En 2050, la humanidad necesitará un 50% más de alimentos y un 35% más de agua potable. Sin embargo, con el modelo actual, ¡no lo lograremos! Por un lado, los recursos naturales están cada vez más degradados; por otro, los consumidores exigen una mayor responsabilidad socioambiental. Además, las regulaciones para acceder a mercados globales son cada vez más estrictas.
Esto nos lleva a una pregunta clave: ¿Los agronegocios que no evolucionen están destinados a desaparecer? Desde mi experiencia, la respuesta es evidente. Los números hablan por sí solos:
- Desigualdad en las cadenas globales: En América Latina, se estima que el 60% de las familias productoras tienen un acceso limitado a los mercados y reciben apenas entre el 10% y el 15% del valor final de sus productos.
- Emisiones de gases de efecto invernadero: La agricultura es responsable de casi una cuarta parte (23%) de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, lo que la convierte en uno de los sectores con mayor urgencia de transformación.
- Ampliación de la brecha digital: Solo el 37% de la población rural en Latinoamérica tiene acceso a conectividad, lo que dificulta la adopción de tecnologías digitales en el sector. Con la inteligencia artificial proyectada como una revolución agrícola a partir de 2025, esta brecha podría convertirse en una nueva barrera para las familias productoras.
Pero estos números no son solo estadísticas, tienen un rostro humano. En una visita a familias productoras de café en Centroamérica, una persona se me acercó y, con evidente preocupación, me dijo: “Nos piden ser sostenibles, pero ¿quién nos paga por ello?”
No pude evitar detenerme a reflexionar. Y es que tiene razón. Pensemos un momento: ¿qué haríamos si estuviéramos en su lugar? Imaginemos ser quienes cultivan el café, quienes trabajan la tierra día tras día, recibiendo apenas una fracción del valor final del producto, pero soportando la mayor carga de exigencias ambientales y sociales. ¿Aceptaríamos el reto sin garantías? ¿Lucharíamos por un modelo más justo? ¿O simplemente nos resignaríamos?
Pero entonces, ¿qué es un agronegocio sostenible?
Desde el 2005 he trabajado de cerca con múltiples empresas, tanto asociativas como privadas, y si hay algo que tengo claro es esto: la sostenibilidad no puede reducirse a un discurso sobre el equilibrio entre lo social, lo económico y lo ambiental. Para que realmente funcione, hay que sumar un enfoque clave: el desarrollo del paisaje en el que opera el agronegocio. Esto implica:
- Modelos de negocio resilientes
- Uso responsable de los recursos naturales (prácticas regenerativas).
- Enfoque en el bienestar de las comunidades rurales, asegurando empleo digno, seguridad alimentaria y mejores condiciones de vida.
- Acceso a mercados que valoran el impacto socioambiental positivo
¿Existen los agronegocios sostenibles?
Los agronegocios sostenibles no solo son una posibilidad, sino una necesidad. Ya hay casos de éxito donde modelos innovadores han demostrado que es posible producir de manera responsable sin perder competitividad y, al mismo tiempo, impulsar el desarrollo local.
Si tienen la oportunidad, visiten la Zona de los Santos, un gran ejemplo de este compromiso en acción. Además, en América Latina y el Caribe, iniciativas como AGROMIRA, que tendrá lugar en el CATIE, Turrialba, del 6 al 8 de mayo 2025, están conectando a productores, empresas y otros actores clave para impulsar modelos de negocio que equilibran rentabilidad y sostenibilidad. Estos espacios son fundamentales para construir redes, compartir conocimientos y acelerar la transición hacia sistemas agroalimentarios más justos y resilientes.
¿Y el consumidor?
Un actor clave en todo esto que muchas veces ignoramos es el consumidor (nosotros mismos).
Si un producto no se vende, desaparece. Es así de simple. No importa qué tan grande sea una empresa o cuántos recursos tenga: si los consumidores deciden no comprarlo, no hay mercado. Sin embargo, para ejercer ese poder de manera efectiva, necesitamos educarnos. No basta con elegir únicamente por precio. Debemos preguntarnos: ¿Qué impacto tiene este producto en el ambiente? ¿Cómo afecta a las comunidades que lo producen? ¿A qué modelo de negocio estamos apoyando con nuestra compra?
El futuro de los agronegocios está en juego. La sostenibilidad no es una moda, es la única opción para sobrevivir. Ahora la pregunta es: ¿Quién está listo para liderar el cambio?
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