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Su verdadero potencial radica en empoderar a docentes y estudiantes, facilitando un aprendizaje más dinámico, interactivo y adaptado a las necesidades del siglo XXI.

La integración de la tecnología en las aulas ha sido considerada por muchos como la clave para una transformación educativa. Sin embargo, a menudo se cree que basta con entregar ordenadores o tabletas a los estudiantes para lograr una revolución en el aprendizaje. No obstante, para que la tecnología tenga un impacto verdaderamente positivo, es necesario algo más que simples dispositivos en los escritorios: se requiere un enfoque integral que potencie su uso efectivo y significativo en el proceso educativo. 

Josué Sánchez, director de Escuela de Educación de Universidad Fidélitas, indicó:

La tecnología en el aula debe verse como una herramienta que facilita el proceso de enseñanza y aprendizaje, pero no como un fin en sí misma. El simple hecho de tener computadoras disponibles no garantiza un aprendizaje más profundo ni más efectivo [...] Para que la tecnología funcione verdaderamente como un facilitador pedagógico, es fundamental que tanto profesores como estudiantes cuenten con habilidades digitales sólidas. En este sentido, la alfabetización digital y la formación continua de los docentes son esenciales, ya que quienes no se actualizan tecnológicamente están permitiendo que sus estudiantes naveguen sin rumbo en un océano de información".

Sin una formación sólida en tecnología, corre el riesgo de que las computadoras en el aula se conviertan en simples herramientas que perpetúan métodos educativos tradicionales, en lugar de convertirse en catalizadores de innovación pedagógica. La capacitación debe ir más allá del aprendizaje técnico de programas y plataformas; es fundamental que también se enfoque en cómo integrar la tecnología de manera efectiva en el diseño de experiencias de aprendizaje significativas.

Por ejemplo, un educador calificado no solo sabe cómo crear presentaciones interactivas o usar herramientas de colaboración, sino que también comprende cómo estas herramientas pueden fomentar la participación y el pensamiento crítico de los estudiantes. Esta formación debe ser continua y adaptada a los avances tecnológicos y a las necesidades cambiantes del aula competente en su uso. 

La alfabetización digital enseña a gestionar información, resolver problemas y actuar de forma ética y segura en internet. Incluirla en el currículo escolar permite aprovechar mejor la tecnología en el aula y prepara a los estudiantes para un mundo digital. Así, los alumnos aprenden desde organizar archivos y usar herramientas en línea hasta evaluar información y resolver problemas digitales de manera responsable y crítica.

Un nexo para la colaboración y creatividad

Cuando los docentes y estudiantes dominan las habilidades digitales, la tecnología actúa como un puente que facilita la colaboración y potencia la creatividad en cualquier entorno. Al conectar personas de diferentes lugares y permitir el intercambio de ideas en tiempo real, las herramientas digitales crean espacios de trabajo compartidos que antes eran impensables, enfatizó el experto en docencia. Por ejemplo, los docentes pueden trabajar juntos en proyectos, conectarse con expertos o compañeros de todo el mundo y explorar temas de una manera interactiva y atractiva, lo cual estimula habilidades y competencias clave en la era digital. 

Sin un enfoque pedagógico adecuado, las computadoras en el aula pueden quedar reducidas a herramientas de enseñanza tradicional, desaprovechando su potencial transformador.  Se trata más bien de que sean utilizadas con recursos educativos actualizados e interactivos que contribuya con el aprendizaje, que promueva el desarrollo de habilidades técnicas esenciales y una mentalidad crítica hacia el uso de la tecnología en sus vidas.