Redacté un artículo de opinión sobre la importancia de la educación sexual en general. Pero, sin haberlo terminado, se me ocurrió que, lejos de tener que explicar por qué la educación sexual es importante, debería preguntarle a la Ministra de Educación: ¿por qué no lo es?
Así que, ministra: explíquenos, ¿por qué le parece a usted que la educación sexual en la educación costarricense está de más y no se impartirá en este nuevo año académico? ¿Qué factores crean en usted una ansiedad tal que necesita eliminarla de los currículos? ¿Con qué piensa reemplazarla? ¿O cómo cree usted que se puedan mejorar las tasas de embarazo adolescente que vienen bajando desde que se instauró la educación sexual en 2013?
¿A quién o a quiénes les conviene que el país tenga habitantes con desconocimiento sobre sus cuerpos o su sexualidad? Viera usted que tengo a una vecina, aquí en Barrio México, que no sabía cómo "se hacían los chiquitos"; que, una vez embarazada, no fue a consultas prenatales porque no tenía ni idea de que lo que se le movía en su interior era una criatura humana y no una solitaria. Llegó a tener cinco criaturas.
A mi casa vino a trabajar una mujer a quien el esposo le había quitado a su hijo bajo el alegato de que ella no era la madre, aunque lo hubiera parido. Tengo diez años de trabajar en temas de embarazo adolescente, y en una entrevista, una vez, una muchacha —que podría ser su nieta— me dijo que ella no tenía idea de que a una relación le podía decir que “no”. Así como lo lee. La muchacha no sabía que existía el consentimiento y que estaba en su derecho negarse.
Parecen historias de mujeres inventadas, pero son verdaderas. La información sobre la salud sexual y reproductiva es aún más importante para nosotras, en un país donde nos ha costado tanto tener derechos sexuales y reproductivos. Somos las más afectadas por la ausencia de políticas públicas y la falta de educación sexual en la población.
Le doy otro ejemplo: un agente del Estado me decía que las adolescentes quedaban embarazadas porque eran “fogosas”, porque vivían en lugares calientes o porque eran de tal “raza”. Si supiéramos colectivamente sobre educación sexual, sabríamos que ni el clima, ni la edad, ni el color de la piel tienen nada —absolutamente nada— que ver con dar a luz a temprana edad, y que todo tiene que ver con el ambiente en el que crecemos y las oportunidades a las que accedemos.
Usted, con esta no-política de educación, está creando ambientes propicios para vulnerabilizar a las mujeres, especialmente a aquellas que nacen, juegan y asisten a escuelas en lugares donde no llega una educación sexual de calidad. Usted y sus facilitadores tienen la responsabilidad política de que miles de niñas —que a veces no llegan ni a los 12 años— queden embarazadas sin haberlo deseado. Usted y sus facilitadores son responsables de perpetuar la pobreza.
Si por la víspera se saca el día, su administración no reemplazará los Programas de Estudio de Afectividad y Sexualidad Integral con nada. Su falta de acción no solo refleja negligencia, ministra, sino una crueldad consciente hacia las niñas y mujeres de este país, que seguirán pagando con sus cuerpos y sus vidas por su irresponsabilidad política.
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