Costa Rica atraviesa uno de los momentos políticos más inciertos de su historia reciente. Tras tres gobiernos seguidos de figuras ajenas a los partidos tradicionales, la promesa de cambio sigue sin materializarse. La administración de Rodrigo Chaves, que llegó con la bandera del cambio, ha demostrado que más allá de las confrontaciones mediáticas, la gestión no ha dado resultados concretos. La economía sigue estancada, las reformas siguen siendo esquivas y la Asamblea Legislativa permanece ajena a las verdaderas necesidades del pueblo.

Sin embargo, lo que podría marcar un giro aún más alarmante es la posibilidad de que el presidente renuncie a la presidencia a mitad de su mandato para buscar un escaño en el Congreso en las elecciones de 2026. Según la diputada Pilar Cisneros, esta opción estaría sobre la mesa, lo que pone en cuestión la lealtad de Chaves con el mandato que recibió del pueblo costarricense. Si un presidente considera abandonar su cargo para postularse a otra posición política, la pregunta es clara: ¿está comprometido con la nación o solo busca más poder?

La política como juego de poder

Renunciar a la presidencia para buscar un cargo legislativo, aunque es legalmente posible, sería un acto profundamente irresponsable. El presidente de la república no debe verse como un jugador que mueve sus piezas para conseguir mayor poder, sino como el líder de una nación que debe cumplir con su mandato hasta el final. Abandonar el cargo a mitad de camino no solo refleja una falta de compromiso con los problemas urgentes que enfrenta Costa Rica, sino que también alimenta la desconfianza en las instituciones políticas del país.

Chaves ha sido elegido para gobernar, y su prioridad debería ser resolver los desafíos económicos y sociales que afectan a la población. Si decide renunciar, estaría demostrando que la política no es para él una herramienta de servicio público, sino un medio para escalar posiciones en un juego de poder que pone en riesgo la estabilidad del país.

La desconexión política y la falta de resultados

El sistema político costarricense, que prioriza la afiliación partidaria y la imagen por encima de las propuestas y la capacidad de los candidatos, ha llevado al país a un callejón sin salida. Las promesas de cambio, tanto de Chaves como de los demás actores políticos, han quedado en el vacío. En lugar de avanzar en reformas estructurales, la política parece haber sido reducida a un espectáculo mediático que no resuelve las necesidades de las familias costarricenses.

Los votantes siguen eligiendo a representantes basados más en su imagen que en sus verdaderas capacidades para gobernar. Esto ha generado un congreso incapaz de implementar políticas públicas efectivas, donde los intereses partidarios prevalecen por encima del bien común. Si Chaves opta por abandonar la presidencia, no solo reafirmaría esta dinámica de mediocridad política, sino que también consolidaría la percepción de que la política en Costa Rica es un negocio privado para unos pocos, mientras las necesidades del pueblo quedan relegadas.

Un llamado a un liderazgo responsable

Costa Rica necesita un liderazgo serio y comprometido. La posibilidad de que Chaves renuncie a la Presidencia para seguir su carrera en el congreso no solo es una traición al mandato que recibió, sino también una muestra de que la política en el país sigue estando guiada por intereses personales más que por el bienestar colectivo.

El país no necesita más “jugadores de poder” que busquen escalar posiciones en busca de influencia y control. Costa Rica necesita gobernantes que trabajen por el bienestar de todos los ciudadanos, que enfrenten los problemas con seriedad y responsabilidad, y que estén dispuestos a cumplir con su mandato hasta el último día.

Si Rodrigo Chaves decide renunciar a la Presidencia, estará dejando claro que la política no es más que un juego para él. Costa Rica no merece un presidente que abandone su cargo en busca de más poder. El pueblo costarricense merece un liderazgo que anteponga sus intereses a los de la nación, que cumpla con el compromiso que asumió al ser elegido.

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