además, eran constantes las confrontaciones con la corona inglesa, lo cual desembocó en la independencia en 1776.

También, los colonos empezaron a practicar la esclavitud, sobre todo con personas traficadas desde África, principalmente, por parte de los reinos de Inglaterra y Portugal, quienes fueron vendidos en las Antillas, y de ahí, llegaron a Norteamérica. Esta práctica llegó a establecerse por un largo período, fomentando la obtención de riquezas en los colonos, pues, claramente se trataba de mano de obra gratuita, en la siembra, cuido y recolección de los campos de algodón, arroz y tabaco, esencialmente.

En fin, la película de Tarantino está circunscrita a esos terribles años de explotación y esclavitud, contándose con dos protagonistas, el Dr. Shultz, un odontólogo alemán que migró a los Estados Unidos, para dedicarse a la detención de delincuentes, obteniendo importantes sumas de dinero por recompensas; y, Django (Jamie Foxx), un esclavo que fue separado de su esposa Brunilda. El Dr. Schultz (C. Waltz) andaba en búsqueda de unos forajidos muy importantes, y conocía que, Django los podría identificar, por ello logra rescatarlo, y lo hace su socio, incluso, le brinda un caballo para que se movilice.

Luego de acabar con la vida de los delincuentes, Django le expresa su deseo de encontrar a su esposa, y, el “buen” Doctor, le ofrece su ayuda, llevándolos a la hacienda “Candyland”, propiedad del “Monsieur” Candie (Leonardo Di Caprio), en donde se hacen pasar por compradores de esclavos (mandingos), logrando localizar a Brunilda (K. Washington).

Ahora bien, el momento clave es cuando aparece el personaje de Stephen Candie (Samuel L. Jackson), un esclavo de avanzada edad, que ha dedicado toda su vida a servir a la familia Candie, y que se cree parte de esta. La puesta en escena de Stephen es trascendental, pues, al arribar su amo, en compañía del Doctor, y de Django, este último cabalgando su propio caballo (les estaba vedado), muestra Stephen toda su furia por dicha “infamia”, con el siguiente diálogo:

Stephen: Mire, amo, ese tiene un caballo.

Amo: ¿Y tú quieres un caballo, Stephen?

Stephen: ¿Para qué quiero yo un caballo? Yo lo que quiero es que él no lo tenga.

Es decir, ambos son descendientes de africanos, ambos esclavos, pero, Stephen no deseaba estar mejor, sino solamente mantener su condición de mayordomo, pero, jamás aceptar que un negro tuviese un caballo, ni libertad, ni condiciones similares. Como decía supra, este “síndrome” se puede relacionar con muchos aspectos de la vida, pero, en este caso, encuentro un paralelismo con los latinos votantes en las pasadas elecciones estadounidenses.

El plan de campaña de Trump siempre estuvo claro, habiendo gobernado antes, ya mucho más empoderado, siempre fue prístino en explicar lo que quería: Estados Unidos primero. Por esto, el tema de los aranceles, las deportaciones de los migrantes, la guerra contra los Carteles mexicanos, estuvieron en la lista de promesas. De este modo, el electorado tenía que escoger entre K. Harris de corte conservador, y Trump. Aunque las encuestas parecían evidenciar una cercanía entre ambos contendientes, la realidad de las cosas fue otra, pues, “El voto latino fue la columna vertebral para el éxito de Trump en las elecciones estadounidenses del año pasado, algo que parece contradictorio dado las políticas antinmigrantes del entonces candidato y ahora presidente Donald Trump. Las encuestas de AP demuestran que Trump ganó 43% del voto latino, un incremento de 14 puntos de las elecciones de 2020”.

En la semana previa a las elecciones, en un evento republicado desarrollado en el Madison Square Garden, el comediante Tony Hinchcliffe dijo: “Hay una isla flotante de basura en medio del océano en este momento. Creo que se llama Puerto Rico”. Ni siquiera estas palabras desbordantes de odio, fueron capaces de evitar la victoria de Trump, y, el cumplimiento de las promesas de campaña.

Nótese, como el accionar de todas las dependencias policiales, ha estado enfocado en detener a los migrantes “ilegales”, redadas en las afueras de los centros de trabajo, de las escuelas, de las iglesias, familias separadas ante las deportaciones masivas de latinos principalmente; pero, meses antes sus coterráneos votaron por el “AMERICA FIRST”.

Los estadounidenses de origen latinoamericano se decantaron por las promesas de mejoramiento de la economía, formuladas por Trump, a sabiendas de que, ello conllevaría la puesta en marcha de aranceles a México; también, decidieron por el republicano, conociendo que, la política migratoria sería inflexible contra sus paisanos, dejando palpable el “síndrome” Stephen Candie, ya que, ante el supuesto “desmejoramiento” de la economía, se privilegió la situación propia, por encima de lo que se avecinaría sobre las personas que también buscaban el “sueño americano”.

Detalle interesante, una reciente encuesta de la agencia Reuters e Ipsos reveló que, los estadounidenses están teniendo una opinión negativa sobre algunas de las órdenes ejecutivas firmadas, entre éstas, la de eliminar la ciudadanía por derecho de nacimiento. Ya para qué… Escuchaba a la periodista mexicana Aristegui decir que, “estos diez días parecían diez años”, en referencia a la oleada de órdenes ejecutivas firmadas por Trump, e indudablemente es así. Ya Canadá y México han reaccionado a los aranceles del 25%, también, China se prepara, mientras Rubio visita Costa Rica, Panamá, y El Salvador.

Desde México critican con furia las medidas arancelarias, y los expertos presagian que, no habrá vencedores en esta guerra comercial, pues, serán los estadounidenses quienes pagarán las medidas de Trump, y, en el mismo sentido, esto traerá más pobreza en América Latina, y con ello, más migración hacia los Estados Unidos.

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