“Con la frente pegada al cristal de la ventana, Andrik miraba la noche. La lluvia bañaba las fachadas de los edificios aún dormidos, hacía temblar las copas de los árboles y formaba charcos que el auto salpicaba en su carrera por la avenida”.
Con esta imagen, Fernanda Melchor inicia Falsa liebre. Se trata de la primera novela de la escritora mexicana, quien alcanzó fama por la novela Temporada de huracanes, adaptada por Netflix. Fue publicada en 2013 por la Editorial Almadía y reeditada por Random House en 2023, precisamente a raíz del interés que generó Temporada de huracanes.
La novela consta de ocho capítulos que siguen dos historias separadas. La primera es la de Andrik, quien está retenido por un hombre que le maltrata a la vez que le besa, y su hermano adoptivo, Zahir, quien lo busca para escapar juntos, lejos de la tía Idalia, una mujer que los humilla y agrede. La otra historia inicia con Pachi, harto de su esposa embarazada y de la hija de esta; recurre a su amigo Vinicio, quien desea ser artista y alejarse del puerto mexicano, del calor, del dengue que lo tuvo en cama delirando, y de su madre, que quema en el patio los recuerdos de su padre recién fallecido.
Cada capítulo sigue una de estas historias inconexas, tomando turnos. El primero de estos es de gran violencia, con imágenes sumamente fuertes que describen a detalle las agresiones y humillaciones que sufre Andrik, un homosexual que se inicia en la prostitución para escapar, y que soporta los maltratos de ese hombre que apareció como un ángel y pronto se reveló como un depredador (ya se lo habían advertido los demás prostitutos, mientras olían pegamento: que no se fuera con el hombre del automóvil amarillo). Es un capítulo duro —qué va— durísimo. Con un lenguaje que no se guarda nada ante la miseria más profunda, horroriza, y quizá aleje a algunos lectores: no es fácil entrar en contacto con estas realidades, que son las de muchas personas que, por su orientación sexual, sufren exclusión desde el mismo espacio que es para otros el refugio, el hogar. Estas personas van quedando, a fuerza de discriminación e insultos, usadas y traicionadas, para terminar abandonadas de todo, arrinconadas a lo más vulnerable de la sociedad. Siempre hay quienes detectan a estas personas y se aprovechan de ellas.
Es un capítulo de gran maestría literaria: hacer sentir rabia y asco al lector no es cualquier cosa.
La historia de Pachi y Vinicio es también de miseria, profunda miseria, pero nos enseña que hasta en la miseria hay grados. Estos personajes todavía pueden sentarse en el parque con unas caguamas (cervezas), fumar porros, y distraerse de sus dolores, algo que Andrik y Zahir no pueden hacer.
Melchor describe muy bien el ambiente: lo sucio, el calor, el puerto. Es posible sentir ese bochorno, imaginarse sufriendo penas familiares y laborales, agravadas por ese ambiente tóxico del puerto. Para muestra, un botón: Vinicio viene recuperándose del dengue, y sus fiebres, sus moretones y su miedo a enfermar nuevamente son palpables en esas páginas.
La estructura intercalada de las historias puede hacer que el lector pierda el rumbo, sobre todo si los capítulos no cierran con expectativa o intriga, lo cual sucede la mayoría de las veces, especialmente con la historia de Pachi y Vinicio, que carece de eventos relevantes o fuertes. En eso, la historia de Andrik y Zahir despierta más al lector.
Pero estas historias independientes acabarán por colisionar violentamente (al estilo del filme Amores perros): un encuentro casual, banal, que destruirá mucho, y que hundirá más profundamente a los protagonistas. Ellos quedarán más desamparados y sin refugio en sus vidas horribles… y eso, los que sobrevivan. Es un ejercicio literario interesante, pero la banalidad del encuentro y de la historia de Pachi y Vinicio puede disgustar. Las preocupaciones de Pachi, descritas ampliamente en el capítulo dos, quedan desdibujadas rápidamente.
Ahora, siendo realistas, un encuentro violentísimo y completamente gratuito es algo que pasa con demasiada frecuencia: gente que mata y muere sin razón. Y también gente que abandona fácilmente obligaciones familiares o insiste en vínculos rencorosos. Todo eso pasa, mucho.
Sin llegar al nivel de Temporada de huracanes, es una buena novela.