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La innovación en los servicios de salud se está acelerando a gran escala, sobre todo en el ámbito digital, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS). Éstas son muy buenas noticias ya que, gracias al potencial de la tecnología, las posibilidades de un mejor acceso a los tratamientos y mejores datos para la toma de decisiones son más altas, impactando positivamente la vida de los pacientes.

Pero ¿toda esa innovación está llegando a nuestros países? Aquí las noticias son menos positivas. Un medicamento aprobado por la agencia regulatoria de los Estados Unidos (FDA) en octubre de 2024, estará disponible en los sistemas de salud latinoamericanos en agosto de 2029 (en promedio), según el estudio W.A.I.T Indicator de este año. Es decir que los pacientes deben esperar casi 5 años para acceder a tratamientos de última generación. En el caso costarricense, para que un medicamento se apruebe localmente y esté disponible pasan 3,7 años, pero su inclusión en el seguro social toma mucho más.

Según este estudio, que monitoreó 365 moléculas o tratamientos aprobados, tanto por la FDA o la Agencia de la Unión Europea (EMA), apenas el 35% tienen disponibilidad pública completa o parcial en algún país, y menos del 12% de los tratamientos más recientes están disponibles.

Esta realidad representa un paradigma para nuestros sistemas de salud, ya que la innovación no está llegando a los pacientes al ritmo que se produce. A esto se suma que la población más vulnerable es la que resulta más afectada.

Se ha identificado que entre los factores que impulsan las tasas más bajas de aprobación y disponibilidad de medicamentos están los procesos de presentación o revisión regulatoria que en la mayoría de casos son complejos y/o prolongados y o bien, los procesos para la inclusión de nuevos medicamentos en los listados de medicamentos de los seguros sociales que toman en promedio más de 5 años.

Es muy importante que el acceso a la salud sea equitativo. Siguiendo con las facilidades que la tecnología ofrece, hay que destacar que la telemedicina y la teleconsulta están ganando terreno como una poderosa herramienta que promueve la inclusión y permite conectar los servicios de salud con pacientes con dificultades para movilizarse, discapacidades o que viven en zonas remotas. Además, aumentan la productividad de los profesionales sanitarios y el acceso a médicos especializados.

Todos los esfuerzos de innovación deben ser articulados, posicionando a los pacientes en el centro de la ecuación, para que los cambios y procesos se hagan en función de sus necesidades, mediante modelos preventivos, predictivos y personalizados. El acceso temprano a las terapias innovadoras es una oportunidad para aquellos pacientes que se están quedando sin alternativas terapéuticas. Las asociaciones de pacientes llevan décadas pidiendo medidas en esa línea.

Si algo nos enseñó la pandemia es lo importante de que nuestros sistemas de salud estén fortalecidos y que puedan garantizar la continuidad de los servicios esenciales. En países como los nuestros donde los presupuestos de salud pública son tan limitados (no llegan al 6% del PIB que sugiere la OMS), la innovación es fundamental.

Innovar debe ser la constante en, por ejemplo, procesos o procedimientos que faciliten el acceso a la salud y a tratamientos modernos o con mayor costo-efectividad. Sirva la oportunidad para replantear la forma cómo podemos ir transformando nuestros sistemas sanitarios para que adopten oportunamente la innovación.

Este articulo fue escrito por Victoria Brenes, Directora Ejecutiva de Fedefarma