La política a nivel mundial ha venido presentando retos que han polarizado a los países y sus habitantes a extremos que en la historia de la humanidad no son nuevos. Sin embargo, nuestra realidad como humanidad es tan diferente que una de las ironías más grandes que existen actualmente es lo obsoletos que son esos extremos.
Analizando la realidad del mundo y la forma en que hablamos de política, seguimos estancados en un espectro de posturas que lleva más de 100 años de existir. Para ponerlo en contexto, el capitalismo se establece después de la Revolución Industrial, es decir entre los siglos XVI y XVIII. Por ejemplo, el infame comunismo, una ideología que nació en el siglo XIX se sigue utilizando para asustar al pueblo, desmeritar e incluso atacar a las personas que creen en esa ideología; no significa que el capitalismo y las posturas de derecha no sean utilizadas de la misma forma, incluso es satanizada, al punto de ver con malos ojos la generación de capital y riqueza.
No importa cuál sea la postura política que se tenga, todas ellas nacieron en épocas donde nuestra realidad actual ni siquiera era una posibilidad o simples cuentos de fantasía, estamos intentando aplicar conceptos y posturas que se han venido quedando cortos desde hace bastante tiempo. Veamos algunos ejemplos: el socialismo nace en el siglo XVIII en respuesta al capitalismo. La socialdemocracia nace a finales del siglo XIX a partir del movimiento socialista. El liberalismo se crea en Inglaterra en el siglo XVII, gana fuerza durante la revolución francesa y los movimientos independistas de Latinoamérica.
Vivimos en una era donde la tecnología nos ha llevado a que todo, absolutamente todo está en la palma de la mano, donde no es tan fácil tener vivienda propia, buscamos o anhelamos un estilo de vida muchas veces marcado por apariencias y mentiras de lo que vemos, que ha llevado a muchas personas a vivir para trabajar en vez de trabajar para vivir. A esto hay que agregarle el hecho que vivimos en la época más cara para cualquier necesidad básica: comida, educación, salud, etc; donde existe una inequidad tan grande entre los ingresos de las personas trabajadoras y el costo de vida que una persona adulta trabajadora necesita de un segundo trabajo, ingresos adicionales o de otra persona al lado con ingreso constante para lograrlo.
La realidad es que todo nuestro entorno ni siquiera se acerca a las condiciones de vida que se tenían en ese momento, algo tan simple como la expectativa de vida, solo en Costa Rica, la expectativa de vida desde el año 2000 ha aumentado de 77.3 a 81 años, una diferencia de 3.7 años. Si analizamos el siglo XX (menos de 100 años) ese número se reduce en casi un 50%. Esto es importante porque nos demuestra lo mucho que ha cambiado no solo la forma en que convivimos unos con otros, sino también cómo vivimos con nosotros mismos.
Es por esto que necesitamos con urgencia una nueva forma de hacer política, no podemos seguir presentando fantasmas para desmeritar ideas que buscan el bien común ni tampoco podemos seguir buscando cómo justificar abusos, mala administración o cambios a las políticas públicas que benefician a unos cuantos. Costa Rica era un país de primer mundo, teníamos tranvía, tren de costa a costa, fuimos los primeros en la región en tener electricidad pero por por posturas políticas añejas dejamos que nos arrebataran todo eso.
Si bien es cierto han nacido movimientos que han buscado hacer esto: Frente Amplio, PAC, Chavismo, entre otros, todos han buscado imponer su forma de pensar en vez de buscar el diálogo entre las diferentes posturas. Lastimosamente la polarización, los ataques personales e incluso el sabotaje a iniciativas país nos han llevado a un retroceso que nos tiene en la situación actual.
Esta nueva forma de hacer política debe que tener cualidades que actualmente es realmente difícil, especialmente en una sociedad como la nuestra donde el beneficio propio se busca por encima del bien común un día sí y el otro también. Necesitamos nuevos liderazgos, ideas y pensamientos que sepan escuchar los argumentos válidos de la oposición sin sentirse atacados o vulnerados, que aunque sean posturas diferentes se tenga la madurez y apertura para aceptar que muchas veces tienen validez, que aunque no sea perfecta puede ser el inicio de co-crear algo para el beneficio de todos. Necesitamos posturas políticas que se alejen del secretismo y las agendas ocultas, donde la política pública sea realmente pública y se enfoque en el bienestar del pueblo, sin dejar de lado el factor económico y las necesidades de la gente.
Lastimosamente, Costa Rica lleva muchos años ensuciando el ambiente político, casos de corrupcion que no llegan a nada, abusos de poder que quedan impunes, incluso intimidaciones y ataques que no solo han alejado al pueblo a interesarse en el proceso sino también ha alejado a las nuevas generaciones a tomar un papel más activo en el desarrollo del país y su política. Necesitamos con urgencia personas que quieran hacer ese cambio sin caer en el populismo que hemos visto en los últimos años, que puedan alzar la voz para erradicar los abusos, que no se dejen intimidar por aquellos que por sus intereses buscan amedrentar a las personas que quieren hacer las cosas bien pero sobre todo, que logren abrir canales de diálogo para resolver los problemas que nos atañen para llegar a acuerdos que nos permitan cambiar todo aquello que tiene que cambiar, desde nuestra Constitución hasta la estructura de nuestro Estado.
¿Es posible? Sí, los ticos cuando nos proponemos algo y nos hemos unido para lograrlo lo hemos hecho y lo hemos hecho bien. Sin embargo, no es fácil; la realidad es que para que pase, necesitamos recobrar la confianza del pueblo desde los puestos de elección popular, no a través de falsas promesas, gritos en la televisión o ataques sin sentido, que generan una mayor división entre las personas y las aleja cada día más de ese involucramiento e interés tan necesario. Necesitamos volver a esa colaboración que nos llevó a ser la Suiza centroamericana y no un lugar donde el bienestar social se ve como un gasto y no una inversión.
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