Desde que entré al Teatro Nacional sentí la magia que siempre ha tenido este edificio tan icónico de nuestro país, pero lo que no sabía era que la obra que estaba por ver accesaría recuerdos muy tempranos de los diciembres de mi infancia. Después de hacer movimientos cuidadosos entre sillas y pisos delicados que todos “chineamos” para que nos dure bastante esta joyita de teatro, me senté frente al escenario a esperar.  Se abrió ese pesado telón color vino tinto aterciopelado, y lo que viví fue, pieza tras pieza, coreografía tras coreografía, un despliegue artístico multisensorial de los elementos esenciales de una Navidad al estilo costarricense. Escribo esto para explicar por qué creo que los ticos no nos podemos perder esta maravilla de montaje, ¡vayan!

¿Cómo sería una obra de Navidad costarricense? 

A lo mejor los ángeles se irían de farra al ritmo de un guitarrón, nos harían música en vivo con brindis alegres y a veces se dejarían llevar por la nostalgia navideña con un par de lagrimitas. A lo mejor, los personajes más importantes no tendrían nada que ver con regalos, sino que representarían la naturaleza: las estrellas, los vientos alisios, los colibríes verdes que viven en nuestros jardines.  A lo mejor, todo comenzaría en un bosque de cipreses, como en aquellas finquitas sostenibles que vendían arbolitos, pulmoncitos verdes llenos de vida.  En una Navidad tica, si hubiera un vals de las flores, las flores serían por supuesto que pastoras, y de imaginar juguetes bailando, lo harían al ritmo de música con sabor latino. Pues de una vez te lo digo: “En las ramas del ciprés” es una obra que rescata todo esto, y mucho más. 

Me llegó profundamente la música, porque las melodías incorporan los villancicos que siempre escuché cuando era niña. Ahí estaban, enterradas en mi memoria, melodías inseparables de frases que aprendí pequeñita por escucharlas repetidamente todos los diciembres. En aquellos diciembres, todavía las cajas de manzanas y uvas que se veían por las calles eran una aparición nueva y exótica, y los villancicos que se escuchaban eran otros. ¿Te acordás de  “dime niño-o. . . de quién ere-es. . . todo vesti-di. . . to de blanco…”? ¿O tal vez de: “hacia Belén vaaaauuuuna burra rin rin, yo me remendaba yo me remendé, yo me hacía un remiendo yo me lo quité, cargada de choo-colaa-ate. . . Mariá Mariá. . . ven acá corriendó. . .” Si no te acordás de esas, estoy bastante segura de que sí te acordás de“pero mira cómo beeebeeen los peces en el río” y “campana sobre campaaa-anaa”. En este ballet te vas a encontrar reinterpretaciones de estas melodías en los arreglos musicales maravillosos de Fabián Arroyo, y personajes inspirados en los villancicos cobran vida. Hay que resaltar la belleza de las coreografías y el maravilloso trabajo de las y los músicos, bailarinas y bailarines que han estado trabajando con María Amalia Pendones, Allan Pérez, María Laura Jiménez y el enorme equipo requerido para un montaje de este calibre. 

Así que en una Navidad tica, no puede faltar un ventolero, unas pastoras, unos cipreses bajo las estrellas y unas buenas fiestas. Pero además hay otra historia, una historia que, por supuesto, no les voy a contar, para no arruinar la sorpresa y para que vayan a verla. Solo les doy una pista: tiene que ver con los adornos de un arbolito de Navidad, y ocurre en un lugar muy especial: en las ramas de un ciprés. Felicitaciones especiales al elenco de bailarinas y bailarines que está haciendo realidad esta hermosa obra artística que verdaderamente representa una Navidad costarricense. Pueden conseguir las entradas en la página web del Teatro Nacional, y quedan presentaciones con horarios para todas las edades hasta el domingo 22 de diciembre.