Cuando en 2012 por fin se logró incluir la educación sexual en el currículo en nuestras instituciones de educación secundaria, con un lugar propio, no prestado de otras asignaturas, Costa Rica avanzó en la protección de nuestra infancia y adolescencia, y mejoró el tipo de educación que brindamos, acercándonos más a una educación integral que propicie el desarrollo y aprendizaje de la población estudiantil.

Cuando en el 2017 se revisó y fortaleció este programa, pasando a ser Educación para la Afectividad y la Sexualidad Integral, se tuvo que luchar contra los prejuicios, tabúes y miedos que, gracias a la ignorancia de algunos políticos conservadores y oportunistas, sembraron dudas en varios sectores de la población.

En aquel entonces dimos una fuerte lucha ideológica, informando a las personas y demostrando que lejos de incentivar a una vida sexual irreflexiva e irresponsable, la educación sexual retarda el inicio de la actividad sexual coital, promueve el cuidado de sí y del otro, ayuda a la prevención del embarazo adolescente, promueve las relaciones respetuosas, facilita identificar patrones abusivos, y promueve la denuncia de la violencia intrafamiliar.

Esa discusión se dio y los programas se impartieron desde entonces, con esto Costa Rica dio otro paso al frente, en la línea de fortalecer y ampliar la educación que se brinda. Tres años después las estadísticas nos mostraban los logros de la educación y el trabajo conjunto en la línea de fortalecer la protección de nuestra población menor de edad, los embarazos adolescentes bajaron, indudablemente la educación para la sexualidad integral tuvo un papel protagónico en ese logro.

Con la pandemia todo nuestro currículo educativo se vio afectado, y uno de los principales sacrificados fue el espacio para impartir la educación sexual. Después de la pandemia, con la llegada de esta administración, no se ha hecho nada por recuperar, ni mucho menos fortalecer, la calidad de la educación pública, y ahora deciden eliminar los programas de afectividad y sexualidad integral, en un acto que evidencia que la ruta de la educación de este gobierno es el retroceso.

Sin discusión, consulta ni análisis, la medida parece ser una nueva imposición autoritaria y violenta, coherente con el estilo que este gobierno y sus aliados han implementado desde que llegaron al poder, sin importar que sea en detrimento del derecho a la educación integral de las personas menores de edad.

Todas nuestras instituciones democráticas han tenido que soportar golpes e intentos de desestabilización provenientes de los deseos totalitarios de un hombre, pero ahora serán niñas, niños y adolescentes quienes resulten afectados directamente. El programa de Afectividad y Sexualidad Integral debe permanecer dentro del currículo educativo, ya que es parte indispensable de una educación integral, que promueva el desarrollo del conocimiento, los derechos humanos y una ciudadanía informada y responsable.

No podemos permitir que hagan más daño, por lo que tenemos que levantar la voz por la defensa de la democracia, los derechos humanos, la decencia y el derecho de niñas, niños y adolescentes de recibir una educación integral.

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