No existe satisfacción más grande para una madre que ver a su hijo convertido en una persona de bien. Parece que fue ayer mismo cuando su pequeño vino al mundo. Y ya había llegado el momento de decirle adiós, de verlo volar lejos del nido…
En el caso de The Wild Robot “verlo volar” no es una metáfora; Brightbill es un ganso.
Pero, por si eso fuera poco, Roz, su madre, es una androide.
Cuando dicen que no existe un manual donde se explique cómo ser mamá, Roz puede dar fe de ello: el instructivo que trae de fábrica no detalla los pormenores de la maternidad. Roz fue programada para asistir y ayudar, pero la crianza de un ganso escapa en gran medida a las capacidades de su programación.
Así que Roz es una máquina, pero también una madre; y como si eso fuera poco, solo tiene cuatro meses para preparar a su hijo y tenerlo listo para enfrentar la migración de invierno.
¿Puede un robot sustituir a una madre; puede la inteligencia artificial evolucionar hacia un amor protector? Son algunas de las preguntas que nos plantea la película The Wild Robot.
Y es que uno de los más serios debates sobre la inteligencia artificial ha sido la posibilidad de la IA desplazando a los humanos en los empleos. Aunque, al final del día, todo se resume en la frase que movió las redes hace algún tiempo: la idea era que la IA lavara la ropa y los platos para que los humanos pudiéramos dedicarnos al arte y la escritura, no que la IA se dedicara al arte y la escritura y nos dejara a nosotros lo de lavar la ropa y los platos.
La historia de Roz es algo así, un problema entre el tedio de lavar los platos y la libertad de crear arte. Y es que una de las características de la maternidad es que está a medio camino entre los platos sucios y el arte.
La maternidad requiere el compromiso de realizar una labor rutinaria, como quien lava los platos (y bueno, literalmente alguien tiene que hacerlo… y los bebés no son buenos en eso); pero al mismo tiempo tiene esa creatividad que se encuentra en el arte, la capacidad de crear una obra única, la cristalización de la sensibilidad y las emociones que se plasma en una sonrisa (en eso los bebés son maestros).
Roz tiene mucha habilidad con las rutinas, pero la creatividad no es su fuerte. Y para para mejorar en ese aspecto va a tener que encontrar su libre albedrío, volverse “salvaje” y unirse con la naturaleza. En esa tarea cuenta con la ayuda del zorro Fink, que para eso de ser salvaje tiene colmillo (sí, es una característica común de los cánidos… el colmillo, lo salvaje es opcional).
Para Roz, liberarse de la programación de fábrica no va a ser tarea fácil, empezando porque su nombre es “unidad ROZZUM 7134”. Pero bien, cuando tu nombre incluye un código numérico pero te haces llamar Roz —a secas—, ya estás dando un gran paso hacia cambiar el chip. Y la maternidad se basa en eso: adaptabilidad, creatividad, prueba y error (eso y el ingrediente secreto: amor).
Porque la película The Wild Robot nos recuerda que los hijos no vienen con un manual de instrucciones, así que hay que apelar a la espontaneidad y recordar que las reglas son flexibles. Salvo en lo más básico: al estilo “lavar a mano con agua tibia” (preferiblemente con jabón neutro hipoalergénico).
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