El ser humano tiene una tendencia constante a la inconformidad, siempre aspira al futuro, del cual no tiene control, o al pasado, que sufrió con vehemencia. Esta misma conducta no se limita únicamente a los individuos, pues las sociedades también pueden sufrirla. Muchas veces desean regresar a un pasado que discrepa considerablemente de su realidad, dejando de lado todo el sacrificio de sus antepasados para conducirlos a este presente.

México actualmente sería el ápice de esta dialéctica. Es necesario recordar que, durante más de setenta años, un solo partido ostentó el poder, me refiero al Partido Revolucionario Institucional (PRI). Si bien existían elecciones periódicas, estas se realizaban bajo grandes agravios a la democracia, desde el robo de urnas, la desaparición de personas hasta votos de difuntos, eran la constante en esos años. Esta caracterización le permitió a Vargas Llosa denominar a México como la dictadura perfecta.

Paulatinamente, la dictadura cayó. En el 2000, Fox lideraría una nueva era, misma que no duraría mucho, pues cada vez eran más las fuerzas políticas que surgían y demandaban espacio entre el electorado, entre ellas, Morena. A pesar de todo este recorrido histórico, Morena ha olvidado su verdadero origen, pues cada medida que implementa acerca más a la sociedad a aquella época de dictadura perfecta.

La cabeza del partido, Andrés Manuel López Obrador (conocido como AMLO) lograría ganar al fin la presidencia, después de sus innumerables intentos fallidos. Su sexenio estuvo marcado por la desigualdad, narcotráfico, autoritarismo y una confrontación directa contra cualquier fuerza opositora, incluida la academia y los periodistas. Consecuentemente, el periodo presidencial terminó y logró posicionar a su mano derecha como presidenta.

El discurso de toma de posición de Claudia Sheinbaum era un momento clave para los analistas políticos, pues en él estaría plasmada la intención de seguir o no, con la línea planteada por López Obrador. Su oratoria estuvo enmarcada en elogios al presidente saliente, destacando frases como “AMLO uno de los grandes”.

Ahora bien, desde la toma de posesión hasta la fecha Sheinbaum ha tenido que manejar el legado político de su antecesor. Este legado no se encuentra repleto de triunfos, mucho menos de soluciones, pues el armario de Palacio Nacional guarda un par de bombas por estallar y un teléfono rojo, con comunicación directa a “La Chingada”, donde AMLO espera paciente la llamada.

Entre esas artimañas, que acercan a México a su pasado de hegemonía partidaria, es necesario mencionar la composición mayoritaria de la Cámara de Diputados y el Senado, pues en ambos guardan ventaja. Así como la Reforma Judicial o la posible eliminación del INE, que son claros ejemplos de regresar el poder al Ejecutivo, como en cualquier otra dictadura. Aún más recientemente el caso de la reelección de la lideresa de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Rosario Piedra. En esta terna electoral, se afirma que las directrices emanadas por AMLO se siguieron al pie de la letra.

Sheinbaum ha intentado mantenerse al margen de estas controversias y niega rotundamente que sea un títere de su antecesor. A pesar de ello, ese seguimiento casi militar a sus ideales de nación no le favorecen. La presidenta es lo suficientemente consciente para admitir, al menos en lo privado, que México se dirige cada vez más a un autoritarismo disfrazado de democracia, considerablemente similar al que se vivió hace un tiempo atrás.

La presidenta debe releer su discurso, de toma de posesión, en la seguridad de la oficina presidencial. Ella reconocerá la necesidad de desligarse de la figura de su mentor, recordando que México dejó de creer en caudillos. En esa lectura encontrará las palabras de aliento que tanto necesita, pues debe asegurarse de hacer un sexenio implacable para permitirle a más mujeres llegar a la silla que ahora ostenta.

Si la reflexión es oportuna, podrá retractar algunas medidas ya tomadas o evitar la discusión de otras. Sheinbaum entenderá que su carrera política es relevante y que no se limita a AMLO, no necesita una figura masculina para triunfar. Será sensata al aceptar que su liderazgo, debe estar marcado por su capacidad de tomar decisiones propias. Asimismo, interpretará que cualquier flaqueza, como acierto, será un detonante en los demás Estados del mundo. ¡Sheinbaum, debe recordar que la presidenta es usted!

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