El miércoles 8 de enero, como bochornosa felicitación de año nuevo, Rodrigo Chaves Robles abrió su boca para insultar, para denigrar, para rebajarse a sí mismo y de paso a los costarricenses. Esto no es en Chaves una novedad, pero esta vez profundizó en su cobardía y su necedad. Lo peor de todo es que lo hace frente a sus esbirros, que lejos de observar con espíritu crítico, lo aplauden y se prestan no solo como rebaño, sino dispuestos y dispuestas a asumir el papelito que el hombre aberrado les imponga.
Como siempre ofendió a mucha gente, utilizando un estilo de mocoso malcriado, de pachuco de calle, por supuesto sin argumentos, ni raciocinio.
Aunque, como dije, muchos fueron los bajamente agredidos por Chaves y todas las instituciones maltratadas, quiero referirme a los tres peores momentos de la mal llamada “conferencia de prensa”.
El primero es el de la referencia a Rodrigo Arias, atacándolo directamente por su edad. Sobre esto me surgen muchas preguntas: ¿Sabe Chaves que en Costa Rica hay más de medio millón de personas adultas mayores? ¿Qué de ellas casi el 50% no recibe pensión? ¿Recuerda Chaves que está a las puertas de ser adulto mayor? “In qua mensura mensi fueritis, remetietur vobis.” (Con la medida que midáis seréis medidos).
El segundo, el abominable comentario sobre el señor Álvaro Ramos Chaves. El que manda en Zapote parece no saber que hormonas tenemos todos y todas. Bueno, tal vez Chaves tenga exceso de testosterona y a eso se deba su agresividad y su violencia. En todo caso, no se trata de hormonas, el señor Ramos tiene una resiliencia admirable, que le ha permitido lidiar con su discapacidad auditiva de forma tal que obtuvo la nota máxima en el examen de admisión de la Universidad de Costa Rica y también la nota máxima para ingresar a su doctorado en Berkeley. Además, Álvaro Ramos se ha destacado en todos los ámbitos donde se ha desenvuelto, ya sea en la academia o en la función pública. Bien estaría Costa Rica si muchos y muchas tuviéramos un 5% de calidad humana que tiene el señor Ramos. Sabemos cómo salió Chaves del Banco Mundial, cómo dejó de ser cabeza del Ministerio de Hacienda y también que llegó a la presidencia de la República con la menor votación de la historia electoral de Costa Rica.
El tercero, en este le ayudó Paula Bogantes, su “discípula” del Micitt, quien se paró frente al podio como si estuviera haciendo un pésimo stand up comedy para decir, entre otras cosas, a las costarricenses “dejen de victimizarse cada vez que las arrinconan” (“Arrinconar: Acosar a alguien no dejándolo escapar” RAE). Después de esa vergonzosa frase, su discurso fue interrumpido por el aplauso de Chaves y su séquito. Es doloroso y nauseabundo oír a una mujer decir a sus congéneres que se dejen ningunear. Esta es la peor violencia que pueden recibir las féminas.
Sobre el discurso de ese 8 de enero muchas personas han coincidido en el rechazo, pero me preocupa que algunos comunicadores, en el país, hayan estado más interesados en hablarnos de la eficacia de un discurso, a todas luces malvado, que en desnudar su maldad.
Hagamos algunas consideraciones importantes. Un discurso plagado de mentiras, de odio, de desinformación, no es un buen discurso. Es retórica corrompida.
Un discurso que intenta manipular a toda costa es solo eso, descarada manipulación, acción de un manipulador que no se preocupa por nadie más que sí mismo y sus fines.
Un discurso que habla, en una democracia reconocida, de que quien lo emite es lo mejor que le ha pasado a la nación, nos dice que el orador está cargado de egolatría, no de buenas intenciones.
Un discurso que presenta a quien lo expresa como un mesías busca dominar una secta, no gobernar un pueblo.
Un discurso que divide por ansia desmedida de poder es peligro envuelto entre palabras.
Un discurso que quiere convencer de que lo mejor para una democracia es que no haya ninguna oposición es de autócratas.
Un discurso de una persona que ve a quienes disienten siempre como adversarios, es señal de que quien lo emite es cuando menos un conato de dictador.
Por muchos problemas que tenga, la democracia costarricense se ubica en el lugar número 19 en el mundo y como la segunda de América Latina. La perfección no es humana, pero tirar por la borda lo bueno porque no es perfecto es estulticia.
El discurso de Rodrigo Chaves está plagado de enemistad. La prensa “canalla”, los diputados “idiotas”, los rectores “faraones” de las “imperiales” universidades públicas, el poder judicial “sirviente” de los intereses de los que gobernaron antes que él, el Ministerio Público, la Contralora General de la República, quien según él “emula el memorando del miedo” los “pobres diablos”, las personas con la importancia de “un pepino” y hasta alguna olomina, por hacer corta la lista, todos y todas presentados por Chaves como enemigos jurados. Su narcisismo lo hace incapaz de respetar a los demás y menos asumir que el problema puede ser él.
En dos años y resto en el poder Chaves no ha sido capaz de concretar obras, pero con facilidad se apropia de las de otras personas y según su autopercepción en 80, 75, 70 años (la cosa cambia dependiendo del humor del día) en Costa Rica no ha pasado nada bueno.
Tristemente para el país, Rodrigo Chaves me hace pensar en la maravillosa y tremenda aliteración de Miguel Ángel Asturias:
Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre, sobre la podredumbre.”
Desgraciadamente para el mundo, Chaves no es único y cada vez vemos más de estas “lumbreras” vendiéndose como el último vaso de agua en el desierto, cuando en realidad son veneno puro para las democracias.
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