Para la Iglesia Católica este 2025 es considerado “Año Santo”.

Desde el Antiguo Testamento, se habla del “Año Santo” o de “Jubileo”. Para los judíos, era el año de la reconciliación o el perdón; donde los fieles obtenían la  indulgencias a sus pecados. A partir de 1626 que la “Basílica de San Pedro” es terminada en el Vaticano, la “remisión de las faltas” empezaron a ser concedidas cada 25 años. Por lo tanto, quien pasara la famosa “puerta santa” del Vaticano, obtenía la absolución de sus pecados.

Hablamos de una bellísima puerta que queda en el acceso principal de la “Basílica de San Pedro”. Sin embargo, el Papa Francisco ha hecho un llamado a nivel mundial a los creyentes, explicándoles que pasando la puerta de cualquier Basílica de su país, obtendrán la misma indulgencia.

Aprovechando que estamos en un “año santo” quiero contarles  la historia de un hombre, que no solo obtuvo para Costa Rica (CR) la Embajada del Vaticano, sino que fue embajador de tres diferentes Papas. Ese hombre era mi padre, Franklin Aguilar Alvarado (1923-1976). Por la falta de presupuesto nacional, era el  propio Papa o la Santa Sede la que nombraba a algún italiano en el puesto de “Embajador ante el Vaticano” por CR.  Importante entender el gran poder de la Santa Sede: tiene personalidad jurídica internacional, le permite firmar tratados, enviar y recibir representantes diplomáticos, en otras palabras es el gobierno central de la Iglesia Católica.

En el año 1956 el señor Presidente de la República, don Mario Echandi, recibe una carta firmada por la Santa Sede, en la que le explican que ya no puede continuar como Embajador de CR el Príncipe Paceli (sobrino del Papa Pio XII ). Él estaba abusando del pasaporte diplomático, para meter contrabandos de licor y cigarrillos y por lo tanto, el nombre de Costa Rica estaba quedando muy mal. Ellos expresan a don Mario, que el carácter del Papa Piu XII era muy difícil y por lo tanto les era imposible a ellos negociar con él contándole lo sucedido. Don Mario lee la carta a su Consejo de Gobierno que era muy pequeño; riendo les dice ¿de donde consigo a alguien que sepa hablar perfectamente italiano, conozca las leyes canónicas (leyes de la iglesia) y que sepa de diplomacia? Todos rieron menos un abogado… él pidió la palabra y le dijo al señor presidente: hace pocos años vino de España graduado con dos doctorado de Madrid un muchacho brillante; se llama Franklin Aguilar Alvarado. Se fue al mismo tiempo que el Lic. Alfonso Carro y don Franklin sacó dos doctorados: uno en Derecho Canónico y el otro en Diplomacia. Sus calificaciones fueron tan altas, que el propio Franco le dio sus títulos universitarios:

Franklin Aguilar recibiendo sus títulos universitarios. Franklin Aguilar recibiendo sus títulos universitarios.

Al llegar a Madrid, a todos los estudiantes Latinoamericanos les daban latín por un año entero (8 horas diarias), ya que la mayoría de los libros del doctorado estaban en latín. Papá contaba que un bachiller del colegio español dominaba el latín, pues era una materia obligatoria desde la secundaria. Por lo tanto a Aguilar le costó muy poco aprender a hablar italiano a la perfección. Por su especialidad tenía que ir frecuentemente a las bibliotecas del Vaticano y por lo tanto, todo el lugar le era muy conocido.  Don Mario Echandi llamó a papá y él acudió de inmediato. Le ofrecieron pagar sólo los pasajes y estadía; don Franklin gustoso empezó su trabajo.

Le tomó dos años para lograr el “sí” del propio Papa Piu XII. Además había conseguido que dos hombres de mucho dinero y con título de nobles trabajaran para la embajada: Carlo di Mottola y Gabino di Suni. Di Mottola hizo una gran inversión en fincas ganaderas por el Volcán Arenal. Además le ofrecía a Costa Rica en un Palacio suyo en Via Veneto 56, campo para la Embajada ante el Gobierno de Italia, así como para la oficina de la Embajada ante el Vaticano. Di Suni correría con los demás gastos. “Todo arreglado señor Presidente”, fueron las últimas palabras de mi padre y regresó a su oficina de abogado. No había pasado ni una semana desde su regreso, cuando lo llamó urgentemente el señor presidente.

Don Mario le enseñó la carta escrita a mano por el propio Papa Piu XII, en la que decía que la única persona que él aceptaría como embajador era al Dr. Franklin Aguilar: sólo a él. Mi padre le explica a don Mario, que para él es imposible llegar al último lugar donde se llega en la carrera de diplomacia. Continúa diciéndole que el tener un doctorado en “Diplomacia”,  no tenía nada que ver con ser “diplomático”. Que “la diplomacia” era un carrera en que se empezaba desde el puesto más bajo de una embajada, hasta ir escalonando para llegar a  ser embajador.  Después de ser embajador en varios países,  el último lugar, “el Nirvana” era el Vaticano. Prosigue diciéndole que todos los embajadores eran tan mayores, pues cerraban su carrera en el puesto del Vaticano. Pero don Mario le insistió demasiado, siendo sincero y explicándole que el gobierno no tenía dinero para pagarle. Mi padre le explicó que estaba por nacer su tercer hijo y que le era imposible aceptar un puesto sin paga alguna. Mi madre,  Grace Muñoz, tenía un padre muy adinerado: don Ramón Muñoz, dueño del famoso “Bolsín” en el Mercado Central. En realidad él inició en un puestito de medio metro de ancho en 1900, comprando y vendiendo monedas de Centro América. Muñoz Valverde terminó creando lo que hoy llamaríamos “un banco privado en miniatura.” Cuando por boca de su hija sabe de la propuesta del señor Presidente, él se ofrece a pagar la estadía de toda la familia. Esto era un gesto en agradecimiento al país, anudado al orgullo que su hija fuera la esposa del primer Embajador ante el Vaticano de la historia de nuestro país.

Papá ya tenía algunos reconocimientos de diplomacia. Por 1954, a través de Monseñor Sensi, la Sta. Iglesia lo nombra Caballero de San Silvestre del Vaticano. En 1956 viene por vez primera a nuestro tierra La Soberana y Militar Orden de Malta e inicia negociaciones con Monseñor Odio. En este mismo año don Franklin es nombrado Caballero de Honor y Gracia de la Orden de Malta, luego encargado de Negocios y posteriormente Ministro Consejero ante nuestro país.

La familia era constituida por don Franklin, su esposa Grace, sus tres hijos y May, la nana que formó parte de la familia desde sus 17 años hasta el final de su vida. Entre cada hijo sólo había año y medio de diferencia. El naciendo de mi hermanito Juan Ignacio fue en mayo de 1958 y antes del mes salimos todos hacia Roma.

A los pocos meses muere Piu XII , el 9 de octubre de 1958 y queda electo el Papa Juan XXIII. Decían que el Papa aislado del mundo por todas las estrictas reglas comía solo y nunca tenía visitas. Juan XXIII fue cambiando poco a poco esas normativas. Fue un Papa amoroso que adoraba los niños y fue quien rompió la tradición de aislamiento papal. Por tal  motivo la  presentación de mi familia ante él era una oportunidad para estar en contacto con niños, ya que él tenía una debilidad por ellos. Contaba mi padre que el Santo Papa estaba muy emocionado de conocernos, motivo de más para que se nos educara y enseñaran bien las sofisticadas 3 reverencias ante su presencia. Recuerdo entrar en aquel palacio llamado El Vaticano, caminar y caminar hasta llegar a un amplio salón cuyas inmensas puertas fueron abiertas por la Guardia Suiza. Llegó el momento tan esperado, ahí estaba como a 100 metros de distancia (eso me pareció por mi edad) un simpático gordito vestido de blanco, sentado en un trono. Nuestros padres elegantísimos, él de frac con sus condecoraciones en el pecho, mi madre de vestido largo negro, toda la cara tapada por un velo (esas eran las normas, las mujeres con un velo que debía taparles la cara). Hicimos la primera reverencia y no habíamos empezado la segunda cuando mi hermanito Juan Ignacio, de escasos año y medio corrió hacia el Papa. Mi padre trató de detenerlo, pero Juan XXIII le dijo que lo dejara, que quería saber las intenciones del niño.

Mi hermano le dijo al Papa en italiano:

Quite, quite su Santidad.

El Santo Papa le dijo:

Ah, quieres sentarte aquí, quieres ser sacerdote.

El niño respondió:

No, yo quiero ser Papa, usted es Juan XXIII yo seré Juan XXIV.

El Papa le respondió:

Tendrás un trono muy pronto y mucho mayor que este. Se levantó del trono papal y mi hermanito gritaba levantando su mano derecha:

Yo soy el Papa Juan XXIV….

Entonces su santidad se volteó a todos los cardenales que se encontraban detrás de él y le dijo a su secretario y a su escribano: Este niño morirá pronto, quiero tenerlo seguidamente a desayunar conmigo.

Fue así como el Santo Padre le pidió a mi padre que llevara frecuentemente a mi hermano a desayunar con él y otros niños.  No recuerdo si nosotros regresamos a muchas otras audiencias con Juan XXIII, pero sí recuerdo que mi hermanito Nachito (así le decíamos) iba muy a menudo, inclusive al principio, por ser tan pequeño desayunó en los regazos del Santo Papa.

Cuentan en varias biografías del Papa Juan XXIII que el embajador más joven nombrado ante el  Vaticano presentó al Papa en una audiencia privada  familiar, a su esposa y tres hijos pequeños con edades entre año y medio y 5 años y que el Santo Papa vaticinó la muerte del hijo menor de ese diplomático.

Teníamos casi cuatro años de no visitar Costa Rica y regresamos a pasar una vacación a finales de Setiembre de 1961. Esta foto es de mi abuelo Ramón Muñoz alzando a mi hermano Nachito. Aquí Juan Ig. Aguilar con su abuelo, una semana antes de morir.

A la semana de estar en Costa Rica, el 4 de octubre de 1961, un tío nos llevó a pasear a un nuevo playground que tenía figuras de animales, cerca del cementerio general.  Tenía un carro de sólo dos puertas y mientras él sacaba con cuidado a mi anciana abuela de la parte delantera, no cerró su puerta y los tres escapamos. Pasamos la calle angosta sin mirar y un camión viró rápidamente y…. mi hermanito fue atropellado por la rueda delantera…a mi me golpeó también…pero mis heridas fueron por toda mi vida en mi alma. Pasaron muchos años para que yo pudiera recuperarme de tan cruel accidente, de las visiones frecuentes de ver a mi hermanito bajo la llanta todo ensangrentado. En ese momento él tenía 3 años y 5 meses y yo poco más de 5 años. Mi padre regresa sólo al Vaticano y tiene una audiencia papal:

Juan XXIII relató a mi padre su premunición, la cual había sido escuchada por su secretario personal y su escribano, el mismo día del primer encuentro con mi hermano Juan Ignacio.

El Papa le dijo a mi padre:

Pídame lo que quiera

Mi padre contestó:

Dios se llevó a mi hijo y deseo tener a Dios en mi casa, en una capilla con el santísimo.

Para la Iglesia Católica el santísimo: son las especies de pan y vino consagradas y convertidas en el cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo  para la adoración de los fieles.

El Papa respondió:

Lo que me pide es imposible , ese privilegio solamente lo tienen las iglesias, los convento y capillas en castillos  de nobles que han heredado a través de los años ese honor. No se lo puedo conceder.

Mi padre le dijo:

Usted me dijo que le pidiera lo que yo quisiera y quiero esa Capilla en mi casa.

En esta foto histórica mi padre golpea fuertemente con su dedo al Santo Papa repitiéndole “usted me dijo que le pidiera lo que yo quisiera” mientras continuó diciéndole que quería una Capilla con el santísimo. El Papa pidió consejo a algunas personas y esto fue lo que le dijeron que debían de hacer:

Tiene razón Franklin, yo le dije eso, por lo tanto hagámoslo de otra forma: escríbame una carta haciéndome la petición de tener un capilla con el santísimo y yo la firmo. Así fue como a corta edad me acostumbré que en mis casa había siempre que adorar a diario al santísimo en la hermosísima capilla que teníamos. Por muchos años se celebró misa todos los días y luego semanalmente.

Mi madre no quiso regresar a vivir permanentemente a Italia. Dada la situación familiar, el italiano Carlo di Mottola, nos ofrece en su propia casa (una planta entera de un gran edificio) dividir una parte para nosotros. Así es que nunca pagamos alquiler, ni comida,  más bien lo contrario: mi hermano y yo teníamos un cuarto, otro mis padres y un baño solo para nosotros, pero la casa entera la podíamos usar. Yo me llevaba muy bien con la hija mejor de Carlo, todos fueron por años unos amigos maravillosos. Pero  di Mottola le contrató un Mayordomo para mi familia y otra empleada para que estuviera a nuestras ordenes. Mi hermano Javier y yo teníamos muchas prendas en el gran closet de nuestro cuarto. Sobre todo vestimenta especial para la reuniones papales, la misa a media noche el 24 de Diciembre en la Capilla Sixtina, etc.  Javier y yo empezamos a ir a Roma de Diciembre hasta marzo cuando empezaban aquí las clases y todo el mes de Julio. Mamá iba con mucha más frecuencia.

Desdichadamente el  reinado de Juan XXIII, duró muy poco tiempo (1958-1963). Fue canonizado el 27 de abril de 2014 por el Papa Francisco.  Gracias a las nuevas normas de Juan XXIII, es que se  abrieron las ventanas de la iglesia para que entrara aire fresco a través del concilio Vaticano II, hecho que lo ha dejado imborrable en la historia del Vaticano.  Hace muchos años decidieron trasladar su cuerpo a otra tumba. Para sorpresa de todos, encontraron el cuerpo completamente intacto (incorrupto) y decidieron colocarlo en una vitrina en exposición permanente dentro de la Basílica de San Pedro (parece ser ahora lo tienen en otro lugar). Este hallazgo ha sorprendido mucho , ya que él había sufrido una larga enfermedad (cáncer) y pareciera milagroso el estado actual de un cuerpo que nunca fue tratado después de 60 años. Es decir, no se momificó ni tampoco se inyectó, ya que es  una ley del Vaticano en la que se ordena que el cuerpo sin vida de un Papa no se puede tocar.

Mi padre continuó siendo el embajador costarricense y  al pasar del tiempo, por tener tantos años en su puesto, llegó a ser  nombrado Decano del Cuerpo Diplomático ante el Vaticano. En el interín fue nombrado Embajador ante Bélgica para poder tener CR representación en la boda del Rey Baudino en 1960. Ahí sucedió algo muy cómico. Mi madre iba a comprar su ropa a diversos modistas y se compró un sombrero precioso amarillo. Estaban haciendo fila a ambos lados del interior de la Iglesia y pasó la Reina Isabel II con el mismo sombrero que mi madre. Dice mamá que le hizo unos ojos de furia tremenda. Seguramente le había pagado un dineral a quién se lo vendió.

Asimismo cuando hubo mucho problema con los Somoza, por solicitud expresa de don René Schick ( Presidente en Nicaragua de 1963 hasta su muerte en 1966) le pidió a nuestro Señor Presidente Chico Orlich, que nombrara a mi Padre “Embajador de Costa Rica ante Nicaragua”. Así estuvo viajando de Roma a Managua esos 3 años de la presidencia de Schick.   

Al pasar de los años mi padre se siente muy cansado y decide renunciar a su puesto de embajador ante el Vaticano en 1971. Pero lo que hace es llegar a Costa Rica como el primer “Embajador de la Orden de Malta” puesto que tuvo hasta pocos meses antes de su súbita muerte en un tremendo accidente automotriz en setiembre de 1976. Solo tenía 53 años. Franklin Aguilar Alvarado será recordado por la historia de la diplomacia como el único costarricense que estuvo de embajador ante el Vaticano durante el reinado de tres Papas.

Una vez muerto mi padre, la Santa Sede continuó dándole cada 5 años el permiso a mi madre para seguir con la Capilla. Se siguieron dando misas semanales. Ella se había pasado a vivir en una casa en el el Barrio Colonia del Río.  En 1989 un fatal incendio destruyó la casa de mi madre, a los ocho días del nacimiento de  mis hijos gemelos : Juan Ignacio y Mariano, los cuales nacieron el mismo día que había nacido  mi hermano Juan Ignacio: 4 de mayo. ¿Casualidad  o causalidad?

Cuando un equipo de trabajadores limpiaban los escombros y las cenizas del arrollador fuego, fui llamada por ellos pues habían encontrado a 3 metros de la superficie de escombros dos bolsas de plástico quemadas exteriormente, pero en cuyo interior había una ropa intacta. Ellos estaban asustados, creían que era algo de brujería pues les parecía imposible que no se hubiese quemado. Cuando llegué asustados me  mostraron su  hallazgo: era la ropa con la cual mi hermano Juan Ignacio había muerto y el vestido de bautizo que todos los 3 habíamos usado.  Mamá nunca la pudo lavar (permaneció llena de sangre), ni tampoco pudo deshacerse de ella. En ese momento entendimos que era como un milagro, que era la ropa de un ángel…sino ¿porqué no se quemó?   Por lo tanto mi madre no quiso tener más capilla con el santísimo, ya que Dios le había dicho de esta forma que ella había tenido  un hijo que ahora era un ángel. Ya que su deseo fue ser enterrada junto a los “huesitos” de su hijo, fue lo que hicimos agregándole también la ropa de Nachito  y así descansara en paz. Papá que sabía mucho de arte, llevó a un escultor costarricenses para que hiciera con yeso un molde de todo el cuerpo de mi hermano. Es así como lo transporta hasta Carrara y un famoso escultor hace una estatua que sobresale en el Cementerio General. Es un niño alzando una cruz y tocando una oveja . A Nachito le fascinaban las ovejas.

 

No habían pasado ni dos años del nacimiento de mis gemelos (nacieron el 4 de mayo de 1989) y cada vez su parecido con el de mi hermanito era mayor. Llegó un momento que mamá dijo: Dios me devolvió doble el hijo que me arrebató. Solo que mi hermanito tenía ojos café y mis gemelos azules. El del centro es mi hermanito, fotografía en blanco y negro. A la derecha mi madre con mis hijos de casi 3 años.

Todo lo que les he relatado es real, yo estuve ahí presente, siendo una niña, sin saber en ese momento que presenciaba un vaticinio papal.

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