Históricamente el Sector Agropecuario costarricense ha sido un pilar fundamental para el sustento de miles de familias, en la seguridad alimentaria y en la generación de divisas a través de las exportaciones. Sin embargo, durante el 2024, el sector ha enfrentado grandes desafíos para seguir siendo generador de empleo y paz social, especialmente en las zonas rurales y costeras, donde se emplea el 27 % de la población.
La volatilidad del tipo de cambio, que pasó de casi 700 a menos 500 colones por dólar, ha sido uno de los problemas más críticos debido a la pérdida de competitividad en el Sector Agropecuario tanto para el mercado local como para el de exportación. Como consecuencia de esta política cambiaria, muchas pequeñas y medianas empresas han tenido que cerrar sus puertas, generando un aumento del desempleo en comunidades rurales, donde las oportunidades laborales son limitadas. El cierre de empresas agroindustriales no solo representa una pérdida económica, sino también un golpe al tejido social de estas regiones, agravando las condiciones de pobreza, informalidad y exclusión.
La falta de una política pública real de largo plazo ha generado acciones gubernamentales incoherentes, con lo que varios sectores del agro han tenido que luchar, por ejemplo, la política cambiaria ya citada, el sesgo anti agrícola manifestado por algunos jerarcas, así como la mal llamada “Ruta del Arroz”, y la posible adhesión de Costa Rica a la Alianza del Pacifico y al Acuerdo Transpacífico, son claras evidencias de la poca importancia que el Sector Agropecuario ha tenido en este Gobierno.
En la Asamblea Legislativa, a pesar de que hemos tenido el espacio de expresar nuestros puntos de vista, en algunas ocasiones no se valora el papel del sector agropecuario en la economía del país, esto debido a que se tienen proyectos de Ley que, en lugar de fortalecer las distintas actividades agroproductivas, las perjudican.
Aunado a lo anterior, el impacto de los fenómenos climáticos es uno de los retos más apremiantes que enfrenta la actividad agropecuaria, dado que sus consecuencias han sido devastadores en la producción, en los ingresos de los agricultores y en la seguridad alimentaria del país.
Desde la Cámara Nacional de Agricultura y Agroindustria y en representación de nuestros asociados vemos de manera urgente la necesidad de revalorizar la agricultura nacional, que los productores vuelvan a ser considerados héroes tal y como nos llamaban durante la pandemia, cuando los agricultores nunca dejaron de lado el compromiso de llevar los alimentos a los hogares.
El agro costarricense no solo es una actividad económica; es un legado cultural y un componente esencial de nuestra identidad como país. Protegerlo y fortalecerlo debe ser una prioridad nacional, no solo para garantizar el bienestar de los productores, sino también para asegurar el futuro de Costa Rica como una nación soberana y sostenible.
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