Empecemos con una mala palabra: privatizar. El término se ha convertido en un verdadero tabú en el imaginario costarricense. ¿Cómo sería diferente este país si hubiera más concesión de obra pública a instancia privada y más gestión privada de servicios públicos?

Más que elaborar respuestas, es importante desvincular a la administración pública de las personas que ejercen el poder. Indagar por esa vía podría orientarnos hacia el entendimiento, la aceptación y la superación de esas barreras autoimpuestas en la narrativa colectiva. Aún se dice en sorna la infame frase del derrocado rey de Francia Luis XIV, “el Estado soy yo”.

Esto es pertinente en vista de lo que sucederá los próximos 18 meses, a partir del 20 de enero que asume la segunda Administración Trump en los Estados Unidos. Sobre todo, despierta curiosidad el encargo que durante ese período tendrá Elon Musk, la persona más rica del mundo y el emprendedor innovador más exitoso de la historia. Le corresponderá hacer algo que ha hecho por 20 años en al menos dos de las empresas que fundó, SpaceX y Tesla. Consiste en revisar de manera minuciosa cada regulación que existe en esas industrias y cuestionarlas en busca de entender para qué existen. En muchos casos, esas regulaciones han resultado obsoletas y han sido eliminadas. Bien por eso.

Ahora, a cargo del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés, y sin ninguna relación aparente a la criptomoneda de ese nombre que él mismo promueve) le corresponderá hacer una revisión exhaustiva de todas las regulaciones que existen a nivel federal en el gobierno estadounidense. Uno querría que le fuera bien, y que además eso diera pie para una estrategia amplia y profunda de gobierno digital para automatizar cada servicio público que sea posible.

Ese ejercicio, al menos, nos llevará a cuestionarlo todo en la relación que tiene la ciudadanía con el estado. ¿Por qué nos preocupa tanto y le exigimos al gobierno que resuelva el tema de la inseguridad, cuando mueren cada año casi el mismo número de personas en accidentes de tránsito evitables? Es una extraña disonancia, como si las causas de muerte le dieran un valor distinto a las víctimas y a sus familias.

Esto nos llevaría a consultar, con seriedad y vehemencia, por qué se debe pagar un monto tan elevado por el marchamo vehicular todos los años en diciembre, cuando la condición de las vías de tránsito continúa siendo tan decrépito. Los costarricenses merecemos algo mejor que las calles, el transporte público y el tránsito vehicular que tenemos. Mientras tanto, seguiremos explorando si será, quizás, que el marchamo es un impuesto indirecto al aguinaldo y una forma en que el estado puede recaudar algo de lo que paga por esa bonificación navideña tan apreciada.

Escuche el episodio 244 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Impuesto al aguinaldo”.

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