Teoría crítica del Estado

La teoría tradicional del Estado establece que el mismo consta de tres poderes que se equilibran entre sí mediante un sistema de frenos y contrapesos. Ello supone, independencia y funcionamiento autónomo de las instituciones, lo que implica la garantía los derechos y libertades de los habitantes en el territorio conforme a la normativa vigente, así como la alternancia de los puestos de poder y la seguridad de todos.

La realidad del funcionamiento estatal es bastante más compleja, Louis Althusser (1070), sostuvo hace varias décadas que además de los poderes taxativos descritos en las constituciones de los países deben tenerse en cuenta lo que denominó “aparatos ideológicos del Estado” dentro de un esquema de una economía capitalista, que son poderes de facto, tales como los grandes empresarios, los militares, los monopolios mediáticos y el crimen organizado (Garretón, 2001; Trejo Delabre, 2013).

Crimen organizado

Existen muchas maneras de definirlo, pero, una de las concepciones más acertadas es la de Carlos Flores Pérez, soctor en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien lo describe como: “un sistema de relaciones sociopolíticas perdurables, caracterizadas por el establecimiento de redes clientelares de cooperación entre criminales profesionales y funcionarios públicos y que persigue el propósito de obtener ganancias económicas mediante el desarrollo de diversas actividades ilícitas, apoyadas en última instancia, por el uso de la violencia”.

¿Se está gestando en Costa Rica un Estado paralelo?

El tema es de obligada reflexión, aunque el planteamiento de la pregunta en sí resulte doloroso, porque si bien el concepto de Estado paralelo tiene varios significados e implicaciones, el mero cuestionamiento conlleva una constatación empírica que sorprende y plantea un escenario impensable hace unas décadas.

Posiblemente la definición del español Iván Briscoe sea la más precisa, él define el término Estado paralelo como aquel: “donde existe un nexo clandestino entre el liderazgo político formal, las facciones al interior del aparato del Estado, el crimen organizado o grupos armados ilegales y los expertos de la violencia”.

No se necesita acudir a un oráculo para consultar o interpretar los signos de los tiempos recientes, por ello se enuncia un listado sintomático pero que no agota de ninguna manera las señales del fenómeno apuntado:

  • El Programa del Estado de la Nación, en su informe más reciente ratificó lo que resulta evidente: que la mayoría de los homicidios dolosos en Costa Rica están relacionados con el crimen organizado.
  • La toma de decisiones inescrutables para combatir la delincuencia por parte de quienes tienen el deber de hacerlo.
  • Existe una falta de comprensión general de que, aunque Costa Rica como realidad intersubjetiva existe, muchos de sus habitantes carecen de pensamiento crítico y son permeables a los discursos populistas.
  • Falta una comprensión práctica de que los sujetos violentos viven una moral a la usanza del pensamiento de Soren Kierkegaard sin percatarse de ello, es decir: no tienen un dilema acerca de lo que son, son lo que son; por ende, la respuesta del Estado tiene que obrar en consecuencia en sus políticas de rehabilitación y en la respuesta a los delitos.
  • Aparentemente existe una intrincada y soterrada red de comunicación entre algunos sujetos que toman decisiones que afectan a toda la ciudadanía y miembros de las organizaciones criminales. Ello ocurre en todas partes del mundo, pero, al parecer en Costa Rica tiene matices muy propios de nuestra cultura.
  • Se verifica una tropicalización de la forma de hacer política de los Estados Unidos de América, sobre todo en la forma, donde la polarización en la discusión y la suspensión de la incredulidad nublan y distraen a la población costarricense de la realidad de los verdaderos problemas nacionales que con frecuencia son postergados en sus soluciones.
  • Se favorece el hiperconsumo, la desconfianza y el egoísmo como caldo de cultivo para el reclutamiento de compradores, sicarios, y operadores de la maquinaria nacional y transnacional de “empresas” ilícitas.
  • La percepción de inseguridad se transforma en un producto para obtener réditos de audiencia, votos, u otros.
  • La promoción del miedo se utiliza como factor de dominación para distintos propósitos con la creación de un estado de alarma general que tiende a “paralizar” al individuo promedio.

Es importante acotar que los Estados paralelos coexisten con el Estado formalmente instituido y al igual que el diablo, su mayor éxito consiste en se crea que no existen, la diferencia es que usted puede darse el lujo de dudar de la existencia del demonio, pero no puede hacer lo mismo con el Estado fallido, porque será arrastrado al infierno. Si siente un olor extraño a chamuscado, de azufre y empieza a ver cadáveres por todas partes, quizás el Cielo no es su destino en esta Tierra.

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