Esta semana se publicó el informe titulado: Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2024, elaborado conjuntamente entre la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS), el Programa Mundial de Alimentos (WFP) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
Este año, el informe se centra en demostrar el impacto potencial que la variabilidad del clima y los fenómenos climáticos extremos generan en nuestros sistemas agroalimentarios. Estas amenazas, como las sequías, incendios forestales, inundaciones y tormentas, son los principales factores que exacerban los desafíos de seguridad alimentaria y nutricional, afectando las cuatro dimensiones de la seguridad alimentaria (disponibilidad, acceso, utilización y estabilidad) y contribuyendo a otras causas subyacentes de la malnutrición.
Además de estos factores, se suman los conflictos, las desaceleraciones y recesiones económicas, combinados con causas estructurales, como el elevado costo de las dietas saludables, los entornos alimentarios poco saludables y la desigualdad elevada y persistente, agravan aún más los efectos negativos sobre la seguridad alimentaria y la nutrición de América Latina y el Caribe.
A nivel global, 733 millones de personas no logran acceder a suficientes alimentos y la inseguridad alimentaria moderada y grave afecta a más de 2300 millones de personas.
Según el reciente informe, el hambre afectó a 41 millones de personas en la región durante 2023, esto representó una disminución de 2,9 millones de personas respecto a 2022 y de 4,3 millones de personas respecto a 2021. Sin embargo, a pesar de los avances regionales, existen desigualdades entre las subregiones y entre los países; y no hemos logrado acabar con la malnutrición en todas sus formas.
Por otra parte, en el 2019, la anemia afectó al 17,2 % de las mujeres en edad fértil de 15 a 49 años en la región, lo que equivale a 29,6 millones de mujeres. Asimismo, el Panorama Regional destaca que la prevalencia de la obesidad en adultos muestra un aumento constante en los últimos 20 años. En América Latina y el Caribe, esta prevalencia casi duplica la estimación mundial del 15,8%, alcanzando el 29,9% de la población adulta de la región en 2022, lo que equivale a 141,4 millones de personas.
Según el informe, en 2022, el costo promedio mundial de una dieta saludable se estimó en 3,96 dólares por persona al día, mientras que América Latina y el Caribe fue la región que registró el mayor costo de una dieta saludable, con 4,56 dólares por persona.
Una buena noticia es que, según el informe de Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2024, Costa Rica ha logrado entrar en el grupo selecto de países de la región donde el nivel de subalimentación está por debajo del promedio del 2,5% para el período analizado, siendo considerado un país libre de hambre. Hay que reconocer y felicitar el esfuerzo histórico de la sociedad costarricense y el Gobierno por el logro.
Por otro lado, se cierra un ciclo y se abre otro en términos de la malnutrición, puesto que, en la otra cara de la moneda, podemos encontrar que el sobrepeso afecta a más del 70% de los adultos y la obesidad al 31,4%, cifras que superan los promedios regionales. Esto subraya la urgencia de implementar políticas públicas, como el etiquetado frontal de advertencia nutricional en productos empacados y bebidas azucaradas, así como las estrategias de educación en alimentación saludable que promuevan estilos de vida saludables desde la infancia.
Lo que hay en común entre Costa Rica y otros países del mundo que lograron este hecho, es un sólido conjunto de políticas e instituciones que aportan a los cuatro pilares de la seguridad alimentaria: el programa de alimentación escolar, los programas de protección social y de transferencias condicionadas, las guías alimentarias del Ministerio de Salud que orientan sobre las dietas saludables, el apoyo a la pequeña y media agricultura familiar, los centrales de abasto o mercados municipales, etc.
Finalmente, el documento señala cómo el cambio climático representa una de las mayores amenazas para los sistemas agroalimentarios de nuestra región. Eventos extremos como las recientes inundaciones en Guanacaste son una muestra clara de los impactos que ya estamos enfrentando. Esta creciente amenaza ambiental ha afectado significativamente la oferta de alimentos a nivel nacional en muchos países de América Latina y el Caribe, donde la inflación en alimentos y bebidas ha alcanzado niveles de dos dígitos en 12 países. Para garantizar el logro del ODS 2, Hambre Cero, es imperativo fortalecer nuestros sistemas alimentarios, haciéndolos más resilientes y sostenibles ante los desafíos del cambio climático.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.